Ceremonias Fúnebres

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Helen

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Helen.

Me puse mi vestido negro y me quedé en el espejo contemplando mi reflejo, me acomodé el cabello que quedara suelto y me coloqué una cinta roja a modo de diadema.

El entorno estaba como aquellos días en los que las personas solo se quedan en sus casas acostados y no salen a las calles por el clima o porque el día anterior hubo una fiesta importante, así como en año nuevo, calles solas, el sol se escondía detrás de las nubes y parecía que las calles estaban desoladas.

Extendí la toalla en un asiento y luego bajé a la sala donde me esperaba mi mamá para ir al funeral de Sara; Nunca pensé que eso fuera a pasar por mi mente, pues creí que tendría a Sara por muchos años a mi lado.

—Helen Vamos—me gritó mi mamá cuando voy bajando las escaleras.

—Ya estoy aquí, Vamos.

Ella agarró sus segundas llaves y las metió en su bolso; ella es el tipo de persona que tiene varias copias de llaves por si algo le llega a pasar a alguna, también, cuando tengo que levantarme muy temprano ella es de las que me obliga a poner 10 alarmas, pues sabe que va a ser muy difícil levantarme con una sola, me conoce tan bien.

Salimos de la casa y aseguramos bien la puerta, esa vez no agarramos taxi para ir la iglesia, nos fuimos caminando, el día estaba fresco y no había mucha gente por las calles.

Pasamos una o dos calles y empezamos a notar la presencia de las personas, pero había algo poco común en ellas, su ropa era oscura y me di cuenta de que todos se dirigían en la misma dirección de nosotras: la iglesia.

Ya estábamos a una calle, y desde ahí se podía contemplar la cantidad de personas que habían. Pude ver a Alice, Andrew y Cris en la puerta esperándome; Alice llevaba su cabello en una cola alta, como siempre, pues es perfeccionista con su imagen. Cris al igual que Andrew llevaban un traje negro sin corbata, y como siempre el botón de arriba de la camisa de Cris estaba sin abotonar, luciendo despreocupado.

—Hola—Les dije dándoles una sonrisa triste.

—Hola, Helen— responden todos al mismo tiempo.

Entramos a la iglesia y el ambiente era demasiado triste, tanto, que si alguien llegara y no conociera a Sara le hubieron dado igualmente ganas de llorar.

Buscamos unos asientos dentro y encontramos unos en la segunda fila en frente del altar; A la derecha de él se encontraba el ataúd, y a su alrededor habían unos ramos de flores hermosos, con rosas, claveles y margaritas, ademas se contemplaba una hermosa foto de Sara, en donde se mostraba su cabello rubio suelto, una sonrisa esplendida y esos ojos azules expresando alegría.

Me acerqué al ataúd para ver por última vez a mi mejor amiga. Apoyé mis manos sobre el y pude contemplar solamente su rostro, que estaba dotado de belleza, le habían puesto su vestido blanco y habían dejado su cabello suelto en plenitud.

La Culpa de lo que Somos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora