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Seúl, 2012

El cielo nocturno adornaba la ciudad aquel día que ninguno de los dos sería capaz de olvidar. La brisa del viento helado golpeaba sin piedad el cuerpo de aquellas personas que se atrevían a merodear por las frías calles de Seúl en pleno mes de diciembre, pero para el joven Park JiMin este no era el caso.

Era un joven inteligente, de 20 años de edad, cuyo único propósito en la vida era ser una persona exitosa laboralmente hablando. Proveniente de una buena familia, unida y con un estatus social bastante formidable, JiMin era el hijo único del legado de los Park.

Aquella noche se encontraba fuera de su hogar, algún amigo suyo había organizado un evento exclusivo para jóvenes adinerados como él, razón por la cual se encontraba pernoctando en una residencia ajena a la suya.

Si tenía que ser completamente sincero, esos eventos no solían ser de su agrado, pero de todas maneras asistía debido a la insistencia de sus padres, quienes siempre le recordaban que debía socializar con la élite para poner el nombre de su familia en alto. Llevaba la cuenta y, en lo que iba del año, había asistido a 24 eventos como ese, dos por cada mes.

Todos eran iguales, no solía pasar nada interesante además de ver a jóvenes millonarios en graves estados de ebriedad. Sin embargo, aquella noche fue la excepción.

El joven Park se había distanciado de los invitados teniendo la intención de buscar más bebida dentro de la residencia. Se dirigió hacia la cocina sosteniendo su copa con la mano derecha mientras la izquierda permanecía oculta dentro del bolsillo de su pantalón. Se sintió aliviado al encontrar de inmediato las botellas de vino encima de la barra en la cocina y, cuando por fin se acercó para servirse un poco más, algo llamó su atención.

Una de sus cejas se alzó segundos después de sostener la hermosa y única rosa que encontró encima de la barra. No entendía cuál era el propósito de aquel detalle, no parecía haber ningún florero cerca y tampoco había visto que algún invitado llegase con ella.

La inspeccionó aún más de cerca, visualizando todos y cada uno de los detalles de la flor, acariciando con delicadeza los pétalos aún húmedos, llegando a la conclusión de que acababa de ser cortada.

Y, cuando colocó la rosa de nuevo en su lugar, se dio inicio al terror y al caos.

El joven Park se agachó al escuchar disparos en las afueras de la casa, seguramente provenientes del enorme patio en el cual se estaba realizando el evento. No fue sólo uno, tampoco un par, fueron bastantes, los suficientes para haber acabado o mínimo hacerle un daño severo a los presentes.

Vaya escoria — logró escuchar de una voz firme y profunda —. Pero qué desastre, mierda.

El joven contuvo la respiración, rezando en silencio para que no se les ocurriera entrar a inspeccionar. No estaba completamente seguro de si era un pecador, pero en verdad sentía que no era su destino morir aquella noche. Tampoco estaba seguro de si había alguien allá arriba, pero esperaba que sí pues por el contrario nadie estaría escuchando sus súplicas.

Con la garganta seca decidió buscar entre los cajones de la cocina. Afortunadamente conocía al dueño de la casa y sabía que en alguno de ellos se escondía un revólver 45, arma con la cual quizá no conseguiría mucho, pero mejor eso a nada.

Echen un vistazo adentro — volvió a escuchar —. No quiero dejar cabos sueltos.

Mierda.

Park JiMin moriría aquella noche, su destino estaba escrito.

Escuchó algunos pasos acercándose después de haber encontrado el revólver. Estaba acabado, no tenía ni una sola oportunidad si se trataba de varios.

Mierda — escuchó una voz justo a su derecha —. ¡Le dijeron que no habría inocentes!

JiMin sintió su respiración errática al observar cómo el hombre de piel porcelana lo apuntaba sin remordimiento alguno. Sentía tanto miedo que ni siquiera pudo apuntarlo también.

¿Inocentes? — Escuchó venir de aquella voz profunda una vez más.

Fue entonces cuando aquel hombre de cabello castaño liso y blazer azul apareció en la habitación. Sintió sus piernas temblar cuando los oscuros ojos de aquel hombre lo observaron cuidadosamente, intentando averiguar quién era con tan solo mirarlo.

Lárgate — le ordenó al hombre de blanca piel —. Yo me encargaré de él.

El otro intentó pasarle el arma, pero el sujeto con el blazer azul ni se inmutó, sus manos seguían en sus bolsillos y su mirada sobre él.

Y, al notar que estaba desarmado, el joven Park por fin se atrevió a apuntar, amenazando con disparar si no lo dejaba ir. Él rio por lo bajo antes de acercarse con lentitud, notaba perfectamente el nerviosismo del joven adinerado, cualquiera lo haría con el simple hecho de ver el mal agarre del revólver.

Eres inocente, no mereces morir en nuestras manos — mencionó justo antes de sostener con su mano derecha el cañón del revólver. JiMin se sintió aún más nervioso, la persona frente a él lo estaba devorando con la mirada descaradamente, incluso había notado cómo pasó su lengua por sus rosados labios cuando se acercaba a su cuerpo —. Sin embargo, eres un testigo.

La respiración del joven de cabello negro se detuvo al sentir la cálida mano del hombre con blazer azul encima de su mejilla. No podía mentir, estaba atemorizado, pero no era capaz de hacer nada al respecto. Y ahora que lo piensa, tampoco quería.

Park JiMin cerró los ojos después de notar que el otro se estaba acercando peligrosamente a su rostro y su piel se erizó cuando escuchó su profunda voz contra su oído.

Tendré que llevarte conmigo.

Y cuando sintió que se alejó, se atrevió a abrir los ojos.

¿Quién eres? — Preguntó.

El de blazer azul sonrió con arrogancia antes de colocar su dedo índice y medio frente a su rostro, simulando una V.

Omertà - Vmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora