Capítulo 14

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Embarazada.

Cristina se quedó mirando la prueba que tenía en la mano y sintió frío y calor al mismo tiempo. Estaba embarazada. De un hijo de Rodolfo. ¿Cómo era posible? ¿Cómo había sucedido algo así?

Ella parpadeó y se apoyó contra la encimera del baño.

No, no, no.

Había transcurrido un mes desde que fueron rescatados de la isla. Un mes desde que le vio por última vez.
En cuanto llegaron a Buenos Aires, Rodolfo se marchó. Eso le rompió el corazón, aunque era lo que quería. En lo que había insistido. 

Ella volvió a Capital y se escondió a la espera de que la atención de los medios cayera sobre ella.

Y así fue. Se habló bastante del accidente de avión y del rescate consiguiente por parte de los guardacostas de Santina… y luego nada. Gonzalo, Silvina y sus hermanos eran al parecer más interesantes para el público, gracias a Dios.

Pero aquello… Oh, Dios, aquello…

Echaba de menos a Rodi. Echaba de menos sus caricias, su risa, su gesto arrogante y pícaro. Echaba de menos sentir su cuerpo entrando en el de ella, el exquisito placer que le había proporcionado durante aquellos dos días en la isla. 

Echaba de menos ir a nadar con él desnuda, tumbarse en el improvisado refugio y hacer el amor durante una furiosa tormenta.

Echaba todo de menos, pero era ella la que le había apartado de sí. Era culpa suya que se hubiera marchado.

Cristina volvió a mirar la prueba de embarazo confiando en que hubiera visto mal, en que la respuesta hubiera cambiado de algún modo. Pero no era así, y tenía que contárselo a Rodi. Tenía derecho a saberlo.

Aunque le asustaba, también estaba encantada con la idea de tener un hijo que fuera parte suya y parte de él. ¿Cómo podía ser de otra manera?

A partir de aquel momento, lo protegería a toda costa.

Dejó la prueba de embarazo en un cajón. Cuando iba a darse la vuelta, vio su reflejo en el espejo y se detuvo en seco. Tenía aspecto cansado. Le brillaban la piel y los ojos, pero en su expresión había una tirantez que antes no estaba.

Ahora entendía por qué le costaba tanto trabajo levantarse de la cama por las mañanas.

Un bebé. El hijo de Rodolfo.

Tenía que llamarlo. Pero no, no podía llamarlo sin más y soltarle la noticia por teléfono. Tenía que verle. Tenía que averiguar dónde estaba e ir a buscarle.

Salió del cuarto de baño y se dirigió al vestidor para sacar su maleta. Encontraría a Rodi estuviera donde estuviera. Y le diría personalmente que iba a ser padre. El corazón le dio un vuelco ante la perspectiva de volver a verle.

Pero el estómago se le puso del revés. Estaba nerviosa, preocupada. ¿Y si tenía una novia? ¿Y si no quería volver a verla o, peor todavía, si no le importaba la noticia?

Cris metió un conjunto de lana en la maleta. No podía pensar así. Si lo hacía perdería los nervios. Y eso no podía permitírselo. En un futuro no muy lejano se le empezaría a notar.

Aquel bebé significaba mucho para ella y no permitiría que nadie hiciera que se sintiera avergonzada. Pero sabía que si quería proteger a su hijo necesitaba a Rodi.

Solo tardó unas horas en arreglarlo todo y ponerse rumbo a Londres. Un vistazo a los periódicos le había revelado una foto de Rodi la noche anterior en un restaurante con un grupo de hombres de negocios.

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