Punto de partida

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Jimin tarareaba mientras barría el suelo de aquella pequeña pastelería, realmente no había más que un mostrador con los dulces, la caja registradora y del otro lado, una mesada larga con varias sillas para quienes deseaban comer allí mismo. En sí, el sitio no se ensuciaba demasiado, no obstante, el felino se esforzaba porque estuviese reluciente para la próxima jornada. La dueña, una señora que no llegaba a los cincuenta entró una vez que las cortinas metálicas se encontraron abajo.

–Minnie, ya te dije que no es necesario. – Comentó la mujer suspirando. – Seguiré pagándote lo mismo incluso si no lo haces. –

–Pero realmente me gusta hacerlo. – Se quejó el menor, inflando sus mejillas. – Es importante tener limpio mi lugar de trabajo. –

–Eres todo un caso. – Comentó con gracia la fémina para negar algo divertida. – Oh, por cierto. –

–¿Mh? – Jimin se detuvo para voltear hacia su jefa.

–Tu cola se está decolorando, deberías volver a pintarla. – Mencionó limpiando el mostrador de las migajas que aún estaban esparcidas.

El calicó se erizó con levedad, moviendo su cola. En su campo de visión todavía se veía perfectamente rosada, quizás era la parte trasera. Suspiró y bajó los hombros, junto con sus orejas, debería buscar una tintura color fantasía y de origen natural que durara más, o tal vez, debería hacer como Jeon y pintar su cabello y extensiones animales de un aburrido negro para no tener que lidiar con el retoque seguido.

–Por cierto. – Volvió a hablar la mujer. – Creo que se te está haciendo tarde. – Levantando su mirada hacia Jimin, arqueó una ceja. – Hoy tenías una cita con tu novio, ¿no? –

Y el felino se erizó una vez más.

–¡Cierto! ¡Lamento no terminar! – Sacándose con rapidez el mandil de la tienda, se apresuró a ir por sus cosas para correr hacia la salida. – ¡Nos vemos el lunes! –

Tan veloz como sus piernas se lo permitieron, corrió a través de las calles, arreglando su ropa en el camino. Si bien las distancias de Busan no eran tan exageradas como las de la capital, no significaba que el punto de encuentro con Jeon estuviese cerca.

Quince minutos tarde, genial.

Jungkook contemplaba el mar, apoyado en un farol, con los brazos cruzados, muy en el fondo sabía que su pareja no estaría a tiempo para la cita. No importaba, él no dejaría de amarlo.

–¡N-Nochu! –

La voz de su gatito lo hizo voltear con una dulce sonrisa. Verlo agitado, acercándose con las mejillas sonrojadas sólo hacía que su corazón se apretara contra su pecho, aquello era mucho más de lo que pudo llegar a imaginar alguna vez en su vida. Y es que los tres meses que llevaban en aquella ciudad parecían ser un sueño del que esperaba no despertar jamás.

Claro que el viaje en el tren estuvo lleno de inseguridades, y el bajarse en la estación para encontrarse con una desconocida la cual los llevó a vivir con ellos tampoco fue el mejor inicio, mas a contar de ello, todo fue viento en popa. Namjoon realmente los había ayudado, al enviarlos con una vieja amiga de su madre, alguien realmente amable, una nueva madre para ellos. ¿Otra cosa positiva? Estaban en un sitio completamente nuevo, nadie sabía de ellos y por supuesto, se encargarían de borrar cada una de las huellas de su pasado. El haber tinturado sus cabellos y partes híbridas en principio no fue del todo cómodo, sin embargo, al final le habían tomado el gusto. 

 Una nueva imagen para las nuevas personas que eran, ¿no? Porque ya no eran más Park Jimin, el híbrido de Jung Hoseok y Jeon Jeongguk, el híbrido de Min Yeji. No. Ahora eran Choi Ingguk y Lee Minhyuk. Sus nombres habían sido modificados, pero aun así ellos seguían siendo los mismos.

I'm gonna bite you [ KookMin ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora