-pásame el pescado por favor-pidió Amy.
-aquí tienes-dijo Carol.
Todos los del campamento estaban cenando cerca de la gran fogata degustando los pescados que Amy y Andrea pescaron ese día.
-está muy rico-dijo Shane sonriendo-lo extrañaba.
-tengo que preguntártelo-dijo Morales mirando al mayor de todos del campamento-me está volviendo loco.
-¿que?-preguntó Dale sonriendo.
-ese reloj-señaló el reloj que colgaba en la muñeca de Dale.
-¿que tiene mi reloj?
-te veo todos los días, a la misma hora dándole cuerda-Andrea sonrió dándole la razón a Morales-como un cura que da la misa.
-si, a mi también me llamó la atención-lo apoyó Jacqui.
-no se cual es la pregunta-dijo sin borrar su sonrisa el mayor.
-a menos que halla entendido mal, el mundo parece estar llegando a su fin-dijo Jacqui sonriendo-o al menos está detenido por un tiempo.
-pero tu estas todos los días dándole cuerda a ese estúpido reloj-dijo sonriente Morales.
-el tiempo es importante para llevar la cuenta, los días al menos-contestó con sabiduría Dale-¿no lo crees Andrea?-hizo referencia a la cuestión de pequeñas horas para el cumpleaños de su hermanita, Andrea sonrió intendiendolo-me gusta lo que un padre le dijo a su hijo al darle su reloj que pasó de generación en generación. Le dijo: te doy el mausoleo de toda esperanza y deseo que te servirá para lo que necesites igual que me sirvió a mi y a mi padre antes que a mi, te lo doy a ti...no para que recuerdes el tiempo sinó para que consigas olvidarlo, debes en cuando por un momento y no malgastes todo tu aliento intentando conquistarlo-terminó de decir.
Algunos sonrieron ante sus palabras, Shane miró de reojo a Lori.
-Dale, eres tan extraño-soltó Amy sacando risas de algunos.
-no soy yo, es Faulkner-se excusó un sonriente Dale-William Faulkner...tal vez lo recité mal.
La joven rubia se levantó de su asiento dejando a un lado su plato ya casi vacío.
-¿adonde vas?-preguntó Andrea mirando a su hermana.
-debo ir al baño-la miró mal-Dios quería ser discreta-comentó dándose la vuelta.
Algunos rieron ante al comentario de la rubia.
Un poco más apartado de la fogata, en una carpa donde yacía Ed, el esposo de Carol, trataba de buscar una posición cómoda para dormir pero le dificultaba por los golpes que tenía en el rostro a causa del pleito hace unas horas atrás con Shane.
-no les dije que me dejaran en paz-gruñó enojado al escuchar pasos muy cerca de su carpa.
Molesto por la insistencia en abrir la carpa, se levantó dispuesto a mandar al demonio al que osara molestarlo.
-¡oh Dios!-murmuró al ver un caminante frente a sus narices y detrás de ese había más-ahh-gritó cayendo de espaldas cuando el más cercano cayó encima suyo mordiendo su cuello y los demás se acercaban.