Rodi no dijo nada y Cris se preguntó si la habría oído.
Parecía muy distante. Y tan guapo y viril que sintió ganas de llorar. Llevaba puesto un traje oscuro hecho a medida, por supuesto. No llevaba corbata, sino una camisa azul oscura abierta en el cuello. Tenía aspecto de seductor, pensó con amargura.
Jugueteó con el vasito de cristal que tenía en la mano y se lo quedó mirando antes de apurar el contenido.
–¿Me estás pidiendo que me case con vos, Cris? –le preguntó en voz baja.
Ella tragó saliva.
–Sí –era la mejor manera, la única, de proteger a su hijo.
Había pensado mucho en ello durante el vuelo y sabía que era lo correcto–.
-Pero no te preocupes, no será una atadura –continuó–. Será un matrimonio pasajero.
Cris arqueó una de sus oscuras cejas.
–¿Pasajero?
Cristina percibió la frialdad en su tono, el desdén, pero aun así continuó.
–Es lo más lógico. Nos casamos para darle un apellido a nuestro hijo –se humedeció los labios–. Para evitar el escándalo. Y… y luego nos divorciamos cuando nazca el niño. Es la solución perfecta.
–Por supuesto –dijo Rodi con frialdad.
Ella se retorció los dedos y se dio cuenta de que eso le hacía parecer insegura. Hizo un esfuerzo por parar. Por quitarse con calma el impermeable y dejarlo en el respaldo del sofá de cuero. Por sentase en él y apoyarse contra los cojines.
Por levantar la cabeza y mirarle con lo que confiaba fuera una expresión serena.–Me alegro de que lo veas igual que yo –dijo.
Rodi dejó el vasito en el mueble-bar y recorrió la estancia como si fuera un león enjaulado.
–¿He dicho yo eso? –su voz era tan cortante como el cristal.
Cargada de rabia contenida.
Cristina se estremeció involuntariamente. Estaba cansada quería acurrucarse y dormir durante horas, y quería levantarse con Rodi a su lado, sonriéndole mientras le apartaba el pelo de la cara y la besaba. Igual que en la isla.
–¿Tienes un plan alternativo? –le preguntó.
–No has pensado bien en esto, ¿verdad, Cris?
–Sí lo he hecho –afirmó ella–. He considerado las alternativas. Esta es la mejor opción.
–¿Para quién?
Cristina parpadeó, momentáneamente desconcertada por la pregunta.
–Para… para nosotros. Para nuestro hijo. ¿Quieres que nazca bajo la nube del escándalo?
Rodi apretó las mandíbulas.
–Nena, creo que a ti es a la única a la que le importa eso. Hay maneras mucho peores de empezar a vivir.
Ella se llevó la mano al vientre en gesto inconsciente. Una corriente de furia desató una pequeña tormenta en su interior.
–Tú sabes por qué es importante para mí –los ojos se le llenaron de lágrimas. Las cosas se habían calmado un poco desde que Gonzalo la abandonó un mes atrás, pero sabía que seguía siendo objeto de interés.
Rodolfo siguió mostrándose frío y distante.
–Sé por qué es importante para ti. Pero no lo entiendo. Y no creo que hayas pensado a fondo en este asunto, Cristina.
