51. Salvad al condenado

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Me autodedico esta masterpiece del mundo de la música porque HOY ES MI CUMPLEAÑOS, SEÑOR, DIOS MÍO y Too much to ask me recuerda a mis 18 que quedan muy lejos porque era en mis años de adolescencia Y AHORA TENGO 20 WHAT.

Debía de haberme acostumbrado a despertar en casa de los Della Rovere, pues, cuando abrí los ojos, cubiertos por un paño húmedo que sujetaba Dante con firmeza, no hice ni una sola pregunta.

Recordaba los brazos fuertes de Valentino alrededor de mi cuerpo y lo agradable que se sentía su sangre al acariciar mis labios y, aunque estaba segura de que quien más me fascinaba de todos los Della Rovere era Dante, era imposible dejar de lado todo lo que Valentino había hecho por mí. Y lo que me había obligado a hacer.

—Dante —susurré, intentando incorporarme en la cama.

Él fue más rápido que yo, porque claro, era un vampiro. Apartó la toalla de mi rostro y clavó sus ojos verdes en los míos, antes de agarrar mi brazo para sostenerme y no volver a caer recostada sobre aquella cama.

Llevaba mi abrigo todavía puesto, aunque el frío que sentía en mis pies dejaba claro que tanto mis zapatos como mis medias térmicas habían desaparecido en mi aventura casi mortífera.

—Siento no haber estado allí para ti —dijo con firmeza, como si se hubiera visto obligado a hacerlo.

Fruncí el ceño ligeramente, bajando las piernas de la cama para quedarme sentada a su lado, todavía con su mano sobre mi antebrazo, ejerciendo una pequeña presión que jamás me habría resultado molesta.

Bajó la cabeza hacia su mano libre, en la que se encontraba la toalla con la que estaba limpiándome el rostro en el momento en el que había despertado, la cual debía de haber sido blanca en algún momento, pese a que entonces estuviera teñida de rojo.

Me llevé la mano a la frente para buscar la herida que Julius me había provocado, aunque ya no estaba allí.

—Deberíais de comercializar la sangre de vampiro. Os haríais ricos —dije, sin apartar la mirada de su rostro decaído.

—No creo que exponernos más al mundo nos haga algún tipo de bien. Pocos humanos conocen nuestra naturaleza y ninguno de ellos se lo ha tomado a bien. Mira Julius, es todo un sociópata —murmuró con desgana, aunque, cuando pronunció lo último, sonrió.

Él también parecía un poco desequilibrado algunas veces.

—Ha dejado que me desangre en una habitación incomunicada —añadí.

Dante dirigió su mirada a mi rostro.

—No debería de haberme prohibido a acercarme a ti —soltó.

—¿Quién?

—Yo mismo.

Me relamí los labios y bajé mi mano hacia la suya, la que seguía rodeando mi antebrazo con simpleza, y se la apreté, sintiendo la frialdad que su suave piel desprendía.

—Sé que eres consciente de mi problema con Valentino —murmuré.

Él soltó mi brazo para agarrarme la mano, casi al instante.

—Para mí no lo es. Su sangre acabará por desaparecer de tu cuerpo en cuanto llegue la luna llena y volverás a tener pleno control sobre tus acciones —dijo, como si yo no hubiera vuelto a su hermano justo después de que el efecto de su sangre tuviera poder en mí.

Era estúpido seguir pensando que una pequeña parte de mí no estaba solamente obsesionada con Dante. Él había sido el primero, sí, pero la sucesión de desastres que había provocado la aparición de los Della Rovere a la ciudad me habían hecho sentirme atraída de la misma forma por Valentino que por su hermano mayor. Y, a veces, y solo a veces, por Alessandro, porque tenía ojos en la cara y ese vampiro estaba más bueno que el pan.

DanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora