Si todos los Muertos Hablaran.

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Incógnito

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Incógnito.

Sentados en la sala de la casa de Cris se encontraban los cinco chicos. Eran aproximadamente las cuatro menos cuarto de la mañana y la policía había sacado apresuradamente a todas las personas del baile lo antes posible, pues, la investigación no se basaría en un solo asesinato, sino que se añadiría a la larga lista de homicidios sin resolver que consternaron el pueblo durante ese último mes. Helen estaba inquieta y había considerado junto a los demás hechar al fuego aquella corona con la sangre de Miguel. Y efectivamente eso fue lo que hicieron. En medio de su ansiedad, su inestabilidad y su cansancio lanzaron a la humeante chimenea la corona y todo lo que dentro del bolso estuviera manchado de sangre, incluyendo, tal vez su propia conciencia.

Alterados y sin tener la menor idea de que hacer se sentaron en el suelo al rededor de una mesa de cristal y sobre ella, unas cuantas hojas de papel reposaban.

— Si tuviéramos la oportunidad de saber quién es esta persona. La tomaríamos, ¿verdad?— preguntó Helen con una mirada meticulosa sobre los objetos de la mesa.

—Eso es más que lógico— respondió Cris alzando sus hombros y acomodándose en el suelo mientras apoyaba su espalda en uno de los sofás.

Helen calló un instante, y a juzgar por su mirada estaba profundamente pensando en algo importante, y eso de una u otra manera me causaba miedo. Pues era una chica inteligente, más de lo que uno podría querer.

—¿Pero y si eso nos costará nuestra libertad?— todos compartieron miradas confundidas ante el comentario de chica. Ella como respuesta a sus gestos continuó— si pudiéramos saber quién es esta persona lo tomaríamos, eso es obvio. ¿Pero y si eso nos costará ir a la cárcel? El o ella, creo que puede ser más una "ella", sabe tantas cosas sobre nosotros que ni siquiera nosotros mismos sabemos, no dudaría tampoco ni un segundo en usarlo en nuestra contra, eso es mucho más que obvio.

Los demás comprendieron el punto de Helen al instante y una sonrisa desprovista de humor por parte de Cris me lo confirmó.

Ya se habían dado por enterados, primero Helen, de que no podían centrarse en saber quién era aquella persona que los acechaban y al pueblo. Tenían que centrarse primordialmente en recoger pruebas, tla vez testigos que confirmarán la versión real de los hechos, su versión. Que confirmara que ellos no habían asesinado a Lili Strong, que confirmara que no habían asesinado a los demás; después de eso sí podrían estar al pendiente y descubrir quién era, más específicamente quien era yo.

Helen no separaba su mirada de los objetos de la mesa y su reducido campo visual se centraba en uno de los pequeños recipientes de Cristal que Cris llenaba de dulces cada semana. Su expresión seguía siendo meticulosa y cada segundo que pasaba acercaba más su cabeza a la mesa, y por ende al cristal.

—¿La policía devolvió todas las cosas de tu casa?— cuestionó Alice tal vez tratando de sacar un tema de conversación.

—Si, si los desgraciados devolvieron todo. Llegaron a mi casa diciendo con amabilidad y con una estúpida sonrisa postiza "Muchas Gracias por su colaboración señor Lincoln. No encontramos nada relevante para el caso, pero fue usted de gran ayuda."— Su voz se puso más aguda de lo normal pues trataba de imitar a una de las oficiales que había allanado legalmente su casa.

Alice, Cris y Even sonríeron ante el intento fallido por parte de Andrew de cambiar su voz. Y también de paso rieron al escuchar por boca de Andrew una palabra que muchas personas considerarían "Obscena". Mientras tanto, Helen seguía enfocada en la coquita de cristal. Los demás la miraban extrañados pero no le pusieron ningún cuidado, pues ella tendía a observar de ese modo la mayoría de las cosas que le llamaban la atención. ¿Pero porqué eso le atraía? Finalmente metió sus dedos dentro y con la otra mano agarró la coquita para acercarla a ella. Al hacerlo hundió aun más sus dedos entre todos lo pequeños dulces de marca "Candy" que habían en él como si intentara buscar algo.

—Cris, ¿dónde compraste estos dulces?— preguntó con firmeza la chica.

Mi nerviosismo se aceleró y entrelace mis manos sobre la mesa después de inclinarme hacia la pantalla del computador.

—En una tienda del centro. Son muy baratos y deliciosos, acostumbro a comprar una bolsa semanalmente. ¿Por qué preguntas, Hel?

No hubo respuesta por parte de ella. Por lo menos no verbal.

Helen sacó del fondo un dulce, o lo que en ese momento pensaban que era uno, lo miró detenidamente y chitó a Cris antes de que ese se le ocurriera decir alguna cosa. Él calló y todos se miraron confundidos y se acercaron al lugar de Helen. Desenvolvió el empaque medio abierto y al hacerlo la cara de sorpresa y confusión de los demás no contrastaba ni un poco con la expresión orgullosa que llevaba Helen como si hubiese hallado la respuesta a una pregunta difícil de un examen.

—En algo tenía razón Wilson, no nos dejaron de vigilar. Tampoco dejarán de hacerlo.— seguido de eso, Helen cerró su puño con fuerza aplastando a su paso la pequeña microfono-camara camuflada entre los dulces, cortando también cualquier comunicación y dejando la pantalla de mi computador con interferencias, dadas en líneas negras y grisáceas.

— ¡Maldición!— grité dándole un golpe con el puño cerrado a la mesa, haciendo temblar los elementos sobre ella debido al impacto.

Cerré el computador con fuerza, pero midiendo también porque lo menos que quería en ese momento era dañar una de mis entradas de información. La rabia me hizo levantar de la silla y a deambular de aquí para allá dentro de la habitación pensando en que estarían pensando ellos después de descubrir aquél acontecimiento. Tenía más cámaras y micrófonos por toda la casa— y en todas las demás casas, carros y maletines— pero ninguno tenía la suficiente distancia para alcanzar un sonido apenas audible.

Comprendí que estaba pasando y lo único que tenía que repetirme una y otra y otra vez era una sencilla frase que mi padre me había enseñado desde pequeño para cuando me daban ataques de ansiedad: "Respira hondo y dispara." En sus mentes tal vez tenían pensado que ellos eran los buenos ¿Pero realmente lo eran? O ¿lo seguirían siendo? Eso no lo sabía y ese era el punto; las cosas pasan por algo y siempre hay que mantener el plan Principal, fuera cuál fuese.

Tomé la mancilla de la compuerta y al levantarla me di cuenta de cuánto necesitaba tomar aire fresco, solo había sido una hora desde que me senté frente al computador a vigilsrlos, sin embargó era algo cansón estar encerrado tres metros bajo tierra teniendo a cada lado paredes oscuras siendo iluminadas por una única luz que se apagaba intermitentemente cada vez que quería.

Cerré la compuerta detrás de mí procurando taparla un poco con el muzgo que se hallaba al rededor, nadie iba a encontrar esa compuerta pero era mejor prevenir que curar. Tenía ya bastantes planes para ese día, ya uno se había hechado a perder gracias a Helen Cárter pero los demás se mantenían en pie. Uno de ellos tenía que hacerse en ese instante, pues aunque fuese de madrugada llegar temprano a aquel lugar podría ser un inmenso alivio. Primero porque no tendría que hacer fila afuera parado bajo el penetrante sol de la mañana, y también porque no tendría que verle la cara a nadie.

Subí a mí auto y puse el GPS con dirección a la cárcel y me indicó la voz que el recorrido tardaba solo unos quince minutos.

A mí alrededor solo se veían árboles y una que otra piedra enorme que antes hubiera podido obstaculizar el camino, pero que afortunadamente ya no era un problema. Al encontrarme con la autopista que llevaba al pueblo esperé a que unos cuantos carros pasarán para por fin poder tomar rumbo a la visita de la mañana: Mi padre.

Las ideologías sociales sobre lo que está bien y que está mal a veces son un poco burdas debido a que desde pequeños nos inculcan y nos reprimen cosas que desde un punto de vista "Psicótico" sería algo bueno, y desde un punto de vista "General" es una conducta que nadie debería tener. Sara Strong merecía su muerte más que nadie en ese pueblo y yo había sido con orgullo el causante de ella. Lili Strong solo había sido un obstáculo debido a que gracias a ella o en parte, mi padre tuvo un rumbo peor que la muerte: La cárcel. Los otros dos chicos eran parte de mi equipo de investigación por llamarlo de alguna forma pero al parecer no tenían todo su empeño en el objetivo y eso conllevó a la traición por parte de uno de ellos, y a la omisión de información por parte del otro.

Helen era inteligente, demasiado podría decir yo, era una chica que veía información importante donde los demás no veían nada. Sin embargó su azar y falta de sentido común en ese momento tan tensionante de la noche anterior la había llevado a mancharse de sangre, y la debilidad que conllevaba eso la... Los hacía sentir aún peor. No me importaba la corona manchada, podían hacer lo que quisieran con ella al fin y al cabo se iban a dar cuenta quien era la persona que atacó a Helen antes de que la fiesta terminara. Y esa persona, cómo pensaban ellos tal vez, no iba a ser yo.

Bajé del auto luego de parquearlo a un lado de la cárcel y entré en ella por un pasillo lleno de rejillas a ambos lados. En la recepción me recibió una chica de rubia de ojos claros y pude notar en su credencial su nombre: KASHA. Su semblante no era nada amigable, por el contrario era una facción de seriedad y alta disciplina. Ella levantó su mirada hacia mi y fingió una sonrisa amable.

—Buen día. Si va a visitar a alguien firme en aquél cuaderno— su tono de voz mostraba indiferencia— si tiene consultas no me pregunte a mi, llamé a la policía y ponga su queja.—Como si siguiera un protocolo automático de saludo la chica volvió a dar su falsa sonrisa y giró los ojos bruscamente hacia otro lado, evitando cualquier cosa que yo fuera a decir.

No dije nada, o en si me limité a hacerlo, abrí aquel libro y agarré el lapicero sobre la mesa para firmar en uno de los espacios vacíos de la última hoja. Nombre, apellido, dirección, nombré de recluso y número de teléfono era lo que pedía que apuntará en él. Apunté todo excepto mi nombre y apellido. En aquellos espacios puse una información diferente— falsa—: Cris Thompson.

Uno de los oficiales me llevó hasta una sala de espera y me hizo sentar en uno de los malos asientos del lugar. Para ser una cárcel, por el descuido de las personas sería fácil poder escapar de aquí, pensé.

Después de un rato de espera— una hora en realidad— el guarda me hizo entrar a una habitación parecida a las cafeterias de los colegios, solo que esa no tenía cafetería. No sabía qué hora era, no tenía teléfono ni reloj pero calculé que eran las seis de la mañana aproximadamente. Me senté en una de las sillas de cemento y apoyé mis brazos sobre la mesa a esperar a que mi papá atravesara aquella segura pero confiable puerta.

—¿Has oído hablar de la fiesta del viernes que hace la empresa cada año?— preguntó uno de los guarda a la señora del servicio en un tono casi audible.

—Si, lastima que los turnos de los trabajadores se hayan cambiado de una forma tan drástica— contestó ella mientras remojaba el trapero en un balde y limpiaba parte del suelo. — aunque según escuché, los reclusos no tienen idea de eso y unos cuantos guardas de seguridad se quedarán aquí.

El señor alto y gordo sonrió y completó:

— ¿Con que fin? Para que piensen que todo...— aquella señora de sucio delantal obligó a callar al guarda mientras miraba a todos lados. No podía ser tan estúpida de dejarlo hablar, eso era lógico; pero no hacía falta, mi mente ya había completado lo demás.

