CAPITULO 2. EL BUEN PASTOR

17 0 0
                                    



                                                                 La cárcel de mujeres.

Con su mano metida dentro de las bragas, sentada en el suelo y con las piernas

bien abiertas, una mujer gritaba.

—¡Miren lo que hago con su puta comida! ¡Me la meto por la vagina!

Era el Patio Cinco, el peor, donde estaban todas las reincidentes y las reclusas

más peligrosas.

Fue una escena espantosa. Nunca pensé que aquella mujer que contaba con una

edad tan avanzada guardara en su interior tanta ira. Esto ocurría mientras yo,

como la joven funcionaria novata, me había detenido en aquella zona de la prisión

para atender la llamada de una interna.

—Tranquila, siempre lo hace entre risas, es su forma de burlarse de la

guardia —me dijo la sargento.

Poco antes, había llegado el día en que tenía que presentarme a la reclusión de

mujeres de Cali, apodada el Buen Pastor. Me habían dado diez días de plazo

para firmar el contrato con el Ministerio de Prisiones, pero el miedo no me había

dejado presentarme antes, así que tuvieron que pasar nueve días hasta que una

vecina, muy amiga de la familia, me aconsejó que fuera, que confiara en mis

posibilidades y que lo haría bien, que me tomara todo aquello como una gran

oportunidad. Ese miedo era normal, mis veintiún años salían a florecer.

24

La joven funcionaria de prisiones.

Fue un camino tortuoso. Las piernas me temblaban, mis manos sudaban... no

podía creer que me llamaran de una cárcel para trabajar, porque siempre había

preferido buscar un empleo dentro del sector de las empresas manufactureras,

debido a mi especialización.

Una carpeta que llevaba sujeta contra el pecho portaba toda la documentación

que me habían solicitado. La parada del autobús quedaba lejos del penal, así que

decidí ir caminando desde allí mientras preparaba en mi mente los diálogos que,

supuestamente, tendría con el director.

Llegué a la puerta de acceso y desde allí noté el submundo que se había creado

en aquel lugar, un microcosmos gris atrapado entre paredes de cemento. Los

guardianes eran muy jóvenes y fornidos, y cuando llegué me dirigieron miradas

que reflejaban una mezcla entre la desconfianza típica hacia el recién llegado y

un sutil brillo depredador. Supuse que mis ojos reflejaban la inocencia de mi edad

pero, a la vez, una férrea determinación, y aquello despertaba entre los carceleros

cierta suspicacia.

El portón de entrada consistía en una gran reja para los camiones de traslado de

La Joven Funcionaria De Prisiones ( Completada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora