CAPÍTULO 10

5 0 0
                                    



                           MI AMOR PLATÓNICO: EL CAPO DE LAS MIL CARAS

A la mañana siguiente, se encontraron de nuevo en el hotel Gallery. Esa vez

Karla no quiso cambiar de lugar para la cita y se presentó con semblante

más relajado.

—Buenos días, Karla, ¿estás bien? —La saludó Sarek.

—Sí, sí, esta historia se está convirtiendo en una terapia para mí —rio Karla

con aire espontáneo.

—Me alegro, vamos a ello —instó Sarek—. ¿Seguimos con Larson Aranda?

—Sí, sí, claro, aunque yo estaba un poco preocupado por la llamada

que te hizo el abogado de Larson.

—Bueno, yo creo que Piruleta quiere saber de ti y de tu vida, supongo. ¿Le

tienes miedo? —Le pidió Sarek de sopetón.

No te sé responder a eso, Sarek identifica Karla—. El Larson que yo conocí

era una persona, y después de veinte años, por lo que investigó, parece

otra totalmente diferente.

—Y... ¿no te ha llamado el abogado? —inquirió Sarek.

—No, no me ha llamado nadie.

96

La joven funcionaria de prisiones.

—Bueno, dejemos lo de las llamadas —sugirió la periodista—, no creo

que sea nada. Ahora deberíamos hablar un poco de quién era Larson,

¿te parece? De esa manera podrías ayudarme a comprender cómo era en

aquellos tiempos.

—Larson es un hombre supremamente inteligente, suspicaz y prevenido

—empezó a contarle Karla—. En esos momentos, cuando le conocí,

cuidaba mucho su cuerpo. Cada día entrenaba en el gimnasio de la cárcel,

el que montó en el Patio Ocho. Un hombre serio, muy serio en todas las

conversaciones, una especie de analista del entorno, pues su mirada siempre

se movía, inquieta. Me daba la sensación de que estudiaba mucho a las

personas, pero conmigo fue un buen amigo. Se caracterizaba por mantener

siempre el orden, cada detalle, cada gestión que debía analizar... era una

mente brillante. A mí, la verdad, me impresionó por su porte, su elegancia

y su finura. Se notaba que venía de buena familia porque los modales que

tenía eran sorprendentes, ya que en esa época yo trataba con los otros narcos

y la mayoría eran más bien de pueblo, provenientes de familias humildes,

así como Pablo Escobar. Algunos eran sus socios y otros eran trabajadores

de todos los narcos, pero él resaltaba por ser un hombre de pocas palabras

y prudencia. Físicamente me atrajo todo: su porte, sus músculos... que eran

su fuerte.

»Recuerdo que él presumía de ellos. A veces llevaba un mono enterizo de

La Joven Funcionaria De Prisiones ( Completada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora