Capítulo XXIII. Planes.

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Avenida Pintor Sorolla N°125. 4
Diciembre 23, 1996

El día había llegado.

Habían planeado todos y cada uno de los movimientos que harían. Celeste sabía bien que armas debía utilizar, también se encontraba sabedora de los peligros que corrían cada uno de los participantes, por ello había memorizado bien el plan.

¿Y que es de un buen plan si no posees las piezas correctas?, con eso en mente, y con la ayuda de su hermana, las dos habían acordado que tanto como Ulises y Xavier le ayudarían a llevarlo a cabo.

Xavier se había encargado de investigar el itinerario del profesor, había estudiado a conciencia cada uno de los movimientos que haría, para ello se había aprovechado de su amiga Bea, claro de manera discreta.

Ulises Sáenz la acompañaría a aquel sitio, él le ayudaría a mantener vigilada la entrada del edificio, mientras ella se encargaría de distraer al portero, buscar la manera de entrar al piso sin ser reportados y extraer información.

—¿Estás seguro que se encuentra en la universidad? — preguntó Ulises a Xavier a través de la línea del celular.

—Sí, se dirige a la junta con el comité de investigación.

—Perfecto. Vigílalo. Cualquier movimiento sospechoso hazlo saber.

—Claro. Cualquier cosa yo les aviso maestro. —Xavier colgó.

Ulises volteó a mirar a Celeste, quien retocaba su labial.

Para la ocasión había decidido utilizar un pantalón entallado color negro, unos botines de tacón también negros. Portaba una blusa demasiado escotada color vino y una chaqueta de cuero color oscuro. Su cabello lo había mantenido suelto y con algunas ondas. Sabía que unos labios rojos siempre atraían, por ello había decidido pintarlos de un rojo carmín muy muy sexy.

—¿Preparada? —Ulises la miró y le sonrió—.Confió en ti nena.

—Gracias Sáenz, yo confió en ti. —Le besó en la mejilla—. Recuerda, dame quince minutos como máximo. Después de eso entras.

—De acuerdo.

Celeste salió de la camioneta. Caminó con paso seguro a la entrada del gran edificio. Para su alivio la estancia estaba sola, solo el portero mirando una revista estaba ahí.

Estudió lo que hacía. Miró y sin más siguió. El juego daba inicio.

—¿Qué tal va la tarde? —Soltó Celeste con una voz suave, delicada, excitante, aquella que utilizaba con sus sumisos.

—Mucho, mucho mejor. —El chico ni siquiera se había molestado en disimular. Su mirada lasciva había recorrido de arriba a abajo el cuerpo de infarto de la pelinegra, deteniéndose un poco más de lo necesario en su escote—. ¿A qué debemos su visita?

—La verdad es que sufrí un percance con mi auto y necesito hablar a mi seguro para que puedan auxiliarme.

—Entiendo... Adentro, en mi oficina, tengo un teléfono por si quieres marcar —dijo aquel chico de manera más que atenta.

—¿De verdad? Me vendría muy bien, gracias. —Agradeció la chica coqueta mientras ingresaba en la pequeña portería.

El chico le indicó, con un gesto demasiado galante donde encontraría el teléfono. El permaneció a la distancia mirando de manera aún más descarada el cuerpo de Celeste. A ella no le importó. Extrajo una agenda de su bolso y marcó un número. Cuando aparentemente le contestaron ella comenzó con su queja falsa y finalmente tras hablar unos cuantos minutos con el seguro ficticio, colgó.

Las Nornas: La Diosa de la Noche ‖ Libro Primero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora