Estaba a punto de bajar las escaleras, cuando un joven realmente apuesto.
- Buenas días hermosa dama- dijo en tono formal.
Pude ver que sus ojos eran verde jade y que su piel era tersa y color canela.
- Buenos días- dije mientras sonreía
- Quisiera usted ir al jardín a deleitarse con las más grandes variedades de flores- dijo el mientras señalaba lo que se suponía que era un invernadero.
- Me temo…que ella no va a poder ir a deleitarse con tus flores marchitas James- dijo una voz que quería escuchar-la señorita está ocupada con asuntos más importantes que unas flores agonizantes- dijo Sebastian con una sonrisa falsa en su rostro.
- Será otro día mi señora- beso mi mano y se dirigió hacia el invernadero o eso supongo.
- Sebastian…no entiendo nada de lo que ocurre aquí- dije mientras me perdía en esos profundos ojos rojos.
- Lo único que tiene que saber es que esta es su nueva vida- dijo Sebastian con una amable sonrisa.
- A ver si te entiendo…como que nueva vida… y mi familia y amigos… y todo- empecé a entrar en pánico.
- Para todos ellos…haz muerto- dijo en tono frio.
- N-no- fue lo único que dije ya que me desmaye por el miedo y el estado de shock en el que me encontraba.
Me encontraba en un pasillo oscuro y frio. No había señal de vida excepto la mía.
Caminaba con paso vacilante hacia un puerta roja, tenía el presentimiento de que allí encontraría todas las respuestas, que allí estaría mi salvación…pero una parte de mi sabía que allí también estaría mi perdición.
Entre por la puerta roja y sentí como mi pulso se aceleraba, sentía como mi respiración se agitaba con cada paso que daba dentro de esa habitación.
El olor era penetrante, olía a una mezcla asquerosa de lavanda y alcohol.
Trate de soportar el olor pero me fue imposible ignorarlo. Caí de rodillas y empecé a ver doble.
Cuando de pronto, el olor cambio, ahora era un olor conocido para mí, un olor que embriagaría a cualquiera, un olor que ansiaba. Era el olor de Sebastian.
Guida por mi olfato me dirigí por una pequeña puerta que daba a un despacho.
- Por fin llegas- dijo una voz grave- pensé que te morirías al estar en contacto con el olor a lavanda- volvió a hablar aquella extraña voz.
- Disculpa… ¿nos conocemos?- pregunte claramente confundida.
- Tu a mí no... pero yo a ti si, pequeña- volteo la voluptuosa silla de cuero- te conozco desde que naciste- cuando se volteo pude ver a un anciano de tez pálida y de ojos azules-ahora esta marca te pertenece- dijo aquel anciano.
Que quería decir con que “esta marca me te pertenece”. Cuando termino de decir esto sentí un ardor en mi ojo derecho. No pude evitar gritar cuando apareció, el dolor era insoportable.
- Ahora Sebastian te pertenece solo a ti pequeña-
En ese momento todo se volvió aún más oscuro y caí en un vacío interminable.