Capítulo 10

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El sol se había ocultado y Rodi hizo una pequeña hoguera cerca del refugio. Tenían una linterna, pero el fuego era suficiente luz por el momento. Tras avivar las llamas, Rodolfo sacó unos paquetes de comida seca del kit de supervivencia y comieron algo. Se habían vuelto a vestir con la ropa que se había secado al sol.

Cristina se sentía algo decepcionada al estar sentada al lado del fuego con Rodi y no poder mirar su pecho desnudo, pero por las noches refrescaba y se necesitaba ropa.

Se cerró bien la chaqueta y miró a Rodi. La luz del fuego le acariciaba los ángulos del rostro, marcándole los pómulos y el hoyuelo de la barbilla. No podía creer que hubieran hecho el amor hacía tan poco tiempo.

En cierto modo era una persona distinta a la que era por la mañana. Pero seguía siendo una perfeccionista y una fanática del orden y la limpieza. Suspiró. También seguía teniendo miedo a quedar como una estúpida delante de la prensa.

Pero al menos podía decir que había experimentado la pasión. Y qué pasión. El recuerdo le provocó una nueva llamarada en el vientre. Rodolfo la había iniciado en un mundo que no conocía. La había convertido en una criatura necesitada de sus caricias.

Tanto que le había suplicado que le hiciera el amor otra vez
poco después de la primera. Esa vez él se puso de espaldas y dejó que Cris llevara la iniciativa. Al principio se mostró tímida, temerosa, pero luego descubrió lo poderosa que le hacía sentir controlar el ritmo.

Rodi controlaba sus emociones y sus reacciones, pero hubo un momento en el que echó la cabeza hacia atrás, cerró los ojos y tragó saliva. 

Y en ese instante Cristina sintió el triunfo corriendo por las venas.

Rodolfo alzó entonces la vista y la pilló mirándole fijamente. Su primera reacción fue apartar la mirada, fingir que no estaba mirando, pero él sonrió y ella se derritió por dentro. Le resultaba muy fácil estar así con él. Estar allí sin nadie mirando, sin temor a miradas indiscretas. ¿Sabría ya alguien que habían desaparecido? ¿Tendría alguien curiosidad? Sabían que había ido con Rodi, ¿qué pensarían?

Cris frunció el ceño. No le cabía duda de lo que estarían pensando.

Y no se equivocaban. Pero eso daba lo mismo; no podía permitirse que la prensa diera alas a semejante idea. Si ya se sentía humillada, ¿qué pasaría si se publicaba que había pasado la noche a solas en una isla con un famoso playboy?

–¿Te arrepientes?

La voz de Rodi le atravesó los pensamientos.

Ella negó con la cabeza.

–¿Y tú?

–Me arrepiento de una cosa. De que no hayamos tenido una cama.

Cristina se encogió de hombros.

–A mí no me importa.

Rodolfo parecía muy serio.

–Te merecías una cama. Flores, velas, una cena y horas de besos antes.

Ella se estremeció de placer. ¿Cómo habría sido tener una cita de verdad con Rodi, que la llevara a cenar y luego la tumbara en una cama suave de colchas mullidas en la que podrían disfrutar del momento posterior?

–¿Es eso lo que sueles hacer?

Rodolfo frunció entonces el ceño y Cristina lamentó haberlo dicho de aquel modo. Celosa y posesiva como una virgen. 

Una antigua virgen.

–Traté de advertirte –le recordó Rodolfo.

No estaba celosa. En absoluto. Se trataba únicamente de su lado competitivo, la parte de ella que siempre quería ser la mejor en todo. La parte que planeaba, hacía esquemas y se sentía triunfante cuando todo salía exactamente como tenía previsto.

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