CAPITULO 16

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                                                               EL TERREMOTO DE ARMENIA

Había pasado seis meses sin ver a Larson, pues él había pedido ser reclutado

en el supuesto pabellón de máxima seguridad ubicado en el ala derecha

de Villahermosa. Según las malas lenguas, fue él quien lo mandó construir para

impresionar a la policía de EE. UU. y así hacerles creer que se sentirán en máxima

seguridad y que desestiman su extradición, pues todos los narcos de la época

temían, de una forma brutal, pagar su pena en cárceles americanas; de ahí el famoso

dicho que resonaba desde los tiempos de Pablo Escobar: «Prefiero una tumba en

Colombia que una cárcel en Estados Unidos ». Y era cierto. Era tanto el miedo que

le importaron a las cárceles norteamericanas que no les importaba invertir millones de

dólares en sobornar al estado colombiano o construir sus propias prisiones. Escobar

no fue el único que pensaba así, todos los narcotraficantes eran del mismo parecer.

Por eso, cuando se asomaba a su proceso penal la maldita palabra «extradición», era

como si el alma negra se apoderara de los narcos: sufrían de ansiedad, adelgazaban

rápidamente, mataban deliberadamente las traiciones de los socios o decidían tener

todos los hijos posibles con diferentes mujeres; sus cerebros se colapsaban y sus

miedos afloraban sin control. Fue el caso de Piruleta.

Construyó el pabellón —o por lo menos era el rumor allí en Villahermosa— y no

pudimos acceder mucha gente a verlo como antes. Las entradas estaban restringidas

y solo le interesaban sus abogados y, cómo no, sus esposas y amantes. Por lo

menos fue lo que Genaro, uno de sus guardaespaldas, me contó en una ocasión.

Por esta razón, acceder era muy complicado para cualquier funcionario, y yo ya

me había cansado de tener que buscar la forma de verlo, desde que él decidiera

recluirse, hasta el punto de nunca más salir de ese pabellón.

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La joven funcionaria de prisiones.

Pero con motivo del terremoto de Armenia, yo me había propuesto conseguir todo

el dinero que fuera posible, y se me pedirán ayuda a los internos del patio

Ocho, es decir, los narcos, los cuales, por supuesto, me dicen que sí. Además

fueron ellos mismos, aquellos internos tan influyentes, los que estipularon la

cantidad: cada uno de los «duros» donaría 5 millones de pesos para ayudar a

paliar las consecuencias del seísmo. ¡Si! ¡Parece increíble !, y la mayoría de la

gente no lo sabe, pero ellos también ayudanban a las personas. Así las cosas, ya

todos me habían dado la plata y, entre ellos, se esforzaban para que el resto de los

compañeros la dieran también. Así que, un día, algunos me preguntaron:

La Joven Funcionaria De Prisiones ( Completada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora