Capítulo 3. Sesos de Alga.

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Annabeth

Terminé de instalarme en la nueva habitación, la 513 del edificio para chicas, con un suspiro. El viaje desde casa había sido largo y el clima era insoportable, pero el volver a la academia era increíble. 

Salí de la habitación con los audífonos puestos. Piper, mi compañera de cuarto (y una de mis mejores amigas) se había adelantado y probablemente estaba ya en el comedor.

La cafetería estaba abarrotada, llena de rostros nuevos. Incluso parecía oler a miedo, nervios y desesperación. El aroma a preparatoria.

Caminé mirando al suelo, viendo las converse avanzar, cuando una mirada captó mi atención. Levanté la vista, solo por un instante. Sentados en una mesa había un pequeño grupo de chicos. ¿Inusual? No. Pero había algo. Un pequeño detalle insignificante que rompió con el paradigma del comedor.

El chico tenía unos ojos increíblemente verdes. No era un verde manzana, del tono usual. Sus ojos eran de un verde azulado bastante peculiar, que me recordaban al mar. Su pelo era negro y alborotado, sus labios finos. Su mirada estaba clavada en mí. 

Si tengo que decir la verdad, era bastante guapo, no lo voy a negar. 

Volví a mirar al suelo, sintiendo mis mejillas enrojecer. Caminé hacia el aparador, con mis labios moviéndose, repitiendo las palabras de la canción de mis audífonos sin emitir sonido alguno. Después de ordenar, volteé con rapidez, aun cantando en silencio. 

(¿Cantar en silencio? ¿Es eso algo real? Supongo que tendré que buscarlo.)

Antes de que pudiera siquiera darme cuenta, la bandeja ya había hecho brusco contacto contra algo.

No, no algo. Contra alguien.

La taza de plástico se cayó y el café hirviendo se desparramó sobre ambos: sobre mí y sobre el chico de ojos verdes que había estado observando hace poco.

Apenas y si sentí el líquido caliente, porque, guapo o no, el chico era un inútil. Punto. Un inútil. 

Mi paciencia nunca ha sido premiable, a decir verdad. Y cualquier persona que me conociera sabía que pues, bueno, cuando Annabeth se enoja, se enoja. Dios mío, por supuesto que el chico guapo de los ojos verdes tenía que tener algas en vez de sesos. 

La canción había cambiado ya, y pude distinguir los primeros acordes de Amnesia, de 5 seconds of summer. 

 - Oh, dios santo - dijo ojos verdes - no te vi, ¡lo juro! Lo siento, eh... lo siento - pero sus ojos eran juguetones, y el fantasma de una sonrisa vacilaba en su rostro. 

Nope, nunca he sido buena en aguantar mi enojo. 

 - ¡¿Pero a ti que diablos te pasa?! - era consciente de que todas las miradas se habían vuelto hacia nosotros, pero eso poco me importó - ¡Dios, no puedo creer que seas tan torpe... sesos... sesos de alga!

Lo miré a los ojos, tratando de lucir desafiante. Era obvio que ojos verdes estaba tratando de guardar la compostura, pero cual fuera el método que estaba usando, no le sirvió. Estalló en carcajadas, su risa grave y movida. Había echado su cuerpo hacia atrás y sus hombros se sacudían. 

 - ¿Qué te parece tan gracioso? - pero mi voz había cedido, y los músculos de mi rostro luchaban por dejar salir una sonrisa. Pero es que, con mi cuerpo más en calma, la situación entera había cobrado un concepto divertido. 

 - ¿Sesos de alga? - preguntó ojos verdes entre risas.

 - ¡Sí! - respondí, con la sonrisa finalmente libre - ¡eso es lo que eres!

 - No exactamente - se calmó un poco, pero la risa era aún visible en sus ojos - Soy Percy.

Rodé los ojos y extendí la mano.

 - Annabeth.

 - Lindo nombre - añadió Percy - inusual, además.

Me encogí de hombros. 

 - Es mejor que Percy.

 - Ouch, listilla. Golpe bajo. 

Me reí un poco y le eché un mirada un poco más detallada. Llevaba puesta una camiseta negra de Green Day y no pude evitar sonreír. Genial, pensé, es de los míos. Usaba jeans rotos y converse. Había guardado las manos en los bolsillos, y se balanceaba en sus pies. 

 - Tú - dije - eres el mayor imbécil que he conocido hasta ahora.

 - Bueno, pues se nota que no has conocido a muchos imbéciles - respondió.

Volví a rodar los ojos y lo miré unos cuantos segundos. Luego bajé la mirada hacia mí, y no pude evitar el suspiro. El café había manchado el cuello de mi camiseta y había merengue en mi barbilla. Percy no estaba mejor. El café se las había arreglado para invadir toda su camiseta, aunque no tenía merengue. Punto a su favor. 

 - Me iré antes de que compres más comida con la que ensuciarme, Annabeth - dijo Percy, sonriendo un poco. Señaló el baño con la cabeza y se dirigió hacia allí, con la cabeza gacha.

Reparé entonces en que todas las miradas seguían puestas en nosotros, pero me encogí de hombros. Amnesia ya había acabado y ahora sonaba algo de Led Zeppelin, bastante antiguo.

Observé la bandeja y sacudí la cabeza. El hambre se me había pasado y tenía que buscar a Piper. Tiré los restos de la comida y escaneé el comedor, en busca de Piper, pero no logré divisar su inconfundible cabellera, así que salí de ahí y volví a la habitación, para cambiarme de ropa. Había quedado con las chicas (porque así las llamaba) para ir al cine, y no tenía ganas de portar la gran mancha de café.

Entré a la habitación y encontré a Piper desempacando, tarareando una canción que no logré reconocer. Ella levantó la vista y levantó una ceja, luciendo extrañada, pero resignada. Como si no esperara nada menos de mí.

 - ¿Qué te pasó, Annie? - preguntó, con una antigua y raída camiseta de Hello Kitty en las manos. 

 - Es una larga historia. 



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Escrito: 14/10/14

Editado: 17/09/17

Mariana *_*





You and me (Percabeth)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora