TREINTA Y TRES

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Yamaguchi despertó pasadas las seis de la tarde del día siguiente. Se encontraba tirado sobre el edredón de su cama, todavía vestido y se sentía mareado y deshidratado al extremo. Se levantó despacio y tuvo la peor sensación física que había sentido nunca. Estaba como para que le tiraran a la basura. Caminó hasta el baño de la habitación, notaba la boca pastosa y seca así que bebió del grifo del lavamanos. Tras lavarse la cara se quedó unos minutos viendo su cara en el reflejo del espejo. Mirando a los ojos al desconocido frente a él. Hizo repaso; ojeras y un chupetón en el cuello que iban a hacer inolvidable -en el peor de los sentidos- esa noche pasada.

La noche de su primera vez.

No solo por el sexo, sino la primera vez que se peleó, que golpeó a Kuroo intencionadamente, que se drogó... Yamaguchi se echó una mano a la cara al recordar los sucesos.

«Hice mal todo lo que podía hacer mal... Maldita sea».

Salió del baño, se sentó sobre su cama y miró la de Hinata que también estaba sin deshacer.

«No ha pasado la noche aquí», pensó. Sacó su teléfono de la chaqueta, que estaba tirada en el suelo, quería averiguar dónde estaba su amigo.

«¿Sesenta y tres mensajes...?», se cuestionó al ver la cifra sobre el icono verde del chat. Lo primero que pensó fue en que algo malo le había ocurrido a Hinata. Y fue su chat el primero que abrió ignorando todos los demás.

Efectivamente tenía un mensaje de Hinata, de la tarde anterior, sobre las siete:

"Yamaguchi, después de cenar me quedaré con Kenma en su casa. Todos van a una fiesta y así no se queda él solo. Trasnocharemos jugando a videojuegos ¿te apuntas?".

Un par de horas después había vuelto a escribirle:

"Dice Bokuto que irás a esa fiesta, en fin nosotros dos estamos aquí si quieres venir. En cualquier caso ¡pásalo bien!".

«Debí irme con ellos...», pensó. Decidió no contestarle nada porque seguro que aún estaba durmiendo y no quería molestar. Además los otros mensajes le llamaban a gritos.

«Si Hinata está bien ¿quién me ha escrito tanto?».

Se sorprendió al ver que eran de números desconocidos, otros de chicos de la fraternidad de Kuroo e incluso de un par de compañeros de clase. No obstante, todos venían a contarle exactamente lo mismo.

«No. No. No... No, por favor...», suplicaba Yamaguchi leyendo uno tras otro todos los mensajes. La mano había empezado a temblarle y no quería seguir mirando. Dejó caer el móvil sobre el colchón y se levantó de un salto. Empezó a caminar de un lado a otro mientras se tiraba del pelo.

«No, no, esto no... esto no puede estar pasando... No a mí, no...», se repetía. Del temblor pasó a la congoja, pero era ahogada, tanto le apretaba que por no poder no podía ni llorar. Su respiración estaba cada vez más agitada y no sabía ni qué hacer.

«Esto tiene que poder arreglarse... Esto... no, ¡no! Aún estoy durmiendo y me tengo que despertar... solo es eso... No. No. No. ¿Qué puedo hacer?».

Tras la peor crisis de pánico que había sufrido en su vida se tiró al suelo de rodillas y aporreó el colchón con los puños y la cara hasta que se cansó, luego se quedó tumbado en el suelo hartándose de llorar.

Oh, ahora sí había salido mal todo lo que podía salir mal.

Y él estaba solo ante el problema.

Sí, reconocía estar solo y se sentía indefenso. Torpe. Ridículo. Al final se había comportado como el bebé que decía no ser. Y había tenido consecuencias terribles.

Solo y entre lobos [Kuroo x Yamaguchi]🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora