37. No te preocupes por mí

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Jujuju lo que se viene, y no es Alessandro xd Vale, no era un chiste. Bueno, sí. Empezad a leer ya.

Hundí mi rostro lleno de lágrimas en la perfectamente planchada camisa blanca de Dante Della Rovere, el hombre al que mi antepasado quiso asesinar, aunque nunca llegó a hacerlo.

Uno de sus fuertes brazos sujetaba mis piernas y con el otro sostenía mi espalda, sin mostrar ningún esfuerzo por ello.

Yo nunca solía llorar. Hacía tiempo que había aceptado mi férrea personalidad y era completamente chocante el hecho de sentir aquella incesante humedad en mi rostro y mi entrecortada respiración, del todo agobiante.

Dante seguía andando a una velocidad completamente normal, sin decir ni una sola palabra, sin preguntarme por qué mojaba su camisa ni por qué mis uñas se clavaban en su pecho y también sin atreverse a averiguar la razón por la que lloraba desconsoladamente conta su frío cuerpo, tan reconfortante en aquel momento como no lo había sido nada en mucho tiempo.

No lloraba por haber descubierto la verdad que llevaba buscando desde hacía tanto tiempo y tampoco por la impotencia que sentía dentro de mí al saber que mi familia era la responsable de las muertes que siempre se habían asociado a causas externas a la consagración pagana de la tierra, sino más bien me deshacía en lágrimas por un completo e indescifrable terror que incrementaba cada vez que pensaba en aquel hombre de cabellos grises y mirada triste que me había tratado toda la vida como si fuera mi único apoyo, cuando, en realidad, tan solo buscaba que fuera su legado.

—No quiero ir a mi casa —sollocé, todavía contra el pecho del vampiro, cuando sentí que su camino en línea recta se desviaba ligeramente.

—No pensaba llevarte allí —susurró, pegándome todavía más a él.

Mi corazón latía con rapidez y podía sentirlo en mis oídos como el sonido persistente de un instrumento de percusión, aunque eso no me impidió levantar los brazos para que, finalmente, pudiera rodear el cuello de Dante con ellos, siendo aquella la mejor forma de agradecerle que me hubiera sacado de la iglesia del diablo cuando más lo necesitaba.

—Tú lo sabías y aun así me has tratado como si fuera completamente normal —murmuré, intentando controlar mis lágrimas.

Levanté ligeramente la mirada para observar su hermoso rostro desde abajo y pude ver cómo tragaba saliva con dificultad.

—No tienes la culpa de nada —dijo, tal vez intentando reconfortarme, pese a que acabara de descubrir que era la heredera de una familia de asesinos.

Tomé aire y lo expulsé lentamente, volviendo a apoyar la cabeza en su duro cuerpo.

—Puedes bajarme —le dije, y él tan solo asintió, agachándose para que mis pies tocaran con dulzura la tierra que llevaba años manchada de sangre, aunque la diferencia era que ahora sabía la razón.

Mis piernas temblaban ligeramente así como lo hacía todo mi cuerpo, pero eso no me impidió mantener el equilibrio. Ya no estaba llorando, al menos, al nivel al que lo había hecho minutos atrás.

Fue entonces cuando me di cuenta de que nos habíamos desviado del camino. Estábamos andado entre los hierbajos, pasando entre árboles extremadamente cercanos el uno con el otro y donde la luz no incidía con ningún tipo de intensidad.

—Si va a buscarte, nunca se atreverá a adentrarse en el bosque. Nadie conoce el camino entre los árboles excepto yo. Hace cuatrocientos años que lo hago —susurró, tal vez intentando tranquilizarme, aunque ya lo había supuesto.

Algo en mí no me permitía desconfiar de Dante. De acuerdo que fuera un vampiro y que hubiera guardado el secreto de que mi familia era una panda de asesinos a sangre fría sin comentarme nada al respecto, pero sentía que con él estaba a salvo de una forma que no había sentido con nadie. Él parecía querer protegerme de verdad, pese a que, según el pacto, ese debía ser su cometido.

DanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora