VEINTIOCHO

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Arrepentimiento y vergüenza. Oh, mucha de ambas. No sabía de cuál sentía más.

Después de aquella llamada Kuroo tuvo que vivir de los vagos recuerdos que entre él y Bokuto habían logrado rescatar de aquella noche. Por fortuna Akaashi no pidió ningún tipo de explicación, solo le dijo dónde dejó aparcado su coche, le devolvió las llaves y actuó tal y como lo hacía siempre. En cuanto a Yamaguchi, él seguía sin dar señales de vida.

Esa tarde al terminar las clases, reunió valor para ir a su habitación a verle y disculparse por esa bochornosa llamada, pero se encontró al pequeño pelirrojo poniéndole una excusa barata y mal preparada para que se marchara. Podría fácilmente haberle dado un empujón al retaco o esperar en la puerta a que tarde o temprano Yamaguchi tuviera que salir, pero sería forzar las cosas y no estaba desesperado como para agobiarle así o buscarle a la salida de sus clases. Aún no era de ese tipo de ex's amarga vidas. Y solo se consolaba convenciéndose de que en algún momento Yamaguchi se calmaría y querría hablar. Se lo repetía un día y otro, pues la otra opción era desgarradora.

Así que sin poder verle a él pero sin ánimo para quedarse en casa con los chicos y sus bromas decidió ir al lugar en el que siempre encontraba paz. Su pequeño rincón secreto en la playa, allí donde despejaba su mente. Sin embargo, aunque ese lugar no había cambiado ni un ápice él sí lo había hecho y pronto se dio cuenta de que tan solo mirando el mar no iba a poder evitar pensar en él.

Si bien había sido rechazado muchas veces nunca le había preocupado tanto tener pareja o no pero Yamaguchi era un chico especial y temía tanto que nada volviera a ser como antes. De ellos no quedaba nada y a ratos pensaba que tal vez era mejor así. Él no quería obligar a Yamaguchi a cambiar lo que era. Se merecía citas de día, risas, cariño. No drogas y fiestas cuya finalidad única era el sexo. Él sabía controlarlo pero no podía ofrecerle lo mismo a otro. No cuando se trataba del dulce Yams.

«Yo podría cambiar... No cambiar; mejorar. Eso sí podría hacerlo», se decía.

Sacó el teléfono de la chaqueta, tenía tantas ganas de hablarle, de escribirle un: "Paso a por ti en una hora" y luego verle. Su pecoso se subiría al coche, le daría un beso enorme en la boca. Entonces podría llevarle ahí de nuevo y volver a tumbarse juntos en esa arena.

«Pero él no quiere verme...».

Dejó el teléfono sobre la manta y regresó su vista al mar con desagrado y maldijo al lugar por ser incapaz de darle consuelo como lo había hecho antes con otros problemas. Dio una gran fuerte bocanada de aire pero fue en vano, pues era incapaz de alentar su desinflado pecho. Miró a su alrededor, solo arena y marejada hostil.

Hundió la cara en sus manos y ya solo se oían las olas. No lo soportaba: faltaba su risa alegre y sincera sonando acompasada y melódica, faltaban sus ojos brillantes y negros más hermosos que el paisaje que miraban y el viento, además, corría helado y no estaba su cuerpo para abrazarle, como en la noche que compartieron allí. Nada era como aquella vez; nada iba a volver a serlo.

«Nunca debí traerle aquí... ahora sin él este sitio parece vacío».

●●●

Cuando comenzó a atardecer regresó a casa, iba tan metido en sus pensamientos que ni saludó a nadie, a zancadas subió las escaleras y se metió en su habitación. Casi todos estaban cenando en el salón a esa hora así que le vieron entrar y notaron que algo le pasaba, pero solo uno lo sabía. Y solo a ese uno le importaba.

Lev se puso muy contento cuando -tras unos segundos para disimular- Bokuto dijo que no tenía más hambre y le dio su parte de la cena, antes de desaparecer escaleras arriba.

Solo y entre lobos [Kuroo x Yamaguchi]🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora