Epilogo

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Era viernes por la tarde, Daniela Nápoles acababa de llegar al gran hotel Foitités. Ella había ido de sorpresa al gran hotel para sorprender a sus amigos en su última noche de su grandioso hospedaje ahí. Había querido ir con ellos desde el principio y aunque fue elegida también para ir con su grupo tenía cosas que hacer y tuvo que retrasarse quedarse en el hotel pero estaba totalmente preparada para irse a cuba con sus amigos.

—Ya está todo señorita, aquí tiene sus maletas—Dijo amistosamente el chofer de la gran limusina, que llevaba su uniforme, un traje negro, guantes blancos y un sombrero la cual la había llevado hasta ahí— me parece raro que haya venido señorita. —Exclamo el chofer sintiéndose confundido— Hasta donde tenía entendido yo vendría por todos mañana para llevarlos al aeropuerto

—Sí, lo que pasa es que yo no vine con ellos en el primer viaje pero jamás me perdería ir a cuba con mis amigos—Explico Daniela gentilmente demostrando la gran alegría que tenía— Gracias por ayudarme es usted muy amable Señor Winston

Daniela se miró en el reflejo de su teléfono para revisar si todo estaba bien, sus ojos negros, su piel caramelo y su cabello negro en una coleta baja estaba todo perfecto para el encuentro con sus amigos. Se despidió del chofer y tomo sus maletas. Toco la gran puerta del hotel pero esta estaba abierta, la chica entro como si nada pasara. Cuando vio que la sala del hotel estaba impecable y vacía, salvo unas especies de estatuillas rotas. Daniela grito fuerte y claro:

— ¡Chicos, adivinen vine a pasar la última noche con ustedes!—Daniela espero un par de segundos esperando a que alguien saliera y la saludara, pero eso no paso.

Se adentró un poco más al hotel y vio hacia la piscina. Parecía estar vacía, al fondo había unas especies de bultos pero Daniela no le presto mucha atención. De pronto un olor fétido golpeo las fosas nasales de la chica. Soltó sus maletas cerca de un sofá cercano y volteo.

Lo que vio Daniela le produjeron unas fuertes ganas de vomitar y de llorar a la vez. En la gran mesa redonda del comedor había diez personas sentadas. Eran sus amigos, algunos estaban manchados de sangre muertos, unos estaba irreconocibles algunos olían tan mal que se notaba que llevaban días muertos y todos estaban mirando hacia abajo. Millones de dudas cruzaron la cabeza de Daniela. La chica los reconoció al instante, quiso gritar pero antes de darse cuenta de lo que estaba pasando, alguien la sujeto fuertemente por la espalda, Daniela logro soltar un grito ahogado antes de que pusieran un pañuelo que tapase su nariz y su boca, ella empezó a sentir que se desvanecía cuando una voz que Daniela no pudo reconocer en ese momento susurro a su oído antes de que la chica se desvaneciera y cayera al suelo

—Tal vez ellos ya llegaron a su final Daniela, pero en cuanto a ti este es el comienzo

Diez versos para morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora