Epílogo

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Los rayos de luz entraban al palacio. La futura emperatriz se arrodillaba ante la sacerdotisa, para que colocará la gran corona en su cabeza.

-¡Viva el imperio! ¡Viva la emperatriz!-

Habían pasado alrededor de 100 años en Eldarya. Miranda había cumplido la mayoría de edad y se encontraba ahora por encima de los 4 reinos. Coronada y elegida por los supuestos dioses en el Capitolio. Lugar donde reside la Órden de la Luz y la decisión de la Órden de la Luz era incuestionable. Se habían convertido en las voces de los dioses. Eso es lo que murmuran.

Su familia se quedaría con ella por un mes para celebrar a su lado. Al igual que los nobles más cercanos a la corona.

Después de la agotadora ceremonia, Miranda volvió a su habitación, pero una sorpresa la esperaba sobre la cama.

-Nevra, llamaré a los guardias-

-Oh, vamos- Hizo un puchero.

-Dijimos que todo iba a quedar momentáneamente- Recalcó sacándose la corona.

-Pero, Madan... Yo me he enamorado de usted-

-¿Quieres esto?- Le mostró la corona. -Pues no es tuya. Además, estás bien dónde estás. Eres el único loco queriendo poderío-

-Después de los Sucesos del Demonio me arrebataron los títulos ¿Qué quieres qué haga?-

-Gracias a mí conservas tu cargo de general en la Órden Oscura- Contradijo.

-¡No es suficiente! Ya sabes... La Órden Oscura... Es tenebrosa, no nos quieren. Incluso, me es difícil conseguir chicas para alimentarme. Ya nadie desea a un Umbra. Hasta los mestizos son mejor vistos que nosotros- Se quejaba.

-Todos tenemos problemas Nevra. Mira mi cabello, negro como la noche-

-Yo creo que es hermoso-

-Yo lo detesto- Se molestó dejando caer su lacio cabello. -Esta clase de cabello es un signo maldad, al igual que de clase. Por eso, tampoco te dejaron tan abajo-

-¡Si no fuera blanco como el papel sería emperador y tú estarías casada conmigo!-

-¿Yo y cuántas más?-

-Ya lo dije... Solo tú, solo a tí te quiero- Se acercó a abrazarla y ella lo rechazó.

-Nevra, eres lindo. Pero, un mujeriego arrogante- Se peinó y colocó la corona.

Ignorando al vampiro, salió a los jardines del castillo. Se sentó en los bordes de una fuente. Apreció los rosales de los caminos. Sacó una rosa para ella. Por unos instantes, se relajó con la flor aún en mano, y tuvo una descomunal visión.

Veía en el cuerpo de alguien más. Un grupo de hombres y mujeres vestidos con finas telas la rodeaban. Dos hombres la sujetaban de los brazos, al igual que el hombre que gritaba intentando safarse de otro par más al frente.

-Los dioses son testigos en esta noche lluviosa. Rompieron un voto sagrada para el clan. Yo, el líder del Clan Ryu, sentencio a esta mujer de raza impura con la muerte.- No había temor en ella. -¿Cuáles son sus últimas palabras?- Levantó su cabeza. Entre su cabellera oscura y húmeda expresó.

-Nathaniel, cuida bien de nuestro hijo. Nunca lo dejes solo- De esa manera, la pusieron de rodillas contra la acera y perforaron su estómago. El cuerpo de esa hermosa mujer cayó sobre el piso. Era igual a Miranda. La lluvia caía. La sangre se escurría. Nathaniel Gritó, lloró, sujetó el cuerpo de la mujer entre sus brazos. Gritaba un nombre inaudible para ella.

Volvió con un espasmo. Tosió un poco itentando recuperar el aliento. Se tocó el estómago pensando que había muerto. No, solo fue un visión. No comprendía el significado de esta. Se levantó confundida, miró al cielo. Plumas. Plumas negras caían con lentitud.

"El otro lado del espejo"  Volúmen II [CDM Eldarya]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora