Prólogo

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27-Agosto/2017

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27-Agosto/2017.

Una chica, una patrulla, un oficial de policía ebrio, una fiesta, un mal momento, un par de mentiras y muchos otros acontecimientos.

La noche había caído en el pueblo, casi todos dormían o veían televisión con sus hijos, a las afueras de la ciudad, por el lado de las cabañas que daban paso a la vía estatal, una fiesta se hallaba en su esplendor. Alcohol, parejas, besos aquí y allá. Una chica se preparaba para salir al patio hasta que sintió el toque vulgar de alguien tras ella. Era un tipo mayor, cuyo lugar en aquella cabaña no debió ser permitido. La chica lo alejó, sintiéndose acosada y él, en el mayor estado de ebriedad, le propinó una cachetada antes de entrar a la sala con cerveza en mano.

Su mejilla ardía, y sintió el impulso que el frío y el alcohol le daba para vengarse de él. Se levantó como si nada y buscó mesa por mesa algo que identificara al tipo. Al final encontró todo lo que necesitaba, incluyendo las llaves de un carro. Salió al aparcamiento y se dio cuenta que lo que buscaba era mas bien una patrulla. Vaya, un policía en plena fiesta adolescente. Encendió el coche y arrancó por la carretera destapada que llevaba a la principal.

El frío golpeaba su cuerpo y el viento llevaba consigo una inaudible melodía tranquilizadora. No tenía un plan especifico, quizá dejaría el carro en medio de la nada y que el señor se encargara de encontrarlo, si no es que sus jefes ya lo habrían hecho primero.

Aceleró y no se preocupó por encender las luces del carro, lo que menos importaba eran las malditas luces. La flecha en el tablero seguía en aumento mientras disfrutaba del aire fresco en su rostro. De pronto, algo la obligó a frenar de golpe. Sintió como su cuerpo se movía hacia adelante en un golpe seco, y como al mismo tiempo, la parte delantera de la patrulla empujaba algo aun mas fuerte. "Es un animal. Si, solo es eso, un animal" Pero no estaba del todo convencida de sus propias palabras. Encendió las luces por fin y se llevó cara a cara con el cuerpo en el suelo de una mujer. Estaba muerta, eso era lógico, la sangre manaba de su pecho y su cuello parecía debatirse entre estar en el lado derecho o izquierdo.

Su corazón latió desesperado y acercó un palo de un árbol para asegurarse aun mas de que no estaba viva. Las lagrimas no demoraron en inundarla y se tiró en el suelo a llorar en silencio. No se podía quedar allí ¿O si? Debía pensar en algo. Agarró su teléfono y marcó a su amiga. A los pocos minutos esta llegó, dándose tal sorpresa. No hubo preguntas, por lo menos no hasta que el trabajo estuvo hecho.

A la mañana siguiente, ellas dos no iban a hablar sobre lo acontecido en la noche del 27 de agosto. Los policías creerían que el causante del accidente había sido el policía dueño de la patrulla, y era lo mas lógico, pues el tipo estaba semi-inconsistente en una cabaña, disfrutando de una fiesta adolescente. La chica recién llegada aprovechó para formar una escena del crimen que las librara de todo el rollo, y mas aún, de que se asegurara la culpa para quien fuera menos ellas.

Apagaron las luces de la patrulla y se subieron a su carro. Aceleraron y desaparecieron por la vía, convencidas de que iban a salir bien libradas; seguras, de que nada podría contradecirlas, o en algún caso mas dramático, destruirlas.

El cuerpo seguía allí, el silencio se hizo por unos segundo y parecía que nada hubiera pasado. Todo llamaba calma y paz, y la oscuridad era la clave para dar ese sentimiento de tranquilidad. Alguien salió de entre los arboles y se agachó frente al cuerpo, sin tocarlo. Con ira y desenfreno secó las lagrimas de sus ojos. Si alguien debía pagar no iba a ser su padre, sino esas dos chicas. Esas dos chicas, y todos los que estuvieran detrás. 

La Culpa de lo que Somos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora