EL TERREMOTO DE ARMENIA
Había pasado seis meses sin ver a Larson, pues él había pedido ser reclutado
en el supuesto pabellón de máxima seguridad ubicado en el ala derecha
de Villahermosa. Según las malas lenguas, fue él quien lo mandó construir para
impresionar a la policía de EE. UU. y así hacerles creer que se sentirán en máxima
seguridad y que desestiman su extradición, pues todos los narcos de la época
temían, de una forma brutal, pagar su pena en cárceles americanas; de ahí el famoso
dicho que resonaba desde los tiempos de Pablo Escobar: «Prefiero una tumba en
Colombia que una cárcel en Estados Unidos ». Y era cierto. Era tanto el miedo que
le importaron a las cárceles norteamericanas que no les importaba invertir millones de
dólares en sobornar al estado colombiano o construir sus propias prisiones. Escobar
no fue el único que pensaba así, todos los narcotraficantes eran del mismo parecer.
Por eso, cuando se asomaba a su proceso penal la maldita palabra «extradición», era
como si el alma negra se apoderara de los narcos: sufrían de ansiedad, adelgazaban
rápidamente, mataban deliberadamente las traiciones de los socios o decidían tener
todos los hijos posibles con diferentes mujeres; sus cerebros se colapsaban y sus
miedos afloraban sin control. Fue el caso de Piruleta.
Construyó el pabellón —o por lo menos era el rumor allí en Villahermosa— y no
pudimos acceder mucha gente a verlo como antes. Las entradas estaban restringidas
y solo le interesaban sus abogados y, cómo no, sus esposas y amantes. Por lo
menos fue lo que Genaro, uno de sus guardaespaldas, me contó en una ocasión.
Por esta razón, acceder era muy complicado para cualquier funcionario, y yo ya
me había cansado de tener que buscar la forma de verlo, desde que él decidiera
recluirse, hasta el punto de nunca más salir de ese pabellón.
152
La joven funcionaria de prisiones.
Pero con motivo del terremoto de Armenia, yo me había propuesto conseguir todo
el dinero que fuera posible, y se me pedirán ayuda a los internos del patio
Ocho, es decir, los narcos, los cuales, por supuesto, me dicen que sí. Además
fueron ellos mismos, aquellos internos tan influyentes, los que estipularon la
cantidad: cada uno de los «duros» donaría 5 millones de pesos para ayudar a
paliar las consecuencias del seísmo. ¡Si! ¡Parece increíble !, y la mayoría de la
gente no lo sabe, pero ellos también ayudanban a las personas. Así las cosas, ya
todos me habían dado la plata y, entre ellos, se esforzaban para que el resto de los
compañeros la dieran también. Así que, un día, algunos me preguntaron:
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La Joven Funcionaria De Prisiones ( Completada)
AcciónEste libro es la sorprendente y vivida crónica tras de las rejas, después de la muerte de Pablo Escobar, del auge de los carteles de la droga en Cali y del norte del valle, que te trasladará a lo que realmente pasa en una prisión colombiana con todo...