DIECISIETE

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Esa noche Kuroo soñó con una mamada.

No hay mucho que explicar, solo ellos dos en aquel estacionamiento de la gasolinera con Yams reclinado dándole placer mientras él se hundía en su boca una y otra y otra vez. Despertó con el vago recuerdo del sueño y una mancha en el pantalón que Yams le había prestado.

«Maldita sea», fue su primer pensamiento de ese día. Era jueves y debería estar en clase pero allí estaba, en el dormitorio del pecoso. Se incorporó y pronto se dio cuenta de que estaba solo en la habitación, la cama de Yamaguchi estaba deshecha todavía pero fría. No había ido al baño simplemente.

«En algún momento debió despertar y se fue, estará como un bobo congelado en el sofá...», pensó mientras se crujía el cuello, eso y el dolor de su hombro eran la única garantía de que al menos un rato durmieron abrazados. No obstante, la sensación no era agradable pues sabía que hirió a Yamaguchi. Él no había tenido relación con su madre pero aún así -de hecho tal vez por eso mismo-, podía entender a Yamaguchi y lo angustiado que estuvo la noche anterior. Tanto como para aferrarse a él y buscar consuelo entre sus brazos.

«No solucionamos absolutamente nada, no es como si esperase algo distinto...», pensó tras corregirse por haber imaginado que ya todo volvería a estar bien a la mañana siguiente.

Descalzo y despeinado se levantó y dio un par de pasos por la habitación. Sobre el escritorio había una foto; era Yamaguchi con quien imaginó que debía ser el famoso Tsukishima. Era rubio y con unas gafas que le daban un toque intelectual.

«No nos parecemos en nada...».

Lo miró detenidamente, para él ese Tsukishima era el culpable de la baja autoestima de Yamaguchi, pese a que en la foto este sonreía junto al rubio; parecía estar loco por él. Dejó la foto y con confianza abrió el armario de Yamaguchi, no podía salir al pasillo con ese pantalón manchado.

Luego fue al baño, se quitó las legañas, hizo un vago intento de peinarse y minutos después estaba bajando las escaleras.

Se oían ruidos en la cocina así que fue directamente, le preocupaba haber dormido demasiado y que los Yamaguchi ya estuvieran vestidos y desayunando sin él, pero allí solo estaba Yamaguchi, osea el pecoso.

Este preparaba el desayuno mientras lo colocaba todo en una bandeja para su madre, con una tonta florecilla y todo. Kuroo se enterneció al verle hacer algo así; tanto tiempo mimando a Yamaguchi que no pensó que él pudiera consentir así a otros.

—¿Y mi bandeja? —bromeó con coqueteo, ese tono era algo intrínseco a su persona independientemente de en qué punto estuviera su relación.

Pero Yamaguchi no reaccionó lo más mínimo.

—Buenos días. Lo tuyo está ahí... —señaló sin más una café con tostadas sobre la mesa.

Al fin y al cabo era anfitrión. Al momento Yamaguchi agarró el desayuno de su madre y se fue hacia la puerta.

—¿No desayunas conmigo?

—Ya he desayunado antes, voy a subirle esto a ella o se hará frío.

—Oye, Yams... Debo decirte que de verdad siento lo insensible que fui ayer. Yo provoqué la situación y encima te juzgué. Fue una broma que se me fue de las manos.

—Olvídalo, yo ya lo he hecho.

Kuroo se acercó despacio por detrás, no iba a besarle pero aún así Yamaguchi giró la cara.

—Lo siento... —murmuró.

Kuroo se alejó un par de pasos y Yamaguchi huyó de allí.

Lo hizo porque no se sentía muy digno tras haber llorado y moqueado su camiseta como un bebé, además de que por fin había reflexionado sobre su manera de comportarse. Al despertar por la mañana junto a Kuroo fue como si algo hiciera click en su cabeza y por fin se dio cuenta de todo lo que estaba haciendo por él, del cariño y la paciencia que le demostraba cuando las cosas iban mal así como comprender que era un patán sentimental con más miedo que nada.

Solo y entre lobos [Kuroo x Yamaguchi]🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora