—¿Quieres que te mate? —pregunté, intentando hacer contacto visual con aquellos preciosos ojos verdes.
Él, todavía hundido en el libro de una única página, suspiró en respuesta, antes de apartarlo para dejarlo sobre la cama y esconder su rostro entre sus grandes y fuertes manos.
Mi familia, definitivamente, estaba mal de la cabeza y había un claro patrón de sociopatía hereditaria que me estaba revolviendo las entrañas. Mi propia antepasada, sin saber quién era yo, había escrito en un libro que debió de ser nuevo en su tiempo, que debía matar a Dante Della Rovere, por alguna razón que desconocía, porque, claramente, él no era una aberración en ningún bosque.
—Dime qué gana Julius si yo te corto la cabeza —insistí, aunque claramente no tenía ninguna intención de rebanar aquel pálido cuello de proporciones dignas de cualquier escultura griega.
Era perfecto en su conjunto y algo tan bello, no podía ser destruido.
—Que tú no debas asesinar a más inocentes —murmuró, como si estuviera pensando en algo completamente distinto.
Apoyé ambos brazos en la cama para acercarme un poco más a él. Sentía la frialdad que su cuerpo irradiaba y, aún así, no me parecía desagradable, en absoluto.
—Pero yo no quiero matarte —le dije, y él sonrió.
—Por primera vez, no puedes decidirlo tú. El poder celestial es mucho más poderoso que tu voluntad y si, de alguna forma, Charlotte logró comunicarle el mensaje allí escrito a Dios, ten por seguro que ocurrirá —afirmó con seriedad.
Realmente aquello se estaba volviendo un círculo de fanáticos. ¿No había predicado siempre Julius que el Señor era bueno con todos y que sabía perdonar? Porque yo siempre había sido una buena chica y no me merecía el castigo que suponía aquella pesadilla eterna de la persecución del inocente y el vampiro.
—No me gusta el rumbo que está tomando esto. Yo era feliz en mi ignorancia, cuando solo iba al bosque cuando quería escribir, cuando creía que Julius tan solo era mi beato tío abuelo, cuando...
—Cuando no nos conocías ni a mis hermanos ni a mí —concluyó Dante, apartando el libro para dejarlo todavía abierto sobre mi cama.
Sin detenerme demasiado a pensarlo, asentí con la cabeza.
Nunca me había quejado de ser asocial. Tenía poca inspiración real porque mis escasos amigos ya no vivían en la apartada ciudad, pero el haber conocido a los tres vampiros y toda la historia de mi loca familia no compensaba lo realmente mal que lo estaba pasando en mi interior. Yo era curiosa por naturaleza, disfrutaba de conocer cosas nuevas, de averiguar sucesos impensables para todos, pero aquello empezaba a sobrepasarme. Hacía más de cuatrocientos años que las autoridades de Aurumham intentaban atrapar a los asesinos del bosque, buscando distintos culpables entre los extraños del pueblo, acusando a gente inocente de los crueles crímenes que sucedían cada década, cuando los verdaderos culpables eran aquellos que se refugiaban en la iglesia, bajo un manto de falsa santidad que los hacía ver incluso peores.
—No voy a mentirte, Dante. Sé que hace tiempo que insisto en saber la verdad, que me meto donde no me llaman y que eso me ha llevado a donde estamos ahora, aquí, sentados en mi cama, pensando en que si tú mueres todos mis problemas terminaran. Sé que yo misma me he buscado el tener esta conversación, pero no solo he sido yo la culpable de toda esta locura. Yo nunca he pedido conocer a ningún vampiro, ni estar ligada con sangre con uno de ellos y tampoco descender de una familia de asesinos en serie, y, aún así, mírame, planteándome en si sería mejor acabar con tu vida que continuar con la mía.
Dante dejó de mirarme para colocar su mano sobre la mía de pronto, provocando que mi cuerpo entero se estremeciera ante la frialdad de su tacto. Se acercó algo más a mí, en silencio, sin dejarme reaccionar, lo justo para que nuestros hombros chocaran y estuviéramos tan cerca que prácticamente podía sentirme parte de él, de la rapidez con la que respiraba, de la tensión de los músculos de su brazo y de lo pequeña que era yo a su lado, porque todo en él lograba opacarme en aquel instante.
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Dante
Vampirgeschichten«Si quieres acercarte al demonio, has de tener presente que, junto a él, arderás en el infierno y nunca podrás volver atrás.» Historia iniciada el 1/10/2018