—Sigue igual—completé en un susurro.

Con mi mirada pérdida en los gráficos de la mesa de cemento escuché una de las puertas abrirse y al levantar la mirada noté a un hombre con vestuario naranja y una barba no tan larga pero desaliñada. Estaba muy acabado. Estaba flaco y uno de sus ojos estaba morado como si lo hubieran golpeado, era reciente eso se notaba.

—Me alegra que estes aquí— dijo con una sonrisa genuina mientras se sentaba en el otro asiento.

—¿Papá que te pasó?— dije mirando su ojo y ya que estaba cerca noté el moretón en su cuello.

—Resulta que hay personas sensibles a qué le digan gordos ¿lo sabías?— ya me había imaginado como había sucedido todo— pero no te preocupes, estoy bien.— dio otra sonrisa.

Afortunadamente el resto de la habitación estaba desolada y al parecer eramos las dos únicas personas en ella. Podíamos hablar con normalidad. Una cámara de seguridad reposaba en la esquina derecha de una pared pero estaba casi seguro de que no estaba en total funcionamiento debido a todo el polvo que acumulaba.

— Ya va a terminar todo papá, te lo prometo. Y cuando pase te sacaré de aquí.— Un sonido ensordecedor afuera interrumpió la conversación pero nos tranquilizamos al saber que no era nada grave— Tal vez antes de lo previsto.

— No tengo afán, la comida aquí es deliciosa— repuso a son de ironía.

Mire al rededor y fingí un estornudo muy fuerte. Al hacerlo me giré de forma rápida y dije en un balbuceo.

—El viernes a las siete de la noche.— El rio con fuerza como si lo que hubiese dicho era lo más gracioso que habia escuchado en mucho tiempo. Y ese era el objetivo: Un padre y un Hijo disfrutando eufóricamente de su tan anhelado encuentro.

El me tomó de las manos y dijo:

—¿Va a terminar? ¿Estás seguro? Esa niña incendió la cabaña. Todos creen que fue un accidente de gas pero ambos sabemos que ellos lo hicieron.

—Alcancé a sacar las cosas del lugar. Antes de que llegaran— tomé una pausa— en parte, pues solo pude sacar dos de los computadores.

El silencio nos invadió por un minuto y lo interrumpió el toque de un guarda sobre la puerta de la habitación. Nos miraba fijamente y eso me causó curiosidad hasta que dijo en un grito:

—¡Wilson!— bajo la mirada hasta la mesa— las manos.

Era cierto, no podíamos tocar a los reclusos ni ellos a nosotros y eso se me había pasado. Quité las manos y las apoyé sobre mis piernas

—¿Y Malcom?— preguntó refiriéndose tal vez al hecho de que no había asistido a la corte.

—No te preocupes por él, está en un lugar lejano no va a ser impedimento.— respondí con tranquilidad.— ni Malcom ni los chicos serán un impedimento. Eso te lo garantizo.

—Mas te vale. Debes ir a ver a tu hermana, ella también tiene datos interesantes que darte.

—Lo se. Ayer la vi. Pero no pude hablar mucho con ella. Voy para NY en una hora.

"Wilson Ortiz la visita ha terminado" sonaron los altavoces.

Me dió una mirada y no hizo falta telepatía para saber que me quería decir. Te espero el viernes en la noche.



En cuatro horas y media más o menos me encontraba ya frente al "Instituto Psiquiátrico de la ciudad de Nueva York" y me dispuse a entrar después de guardar el carro en un garaje cercano.

Me dirigí a la recepción y una chica pelirroja me recibió muy amablemente, la diferencia entre la seguridad, la atención y la estética del sitio era muy diferente a la de la recepción de la cárcel.

—¿Visitas a Kate, verdad?— preguntó esbozando una sonrisa y sacando de un cajón la credencial con mi nombre.

—Si, muchas gracias, Lina— le devolví la sonrisa y me puse la credencial al rededor del cuello para luego entrar en el ascensor y llegar hasta la planta dónde tenían a la loca, asi le decía de cariño.

Caminé por un pasillo largo y bien iluminado, giré a la derecha después, luego a la izquierda y por último en dirección a la cafetería donde se encontraba sentada mi hermana. Su sonrisa era contagiosa y se reía a carcajadas junto a una de las enfermeras. Tantos años en un centro psiquiátrico la había llevado a hacerse buena amiga de los trabajadores y eso algo bueno porque mantenía muy bien acompañada.

Al verme su sonrisa se volvió de boca cerrada y cuando ya estaba muy cerca a ella alzó una ceja y me dijo:

—Que alegría verte— acomodó su bata blanca para quedar frente a mi y me ofreció un asiento frente a ella.— después de que Helen casi me asesina anoche me extrañaba que no hubieses llegado antes.

—No seas exagerada. Tu les ganabas en fuerza y de no ser por aquella entrometida chica Even estaría muerta.— ella dejó de sonreír y noté al instante su expresión de lastima— te dije que no te encariñaras con ella.

—Lo se, pero es imposible controlar los impulsos contrarios a mi.— respondió bajando la mirada. Durante tantos años Kate aún no controlaba sus cambios de personalidad. A veces una dominaba a la otra y a veces hacían el trabajo juntas pero nunca se combinaban sus rasgos.

—¿Ella te sacó anoche o lo hiciste sola?— pregunté.

—Ella vino hasta aquí y me saco tal como le dijiste en la carta.— respondió y yo sonreí.

—Cuando esa carta llegó a su puerta y se sentó en la sala a leerla— reí ante el recuerdo de hacía dos noches cuando le entregué un trabajo a Even— hubieras visto su cara al terminarla.

—Le entregaste una carta parecida a Helen ¿verdad?— yo asentí y ella en ningún momento se rió.

La ideología que tenía una Kate era venganza y el matar a Even la habría saciado. Pero la otra se había encariñado tanto con aquella chica pelirroja que aunque reprimida no hubiese podido tocarle si quiera un pelo. Y eso era en parte un obstáculo. Una Kate había asesinado a sangre fría a alguien que lo merecía, esa Kate había regado sangre de animal en la ropa de Helen para que pensará que ella había matado a la señora Strong. La otra Kate no mataría ni una mosca, y aunque la mayor parte del tiempo mantenía reprimida en el interior de su mente era un problema porque impedía de vez en cuando que su alterego llevará a cabo acciones mal intencionadas.

— Ya todo va a acabar, no te preocupes por eso. Cuando todo termine nos iremos de ese pueblo, te sacaré de aquí y cumpliré todo lo que te he prometido. Te lo juro, Kate.

Ella me dió una sonrisa de boca cerrada y pasó su mirada por detrás del hombro. Giré para ver a dónde se dirigía su campo visual y me dí cuenta que se miraba en el reflejo del elevador. Giré nuevamente mi rostro y ya su personalidad había cambiado, reprimiendo a La Kate original. Una sonrisa malvada se formó en sus labios y dijo finalmente:

—Desaparece, no huye, regresa y da el golpe final.

Le devolví la sonrisa y pensé: Parte final, iniciando.

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Nota del autor:

Hola Hola Hola Hola. Como están? Espero de verdad muy bien.

En este capitulo hubieron varias revelaciones sobre las cosas que hace el asesino y su muy inestable hermana. Debo aceptar que Kate es una de mis personajes favoritos asi haya hecho cosas malas. En fin, este capitulo llegó a su fin y de verdad espero que les haya gustado mucho mucho. 

Estamos ya en la recta final de esta historia y nos acercamos al prologo. Espero sigan pendientes a las actualizaciones.

Muchísimas gracias por leer y por apoyar. No olvides Votar y comentar si lo deseas.

Muchas muchas muchas gracias y de ante mano les deseo un feliz Final de año y un prospero año nuevo.



















La Culpa de lo que Somos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora