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Sandra

El día de la boda había llegado. Estaba como un flan, desde anoche apenas había dormido, me había quedado en casa y Nagore se había ido a casa de Laura a pasar la noche previa a la boda, como la tradición decía para empezar bien el matrimonio. 

Mi madre y mi hermana habían venido pronto para ayudarme a vestirme. Mi madre me había traído un anillo azul, que era de mi abuela que se lo había dado para cuando se casó, también lo llevó en su boda y quería que yo también lo llevará en este día tan importante. 

También mi hermana me había prestado un collar con una pequeña piedra a juego con el anillo. Con esto ya llevaba todo, algo nuevo, algo prestado, algo azul y algo usado. Nos hicimos algunas fotos junto a mis padres y mi hermana y después salimos en dirección a la finca.  

Cada vez estaba más nerviosa. Me temblaban las piernas, mi madre lo notó y me cogió la mano en el asiento trasero del coche. 

Madre Sandra: Estoy convencida que vas a ser muy feliz en esta nueva etapa que empiezas. Nagore es la mejor nuera que unos suegros pueden tener. Se lo mucho que habéis sufrido en vuestra relación, todo lo que habéis luchado juntas y eso os ha hecho más fuertes. El amor mueve el mundo y se que vuestro amor es infinito. Solamente, siempre, tenéis que ser felices la una al lado de la otra. 

Y así llevamos al sitio, el coche se detuvo y mi padre abrío la puerta y me ayudó a bajar. La mayoría de invitados ya estaban esperando. 

Nagore

Llegué la última, como mandaba la tradición, en el fondo vi que todos los invitados ya estaban en sus asientos. Me agarré del brazo de mi madre, que era la que me llevaba al altar. También vi a Sandra, pero estaba de espaldas. 

Madre Nagore: Tranquila, estás guapísima. 

Tras estas palabras, respiré hondo y empezamos a andar hacía donde estaba Sandra. Los invitados no paraban de sonreír a nuestro paso, algunos ya estaban emocionados también. Notaba todas las miradas puestas en mi y todas las cámaras apuntándome. 

Llegué al lado de Sandra y me agarró de la mano. 

Sandra: Estas guapísima (me susurró)

Empezó la ceremonia y yo no podía parar de mirar, de reojo, a Sandra, estaba increíblemente guapa. Varios testigos narraron como nos conocieron y explicaron historias graciosas de ambas. Después nuestros mejores amigos, nos acercaron los anillos. 

Jaime: Tu alma gemela no es alguien que entra en tu vida en paz, es alguien que viene a poner en duda las cosas, que cambia tu realidad, alguien que marca un antes y un después en tu vida. No es el ser humano que todo el mundo ha idealizado, sino una persona común y corriente que se las arregla para revolucionar tu mundo en un segundo. Sandra, aceptas a Nagore como tu esposa, para compartir los buenos y malos momentos juntas, para hacer locuras y para afrontar las dificultades de la vida. 

Sandra: Sí, acepto.

Jaime: Nagore, aceptas a Sandra como tu mujer, para amarla siempre, para luchar contras las adversidades de la vida pero sobretodo para formar un camino juntas, de la mano. 

Nagore: Sí, acepto.

Jaime: Yo os declaro legalmente casadas. ¡Podéis besaros! 

Me giré, puse mis manos en la cara de Sandra y la besé, nuestro beso sellaba la promesa que acabamos de hacer. Finalmente ya eramos dos mujeres casadas. Tras el beso, nos giramos y todos los invitados comenzaron a aplaudir. 

Recorrimos el pasillo de la mano mientras nos tiraban arroz y confeti. Estaba en un momento en el cual era imposible de describir todo lo que sentía. Era, sin duda, el momento más mágico de mi vida. 


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