Siete.

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Nathan

Estaba pensando en cuando Thomas, Chelsea y yo éramos niños, cuando un «Buen día» interrumpió mis recuerdos.

Elevé mi mirada hacia Chelsea, pero no lo contesté. Sólo la miré… Sí, lo sé, no contestarle fue grosero, pero cuando iba a hacerlo un recuerdo en específico vino a mí.

¿Recordará Chelsea que yo le di su primer beso, y que también fue el primero para mí?

— ¿Qué? –me preguntó, incómoda por no apartar mi vista de ella.

Traía su pijama o su habitual vestimenta para dormir (o eso creo), tal vez el hecho de estar tan “destapada” la hacía sentir más incómoda aun.

—Nada. –murmuré, volviendo mi vista a mi desayuno.

Había olvidado aquel día, no fue el mejor día de mi vida ni nada por el estilo, fue un día normal e insignificante en el que dos niños menores de diez años (Chelsea tenía siete u ocho y yo nueve o diez) dieron su primer beso, que tampoco significó nada.

Levanté mi vista de nuevo hacia Chelsea; ella estaba de espalda hacia mí, haciéndose leche chocolatada.

Y el recuerdo del video apareció. Ese maldito video que llegaba a mi cabeza cada vez que veía a mi novia en sostén, ¿y saben la cara de quién aparecía también en el momento en que estoy a punto de tener intimidades con Kelsey? Sí, ¡la cara de Chelsea! Eso es muy frustrante, ¿no creen?

— ¿Qué te pasa hoy? Me estás asustando, Nathan. –me dijo Chelsea, volteando a verme y señalándome con la cuchara con la que estaba revolviendo la leche y el chocolate.

Me reí entre dientes y negué con la cabeza.

— ¿Ves? Repito: ¡Estás asustándome! Sentí tu maldita mirada atravesarme la espalda mientras hacía mi leche.

—Perdón.

Ella frunció el ceño, abrió la boca para hablar, pero negó con la cabeza y se llevó su vaso con leche chocolatada hacia la sala.

Cuando terminé mi jugo de naranja, fui a la sala para hacerle compañía a Chelsea, aunque ella no la quisiera.

Chelsea estaba sentada en el sofá para dos personas, así que me senté a su lado. Ella no habló, no me miró, no se movió, se quedó totalmente tiesa.

Decidí que sería bueno fastidiarla o ponerla un poco más incómoda así que me quedé mirándola, bueno, mirando su perfil. Me di cuenta de que me estaba mirando de reojo, pero seguía sin mover algún músculo.

— ¿Recuerdas tu primer beso, Chels? –le pregunté al mismo tiempo que desviaba mi mirada hacia la televisión.

Se quedó callada un momento.

— ¿Mi primer beso?

—Ajá, tu primer beso. Ya sabes, en los labios, con un chico o niño… No importa si no fue “de lengua”. Un simple roce de labios cuenta.

Voltee a verla y me encontré con su mirada confundida y un ceño fruncido.

— ¿Qué es lo que te pasa hoy? –me preguntó, cambiando su posición.

—Tu solo responde mi pregunta. –ensanché la sonrisa de mi rostro.

Rodó los ojos y al fin me respondió.

—No, no lo recuerdo, ¿y tú?

—Sí, ¿quieres saber con quién lo di?

—Dime, ¿con quién? –dijo con falso interés y volviendo su vista a la televisión.

Aquí fue cuando mi sonrisa llegó a su punto máximo de anchura.

Me sentí ansioso.

—Contigo. –le respondí.

Ella volteó a verme de inmediato, realmente no supe si su expresión era de horror o sorpresa. Espero que sea de sorpresa.

— ¿Conmigo?

Asentí, sin quitar mi sonrisa.

—Estás loco. –se carcajeó.

—Me temo que estás equivocada, mi querida Chelsea. Tú diste tu primer beso conmigo y yo lo di contigo. Hace muchísimo tiempo… Creo que tenías como siete u ocho años.

—Estoy totalmente segura de que no lo di contigo.

Acerqué mi rostro al de Chelsea, ella alejó el suyo, pero yo me acerqué más.

En ese momento me olvidé que tenía novia, que ella había tenido citas con Evan, que Chelsea era la hermana menor de mi mejor amigo, que había un maldito “código de amigos”.

— ¿Quieres que te ayude a recordarlo, Johnson? –le pregunté e un susurro.

Ella estaba totalmente paralizada, no quitaba sus ojos (que estaban extremadamente abiertos, en serio, creí que podrían salírsele) de mis labios.

Yo desvié mi mirada de sus increíblemente bellos ojos, hacia su boca. Sus labios estaban tan… malditamente besables, que no pude evitar no pasar mi dedo por ellos. Al sentir la suavidad de sus labios (que parecían como que acababa de ponerles bálsamo), tuve la necesidad de besarlos.

Uní mis labios en un roce con los de ella, encantado por la sensación.

Pero nada más fue eso y no duró más de quince segundos.

— ¡¿Qué es lo que te pasa, maldito idiota?! –exclamó.

Yo me paré de inmediato, realmente me había pasado.

—Lo siento, ¡te juro que no pensaba en besarte!

— ¡Eres un…! –Respiró hondo- Me largo de aquí. –corrió a su habitación.

Pasé una mano por mi cabello con frustración.

La había jodido.

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¿Qué tal, criaturitas? ¿Les gustó? Bien, espero que si jajaja

 

Let me hold you, let me love you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora