Capítulo 21

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Primer día de trabajo, era sin dudarlo lo más estremecedor que sentiría en toda su vida, pues tenía el temor de encontrarse al moreno en aquel enorme edificio.

- Esta será tu oficina - indico la chica dándole acceso a una oficina bastante amplia, estaba justo en el piso inferior a gerencia y dirección, una suerte.

Un enorme escritorio con computador y todo lo que podría utilizar para sus creaciones estaban justo en una mesa a su lado.

- Pedí que trajeran todo lo que pudieras necesitar, de requerir algo más por favor me indicas - dijo con amabilidad desde la puerta.

Quería pedirle que le dijera si Derek estaba aquí, de suplicarle que le dijera que él no había aceptado o que de alguna manera no estaba en ese lugar, pero no podía.

- Derek no está si eso es lo que te preocupa - dijo con una sonrisa burlona - Los vi muy de cerca ese día, no hubo necesidad que nadie me lo contara.

La miro con pena mientras sus mejillas ardían.

- No te preocupes, siempre quise saber quién era el chico con el que se iba a casar mi primo - confeso.

- ¿Primo? - algo confundido.

- Si, Derek es mi primo - respondió con tranquilidad.

¡Oh santo cielo, eso no podría empeorar!

Detrás de la castaña entro aquel hombre cuyo mundo siempre ponía de cabeza en un segundo.

- Buenos días - detestaba esa sonrisa.

- Y hablando del rey de roma - exclamo la chica - Tengo que dejar tu expediente en recursos humanos, mientras puedes instalarte, mandare a alguien que te diga todo.

- ¡No ...! - pero no le dio tiempo de terminar, ella solo se marchó con aquella misma sonrisa.

- ¿Qué pasa?, ¿No quieres estar a solas conmigo? - inquirió a preguntar entrando a la oficina sin descaro, dejando que su perfecto cuerpo luciera ese fino traje azul marino que le quedaba a la perfección.

- No te creas tan importante - susurro acercándose al computador.

Sonrió agachando la cabeza.

- ¿Sabes que no seré paciente contigo verdad? - dijo sin perder ese toque de coqueto que lo caracterizaba.

- Tampoco espero que lo seas - contesto sin dignarse a verlo, pues tendría las de perder.

- Bien, y que tampoco dejare que camines libremente por estos pasillos - eso sí que lo confundió.

- ¿Disculpa que dijiste?, es que creí que un idiota hablaba y no te escuche - dijo con sarcasmo levantando la vista para verlo, demonios esos ojos verdes lo miraban con curiosidad.

- Muy gracioso, realmente gracioso, pero hablo en serio, que no estés conmigo no significa que dejare que pase lo mismo con ese tal Theo - su semblante se tiño sombrío.

- ¿Theo?, ¿Qué demonios pinta Theo en esto? - hacía más de varias semanas que no sabía nada de él.

Se acomodó sentándose en frente de su escritorio.

- Trasladare mi oficina a este edificio, es realmente grande y muy cómodo - miro las paredes como si fueran de su real interés.

- No puedes hacer eso - recargo ambas palmas de su mano sobre el escritorio.

- ¿A no? - reto con su mirada - Mírame - tomo su celular y marco algún numero - Hola, Betty, necesito que me hagas un favor ...

"Demonios" - exclamo en su mente rodeando rápidamente el escritorio para tratar de arrebatarle el teléfono.

El otro de inmediato se puso de pie para bloquearlo con su fuerte espalda.

- Si, me harías el favor de hacer lo necesario para trasladar mis cosas este mismo día al edificio nuevo, es que aquí está mucho mejor y pienso que trabajar desde este lado sería más relajante para mí - como odiaba que se comportara de esa manera.

- ¡No! - dijo a su espalda dejándose vencer por no poder tomar el aparato.

- Te lo agradezco - colgó la llamada para girarse a verlo con una sonrisa triunfante en su rostro, misma que murió al verlo recargado al mismo escritorio con los hombros caídos y un par de lágrimas correr por su mejilla.

- ¿Porque me haces esto? - dijo con la vista inclinada al piso, su corazón simplemente no podía continuar de esa manera - Porque simplemente no me dejas en paz.

Se sintió horrible, no quería causarle daño, más sin embargo parecía que era lo único que realmente estaba haciendo.

- Yo no quería ... - no articulaba o coordinaba palabra alguna - Lo siento - termino por disculparse - Siento quererte tanto como lo hago - el de ojos avellana levanto la mirada sorprendida mientras las lágrimas seguían cayendo una tras otra de una manera incontrolable - Y que por quererte me haga hacer estupideces, pero es que realmente no sé cómo actuar a tu lado, me desequilibras totalmente, me enloquece saber que estas tan cerca y no pueda siquiera tocarte, me estas matando Stiles y no eres consciente de eso - su mano quedo suspendida en el aire tratando de borrar esas lágrimas de su rostro, pues no quería seguir dañándolo - Pero si eso te molesta tanto entonces no te molestare más - retrocedió un paso.

Nunca creyó que un corazón podría latir tan fuerte sin significar un paro cardíaco.

Sus pasos siguieron por acto reflejo al de ojos verdes que con un semblante de derrota se dirigía a la salida.

- ¡Espera! - el moreno paro justo tocando la perilla de la puerta sin atreverse a girarla - Espera - susurro una vez más - Lo siento - exclamo por primera vez, no quería herirlo - No era mi intención ... solo ...

- ¿Solo qué? - se giró y lo encaro, sus ojos lagrimeantes, como nunca lo había visto - Solo dime lo que sucede Stiles, dímelo y lo arreglamos, no existe nada que no haría por ti, si me dices que una estrella cayo y borro todo lo que sentías te creeré, si me dices que solo necesitas espacio te lo daré, si me pides que renuncie a todo por ti sin dudarlo lo haré, pero dímelo Stiles.

Trago estruendosamente, ¿Estaría bien decirle que su tío lo manipulo para que lo dejara?, ¿Estaría bien destruir su vida como la conocía por ser egoísta y tenerlo a su lado?, ¿Sería capaz de hacer tal cosa por solo terminar con su sufrimiento de una vez por todas?

- Dímelo Stiles, por favor, lo que tú me digas te prometo que lo haré - sus ojos verdes casi podía jurar que destellaban azul fugaz en contraste a los rayos de sol que se colaban por el cristal.

Tartamudeo, sus dedos revoloteaban incapaces de mantenerse quietos, no podía pensar con claridad.

Todo su cuerpo, todo su ser, toda su alma decía a gritos el nombre de ese hombre de barba, de aquel chico que conoció en la biblioteca y que no solo le había robado un beso si no su corazón de una manera salvaje y sin piedad.

No supo cómo sus labios se movieron inconscientes diciendo aquellas palabras que se tatuaron en ambos corazones, pero de una cosa estaba seguro, que se arrepentiría probablemente de ello.

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