Capítulo 12; Quiero probar la forma en que sangran

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En la planta baja sentados en el comedor los cinco chicos que estaban presentes, se encontraban sin ánimos y desconfiados. Gerard había procedido a contarles con sigilo a los demás que sus sospechas hacia Santiago habían desaparecido y que no creía que el pudiera haber cometido tal asesinato. No habían visto ni un rastro de Mariana o Shanaia por ningún lado del hotel, lo revisaron de pies a cabeza y no había pistas o indicios de donde pudieran estar alguna de ellas.

—Chicos ¿Qué haremos ahora?—Pregunto Camila Campbell—si ninguna de ellas aparece. ¿Qué haremos? ¿Nos iremos sin ellas? ¿Las abandonaremos aquí con la posibilidad de que estén aún con vida?

Jesús dio un golpe sobre la gran mesa y dijo:

— ¡No vamos a salir de aquí, no hasta que las encontremos, son nuestras amigas, lo han sido por bastante tiempo como para abandonarlas aquí como perros!

Gerard intervino al ver que los ojos de Camila se aguaban ante el regaño

—No, trataremos de esperarlas lo más posible...pero si transcurre mucho tiempo, lo más recomendable seria buscar otra forma de escapar y desistir de la búsqueda. — Explico el chico de cabellos lisos y negros— si encontramos una salida y ellas aun no aparecen, lo más recomendable seria escapar y luego venir por su búsqueda.

Al oír esas palabras Jesús quedo atónito, no daba crédito a lo que decían, el simple hecho de abandonar a Shanaia o Mariana le resultaba increíble. Para él siempre había sido. "Juntos venimos y juntos nos vamos" no se podía abandonar a sus amigos así como así y menos si un maniático los tenía en cautiverio en algún lugar de ese espantoso hotel.

— ¡No, no pienso quedarme a escuchar eso! ¡No podemos abandonar a Mariana o Shanaia aquí solo porque encontremos una salida!—Grito Jesús, evidentemente molesto— ¡nuestro deber como amigos es esperarlas y no dejarlas a la deriva aquí con un maniático suelto!

Molesto Gerard, se levantó de su asiento para decir:

— ¡Ya basta Jesús! ¡Deja de decir las cosas como si nosotros le restáramos importancia a la desaparición de Shanaia o Mariana! —Gerard, dio un golpe sobre la mesa asustando a todo (incluido Jesús) — ¡No queremos abandonarlas a su suerte aquí sabiendo que hay un asesino suelto! ¡Solo queremos lo mejor para todos y si en algún momento se nos presenta la oportunidad de escapar de este infierno debemos tomarla a cualquier precio!

Hubo un silencio inquietante en la sala mientras Gerard, tomaba aire y continuaba su discusión diciendo:

— ¡No quieras menospreciar a Mariana o mis ganas de que este viva, ella es mi mejor amiga y daría todo porque estuviese viva, al igual que tú por Shanaia pero tenemos que pensar en el bien de todos, no solo en el de una persona, eso sería egoísta!

El regaño de Gerard fue silenciado rápidamente por lo que parecía ser un ángel. Alguien que conocían acababa de salir de la cocina moribunda. Eso incremento la esperanza en algunos y el terror en otros. Shanaia Últim apareció de una de las esquinas de la cocina, estaba casi desmayada. Al verla todos se sintieron alegres, su compañera y amiga estaba con vida. Jesús salto a por su amiga, para socorrerla, Ruby, Camila y Gerard fueron para brindarle apoyo.

— ¡Shany, estas con vida!—Grito Jesús, alegre de ver que Shanaia estaba sana y salva— ¿¡Dónde estabas!?

Shanaia se encontraba aturdida, pero poco a poco se fue incorporando en sí, aparto a Jesús con la mano sutilmente tratando de que este no notara que no lo quería cerca; pero ya era muy tarde Jesús entendió lo que había querido decir ese gesto y se aparto

— ¿Cuéntanos, que paso? —Pregunto Camila, a Shanaia mientras la chica se sentaba— ¿Dónde está Mariana que les paso?

Shanaia al escuchar el nombre su amiga empezó a llorar, levanto levemente la mirada y pudo ver como Gerard intentaba ver atreves de la cocina para buscar a Mariana. Un pesar se clavó en pecho de la chica, quería hablar y contarles todo lo que sabía, pero no podía estaba muy cansada como para explicarles, en ese momento lo único que le apetecía era acostarse en una cama y llorar por todo lo que había pasado.

Diez versos para morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora