La cárcel de mujeres.
Con su mano metida dentro de las bragas, sentada en el suelo y con las piernas
bien abiertas, una mujer gritaba.
—¡Miren lo que hago con su puta comida! ¡Me la meto por la vagina!
Era el Patio Cinco, el peor, donde estaban todas las reincidentes y las reclusas
más peligrosas.
Fue una escena espantosa. Nunca pensé que aquella mujer que contaba con una
edad tan avanzada guardara en su interior tanta ira. Esto ocurría mientras yo,
como la joven funcionaria novata, me había detenido en aquella zona de la prisión
para atender la llamada de una interna.
—Tranquila, siempre lo hace entre risas, es su forma de burlarse de la
guardia —me dijo la sargento.
Poco antes, había llegado el día en que tenía que presentarme a la reclusión de
mujeres de Cali, apodada el Buen Pastor. Me habían dado diez días de plazo
para firmar el contrato con el Ministerio de Prisiones, pero el miedo no me había
dejado presentarme antes, así que tuvieron que pasar nueve días hasta que una
vecina, muy amiga de la familia, me aconsejó que fuera, que confiara en mis
posibilidades y que lo haría bien, que me tomara todo aquello como una gran
oportunidad. Ese miedo era normal, mis veintiún años salían a florecer.
24
La joven funcionaria de prisiones.
Fue un camino tortuoso. Las piernas me temblaban, mis manos sudaban... no
podía creer que me llamaran de una cárcel para trabajar, porque siempre había
preferido buscar un empleo dentro del sector de las empresas manufactureras,
debido a mi especialización.
Una carpeta que llevaba sujeta contra el pecho portaba toda la documentación
que me habían solicitado. La parada del autobús quedaba lejos del penal, así que
decidí ir caminando desde allí mientras preparaba en mi mente los diálogos que,
supuestamente, tendría con el director.
Llegué a la puerta de acceso y desde allí noté el submundo que se había creado
en aquel lugar, un microcosmos gris atrapado entre paredes de cemento. Los
guardianes eran muy jóvenes y fornidos, y cuando llegué me dirigieron miradas
que reflejaban una mezcla entre la desconfianza típica hacia el recién llegado y
un sutil brillo depredador. Supuse que mis ojos reflejaban la inocencia de mi edad
pero, a la vez, una férrea determinación, y aquello despertaba entre los carceleros
cierta suspicacia.
El portón de entrada consistía en una gran reja para los camiones de traslado de
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La Joven Funcionaria De Prisiones ( Completada)
AcciónEste libro es la sorprendente y vivida crónica tras de las rejas, después de la muerte de Pablo Escobar, del auge de los carteles de la droga en Cali y del norte del valle, que te trasladará a lo que realmente pasa en una prisión colombiana con todo...