41. Danlicioso

4.5K 451 60
                                    

Sí, el título es todo mío. Lo voy a patentar. También voy a patentar mi estupidez porque eso no tiene precio.

Insisto en lo de la estupidez porque creo que lo he puesto en borrador sin querer. En fin.
Sentí unos dedos rozar mi mejilla con suavidad para apartar mi cabello castaño de mi rostro.

Mis párpados se sentían pesados y estaba físicamente agotada, aunque logré abrir los ojos para visualizar a Dante arrodillado junto a la cama, con el ceño fruncido y el gesto serio, casi enfadado, acariciándome dulcemente, como si su mano fuera libre de sus emociones.

Intenté sonreír, pero no pude hacerlo. Aunque Valentino me hubiera dado su sangre, tenía las mismas ganas de morir que la primera vez y eso, por regla médica, no era, para nada, positivo.

—Voy a matarlo —dijo con suavidad, tan tranquilo como sus caricias.

Parpadeé varias veces, intentando acostumbrarme a la luz solar. No sabía qué hora era, aunque apostaba que mediodía, lo que no cuadraba, en absoluto, con el momento en el que me había mordido el maldito Valentino, cuando el sol ya no brillaba con tanta intensidad.

—¿Qué ha pasado? —pregunté, completamente aturdida, aunque plenamente consciente de que Vivi el pervertido, como lo había llamado Alessandro una vez, me había mordido para, posteriormente, darme su sangre, la cual me sometía hasta la próxima luna llena a sentir calores poco aptos para hablarlos con mi tío abuelo por él.

Dirigí mi mirada lentamente hacia la puerta, cuyo marco parecía completamente destrozado, probablemente porque Dante la hubiera forzado para entrar, algo que yo, por muy ruidoso que debía de haber sido, no había oído. En absoluto.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó, ignorando por completo lo que le había pedido. Probablemente sabía exactamente lo mismo que yo.

Intenté incorporarme, pese a que sintiera que me hubieran descargado un camión de la basura encima y, para mi sorpresa, descubrí que pude hacerlo, sin ningún tipo de esfuerzo.

Maldita sangre de vampiro.

—Como si me hubiera atropellado un caballo y hubiera vuelto atrás en el tiempo justo cuando hubiera terminado de pisotearme —acerté a decir, llevándome una mano a la cabeza.

Por suerte Valentino había sabido cuándo parar, porque sino probablemente estaría más muerta que Amanda Cooper y Savannah Clifford, las dos víctimas de mi sociópata tío abuelo Julius De'Ath.

Dante se levantó, dejándome en una altura completamente ridícula, tan solo para ofrecerme su mano derecha, tan firme como lo era él.

La acepté, aunque no muy segura, a la vez que me levantaba de la cama, intentando mantener el equilibrio y recordando lo que era no hacer el ridículo.

Dante fue más rápido que mis pensamientos, pues consiguió sujetarme por la cintura antes de que pudiera siquiera recordar cómo andar.

Su cercanía era deliciosa. Su brazo era estable y seguro, cubierto con aquel jersey azul oscuro hasta la muñeca, desnuda, en la cual había apoyado mi otra mano, disfrutando del frío invernal que desprendía su cuerpo.

Levanté la mirada para fijar mis ojos castaños en los suyos, intensamente verdes, y sentí mi corazón encogerse al apreciar tanta perfección en el vacío de unas pupilas.

Estaba claro que algo me unía a él, y no precisamente aquel brazo que rodeaba mi cuerpo como si fuera frágil y delicado, algo que, por supuesto, jamás había sido.

—Creo que deberías volver a casa —dijo, en un tono que rompió por completo la magia del momento—. Es mucho más seguro que estés con tu familia ahora, no hay razón por la que seguir a nuestro lado. Cuando terminemos la misión, los tres desapareceremos y no volveremos a vernos hasta dentro de una década, cuando tú ya hayas rehecho tu vida. No es justo que te haga perder el tiempo ilusionándote con tenerme, porque, aunque quisiera, yo voy a tener que marcharme en, probablemente, semanas y, aunque te bese, te abrace y te tenga, nunca podrás ser realmente mía, y, por primera vez, no es por culpa de tu apellido, sino por el mío.

DanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora