Capítulo XXXV. Batalla.

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El dolor corría por sus venas, buscaba una salida, buscaba la calma.

Se entregó a la fría noche de invierno. Había caminado por largo tiempo, con su ropa desgarrada y cubierta de sangre. En su rostro la necesidad de un poco de droga para calmar su sufrimiento, aquel que hace ya tiempo había comenzado.

Algunos de los transeúntes se detenían a mirarla. Unos pocos con ojos de lástima, otros tantos de desaprobación pero, desgraciadamente ninguno le ayudó.

Caminó sin rumbo fijo, tan solo caminó. El viento frío golpeó su cuerpo frágil y ella sintió fallecer.

La luna en lo alto del cielo miró a la desdichada joven que vagaba sin esperanzas y con el cuerpo herido. La chica se dirigió a un solitario callejón y ahí, entre el putrefacto olor a basura y suciedad se dejó caer. Se abrazó a sí misma, se aferró a su dolor, aquel que le hacía recordar que aún seguía con vida.

«Ella no me perdonará »

Alexa lloró.

Necesitaba el perdón.



~•♚•~



Clínica de desintoxicación y Control
Diciembre 31, 1996
Primeras horas de la madrugada

Los pasillos de la clínica parecían desiertos. Aquellas frías paredes blancas que tanto odiaba ahora eran su única compañía.

Celeste había permanecido ahí, en una pequeña sala de espera.

Mientras otros se preparaban para celebraban el inicio de un nuevo año, ella le daría la bienvenida en esa melancólica habitación que solo desprendía olor a enfermedad y muerte.

La pantalla de su celular marcaba las tres quince de la madrugada y cinco llamadas ignoradas de su amiga Marisa.

Celeste no tenía ganas de hablar, de dar explicaciones. Se imaginaba las preguntas que su amiga le haría ¿Estas bien? ¿Cómo va todo? Y ella pasaba de ello.

Aquella madrugada le parecía mucho más larga de lo normal. Había mirado los ánimos de celebración en el pequeño auditorio de la clínica, había mirado a lo lejos como los demás pacientes se preparaban para ello. En cierto punto uno de ellos se había acercado a ella y le había invitado a pasar, pero ella le había medio sonreído y declinado su propuesta.

No celebraría, no ahora, se había prometido celebrar cuando Alexa saliera de peligro y estuviera nuevamente con ella, sonriendo y charlando. Aunque claro, en el fondo de su conciencia sabía que aquellos deseos podían no hacerse realidad.

Cerca de las once de la noche una enfermera había salido a dar el parte médico, pero Ulises se le había adelantado y le había impedido saber lo que pasaba, por lo que ella intuyó que nada iba bien. Ni Ulises ni su hermana le habían comentado nada, los había visto charlar entre ellos pero lastimosamente a ella la mantenían apartada de todo, y eso la había cansado.

Por ello, a mitad de la fría madrugada Celeste se puso de pie, y dando una última mirada al oscuro paisaje de la ventana, se encaminó a la habitación en la que permanecía en observación su amiga.

Las Nornas: La Diosa de la Noche ‖ Libro Primero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora