Once.

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Nathan

Estaba en casa con la compañía de la televisión y una bolsa grande de doritos con salsa y limón, bueno, en pocas palabras, estaba solo. Chelsea y Thomas estaban en la dichosa “reunión” y Kelsey estaba en un Baby Shower de una amiga suya, he ahí la razón de mi soledad.

Vecino Asesino estaba comenzado, uno de mis programas favoritos, cuando tocan la puerta.

Gruño, pero aun así me levanto para abrir, con la esperanza de que sea Kelsey o alguno de mis amigos.

Al abrir la puerta, no encuentro a nadie que conozca, sino a un muchacho que no recuerdo haber visto nunca.

—Buenas tardes, ¿qué desea?

—Buenas tardes, hmm… ¿Está Chelsea?

Con el entrecejo fruncido, le pregunté quién la buscaba.

—Jason. –dijo con un suspiro de fastidio.

Tomé una postura de seriedad.

—No, no se encuentra.

Él me dio una mirada (y una mueca) que me dio a entender que no me creía.

— ¿Está seguro?

—Completamente.

—Bueno, ¿le dice que vine?

—Ajá.

—Gracias.

 Se dio la vuelta y se subió a un Áltima azul marino.

[Un mes después]

Hoy Thomas se iría a una academia para comenzar su entrenamiento militar, donde solo un sábado cada dos semanas podrá venir a visitarnos o podremos ir a visitarlo hasta que estuviera listo y lo enviaran a la guerra, cosa a la cual, debo admitir, le tengo pavor.

Tuve una idea hace dos días: adoptar un perro.

Exacto, un perro. Un perro que se parezca a Thom (en la personalidad más que en lo físico), que al verlo Thomas sea lo primero que se venga a nuestra mente.

Y, para eso, necesitaba a Chelsea.

Toqué la puerta de su cuarto.

— ¿Qué? –gritó desde adentro.

— ¿Puedo pasar, por favor?

— ¿Nathan?

—Sí.

—No.

Rodé los ojos y sonreí.

—Por favor, es importante.

No hubo respuesta.

—Es sobre tu hermano.

Escuché cómo le quitaba la llave a la puerta.

— ¿Qué sucede? –dijo al abrir.

Sabía que eso la haría abrir.

— ¿Puedo pasar?

Ella se hizo a un lado para dejarme entrar, pasé y me senté en su cama.

Chelsea se paró frente a mí con los brazos cruzados en su pecho. Fue ahí cuando me di cuenta de que ella había estado llorando.

— ¿Estuviste llorando? –le pregunté.

Ella llevó las manos a sus ojos y los talló.

—No. –mintió.

—Pero parece que… -me interrumpió.

— ¿Qué es lo que ibas a decirme? Será mejor que sí se trate de mi hermano.

Le dije mi plan, al cual ella estuvo de acuerdo.

[…]

— ¡Oh, mira ese! –exclamó Kelsey, corriendo hacia una jaula donde había un perro de pelaje largo color blanco, café y gris.

— ¿Cuál es ese? –le pregunté al cuidador.

—Una cruza de pastor australiano.

—Oye, ¿qué tal ese? –preguntó Chelsea, apuntando a un perro gris y blanco con pelaje largo y, al parecer, rizado.

Kelsey, Chelsea y yo fuimos hacia la jaula donde se encontraba el perro, el cual nos miraba atentamente, con la lengua de fuera y moviendo su cola.

Al voltear a ver a Chelsea, vi que ella estaba sonriéndole al perro. Y esa sonrisa me indicó que él era el ideal.

—Disculpe, ¿podemos ver este? –le pregunté de nuevo al cuidador.

—Claro. –Empezó a abrir la jaula- Este es un Bobtail o Pastor Inglés, son muy afectuosos, inteligentes y activos. Son excelentes perros de compañía, pero necesitan dedicarle un buen tiempo a su pelaje, ya que se enreda mucho.

Una vez fuera de su jaula, el perro comenzó a olernos y hasta lamernos.

Chelsea y Kelsey se pusieron de cuclillas y acariciaron al perro, le hicieron cariños y hasta le dieron algunas croquetas y, de un momento a otro, el perro ya se las había ganado y ellas se lo habían ganado a él.

Cuando llegamos a la casa, estaba el auto del padre de Chelsea, el de su madre y otro que no reconocí.

Kelsey y yo entramos primero, yo con una bolsa grande de comida para perro y ella con una bolsa de plástico donde traía dos platos (uno para comida y otro para agua) y una cama para perros.

Chelsea y el perro entraron detrás de nosotros.

Todos nos miraron sorprendidos y confundidos.

Par Dieu, ¿qué es esto? –preguntó Anabelle, la mamá de Chelsea.

—Es un perro, y comida y una cama para el mismo. –respondió con obviedad Chelsea.

—Es para Thomas, bueno, para todos pero para que represente o nos recuerde a Thomas cuando se vaya. –expliqué.

— ¿Es para mí, entonces? –dijo Thom, enternecido.

—Así es. –respondió Kelsey.

— ¿Ya tiene nombre? –preguntó su padre.

—No, de hecho, queremos que Thomas lo elija.

—Hmm… ¡Toto!

— ¿Toto? ¿No crees que es demasiado ridículo, hermanito? –comentó Chelsea riendo.

—Dijiste que yo le pusiera el nombre, ¿no? Así quiero que se llame. –le sacó la lengua.

Chelsea rodó los ojos.

—Bueno, bueno, ya. Thomas se tiene que ir en una hora, será mejor que comamos ya.

Let me hold you, let me love you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora