Capítulo XVIII. Amistad.

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—Espero algún día poder vivir un amor como ese.

—¿Incluyendo el sexo?

—Incluyendo el sexo, sin duda. —Ambas chicas rieron.

—Ten por seguro que lo tendrás, conocerás a un chico guapo y su amor será tan dulce que te dará diabetes.

—Calla. —dijo entre risas ella.

—De verdad Alex, será así como el amor de Gabriel y Julia, o mejor. —Alexa y Celeste permanecían leyendo, sentadas bajo la copa de un gran roble, la tarde era fresca, el sol comenzaba a meterse—. ¿Qué paso con aquel chico de tercer año?

—¿Ernesto? Nada, resulto que solo trataba de darle celos a su novia. Quería volver con ella.

—Idiota. Igual no me gustaba para ti.

—Ya, claro.

—Y ¿tú?, ¿Qué tal las cosas con Josué?, ¿Ya son novios?

—Algo así, hemos hablado un montón, es muy lindo.

—Y ¿Ulises?

—¿Qué pasa con él?

—Les, por favor, no me digas que no te has dado cuenta.

—¿Darme cuenta de qué? —Alexa se levantó y se puso frente a su amiga y gesticulando de manera dramática continúo.

—Ese chico quiere contigo, es demasiado obvio.

—¡Pero qué dices! Eso no es cierto, él tiene un montón de chicas con las que se acuesta.

—Y eso ¿Qué?, le atraes, mucho —Celeste se levantó y tomó su mochila.

—Mira Alex mejor vámonos, que estar por mucho tiempo afuera te está dañando gravemente.

—Aja, si, di lo que quieras, pero yo siempre termino teniendo razón.

—Si sí, tú todo lo sabes, los misterios del universo se encuentran en tu cabeza.

—En mi corazón. —Alexa y Celeste rieron.



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Clínica de desintoxicación y control
Diciembre 6, 1996

Cuando Celeste y Ulises bajaron de la camioneta, tras haber viajado por más de tres horas, una Fernanda con bata blanca les recibió.

Fernanda era de uno setenta de altura, al contrario de su hermana ella era de piel clara. Su complexión, al igual que la de Celeste era de una hermosa figura llena de tentación. Su cabello lo llevaba teñido de color rojo, un rojo bastante profundo. Sus ojos eran color negro, y sus labios apetecibles con tan solo una fina capa de brillo en ellos.

—Hola Fer. —Celeste se aproximó hasta ella y le dio un beso en la mejilla, sin abrazos ni cursilerías.

—Hola Les. Ulises. —Saludo con un simple asentamiento de cabeza tratando de no dedicar más tiempo del necesario al moreno.

—Fer, —respondió de la misma manera el joven—. ¿Cómo esta ella?— Los tres ingresaron a la clínica, caminaban a paso lento.

—Ella está bien, la última crisis se le pudo controlar y ha mejorado, el psicólogo dice que de a poco entra en la realidad, aunque por las noches todavía la busca. —Celeste sentía humedecer sus ojos, pero se limitó a bloquear el dolor, como normalmente lo hacía en público.

Las Nornas: La Diosa de la Noche ‖ Libro Primero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora