Capítulo XXX. Demonios.

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Centro de estudios Universitarios
Diciembre 25, 1996

Marisa sirvió en un plato una pieza de pollo frito con un poco de ensalada y lo colocó en la mesa frente a su amiga, al igual le dio una taza humeante que contenía un delicioso café, así como sabía que a Celeste le gustaba.

Celeste le sonrió y comenzó a comer bajo la atenta mirada de Marisa, quien sin pronunciar palabra lograba ponerla de los nervios.

Marisa bebió de su café.

Celeste comió y por un instante su cuerpo cansado se sintió mejor.

—Solo dilo —Soltó Celeste conteniendo sus miedos.

—¿Qué ha pasado hace un rato? —Eso no era lo que en realidad Marisa había querido preguntar, pero su valentía era escasa—. Para mí también ha sido impresionante saber que su muerte fuera planeada. —dijo completamente sincera.

—Para mí no. —dijo entre un murmullo Celeste.

—¿Cómo dices? —Marisa sostuvo a medio camino su taza de café, entre la mesa y sus labios. Pensó que quizá no había escuchado bien.

—Digo que a mí no me sorprendió la nueva noticia —dijo con tono sarcástico Celeste haciendo especial énfasis en nueva.

—¿Sabías que lo querían muerto? —La voz sorprendida de su amiga le robó una mirada intensa, una que se debatía entre contarle la absoluta verdad o seguir mintiendo como hasta ese momento lo había hecho.

—Si. —dijo segura de aquella respuesta.

—¿Y sabes la razones del porque lo han hecho?

—Sí, las sé. —dijo entre una amarga sonrisa—. Vaya que las sé.

Marisa moría por saber qué es lo que había detrás de esa muerte, aunque por respeto al dolor de su amiga no preguntaría, no la forzaría a nada.

Pero para aquel momento, ha aquella hora, Celeste tenía la impetuosa necesidad de contar todo, ¿Por qué? Porque ella había aguantado hasta su punto máximo, porque había hecho y desecho a su antojo, porque creía tener todo bajo control, pero ahora que todos sus planes comenzaban a explotarle en la cara su espíritu más oculto, aquel que todavía tenía un poco de razón le decía que necesitaba rendirse, tomar lo poco que aún conservaba y huir, desaparecer para seguir con una vida más tranquila, una como la que desde un principio debió vivir.

Eso era lo que su raciocinio le dictaba, pero ella ya no seguía a la razón, ella ya no creía en la justicia de la humanidad, ella solo creía en su justicia, aquella que había sido producto de su dolor. Y lamentablemente su dolor ahora le decía que podía caer, descansar un poco, lamer sus heridas y continuar con su propósito, aquel arriesgado propósito que vengaría su sufrimiento, y no solo el de ella, sino también el de todos los que por igual se habían sacrificado. En especial su hermana.

—Eduardo no era trigo limpio. —dijo con voz triste, tratando de convencerse.

—¿Cómo? —Aquello descolocó por completo a Marisa, y eso que solo era el inicio de un inmenso relato.

—Alexa era una chica muy joven, estaba llena de vida, —Marisa no sabía que es lo que su amiga decía y aunque pensó que era producto de su cansancio, decidió no decir nada y escucharla—. Era muy joven cuando se topó con un chico que solo quería jugar con ella... —Celeste hizo una leve pausa en la que sonrió amargamente—. Quizá ella debió entenderlo desde que comenzó a insinuársele mientras sostenía una relación amorosa con su mejor amiga. Pero en fin, ella creía en esas chorradas, anhelaba un amor de libros y Josué se lo dio, le pintó un mundo hermoso, tan bello que llegó al punto de olvidarse de su amistad con aquella chica y salir con su novio. —Celeste no miraba nada en especial solo sostenía con fuerza la taza ya vacía—. Aquella chica, su amiga, se sintió traicionada y herida, normal, ella solo miraba lo que sus ojos le permitían ver, así que rompió su amistad y les dejó ser, se apartó de ellos con el deseo infinito de que fuesen felices... —La carcajada que dejó ir Celeste parecía burlarse de ella misma.— O al menos eso era lo que ella creía, hasta que tiempo después Alexa reapareció en su vida con una apariencia horrible, aquella chica herida por la traición tenía en sus manos el poder de salvar a la que en algún momento fue su hermana de, fuera lo que fuera que la tenía demacrada, pero no lo hizo, —Unas cuantas lágrimas recorrieron las mejillas de Celeste, ella las limpió de inmediato—. No la ayudó, en cambio, sintió en lo más profundo de su pecho una alegría inmensa por que el universo se había encargado de pasarle factura a la puta de Alexa, la puta que le había quitado a su novio.

Celeste comenzó a reír y a llorar, era una risa de nervios, de histeria. Marisa se sintió temerosa. No comprendía el porqué de aquella historia, ni muchos menos que tenía que ver con el profesor ya fallecido.

—Pero nada estaba más lejos de la maldita realidad. Y la chica tonta no lo vio. Pasaron los años y en una noche, cuando aquella chica regresaba a su casa, cerca de unos botes de basura miró la silueta de una mujer, era una mujer herida cubierta de sangre y con moretones en sus brazos y piernas, removió la basura con la que la habían tapado y se encontró con su amiga, aquella a la que había dado la espalda. Estaba inconsciente y prácticamente muriendo...

Marisa sintió dolor, limpió unas cuantas lágrimas que se le habían escapado.

—Alexa fue llevada al médico y ahí, en la sala fría de un hospital, el mundo de aquella chica se hizo añicos. Alexa había sido violada en repetidas veces, había sido golpeada y sometida, vivía hasta el tope de malditas drogas, —Las lágrimas de Celeste corrían sin detenerse—. Y como si eso no fuese suficiente Alexa había estado embarazada, había dado a luz y le habían arrebatado a su hijo. —Marisa quedo sin aliento. Por un momento quiso no seguir escuchando aquello, pero Celeste no tenía la mínima intensiones de detenerse—. La recuperación de Alexa fue lenta, demasiado. Nada le ayudaba a borrar el infierno que había vivido. De la chica alegre no quedaba nada. Esos malditos la habían destruido. Pasados algunos días, o meses, no lo recuerdo bien, a la oficina de un amigo llego un paquete que citaba en su cubierta "Para Celeste, con cariño".

Al escuchar aquellas palabras Marisa quedó sorprendida y escuchó con atención.

—El paquete contenía una cinta DVD, un maldito DVD en el que se había guardado todo el puto dolor que Alexa, mi Alexa había vivido. —Celeste apoyó su cabeza sobre sus manos y con voz temblorosa continuó—. Alexa se encontraba desnuda y aparentemente drogada, las voces de fondo de cuatro hombres se percibían. Alexa posaba desnuda mientras la fotografiaban, pero no fue lo peor, no, lo peor sucedió cuando apareció en escena Adrián, un hombre que comenzó a tocarla, ese maldito la llevó hasta una mesa de billar y la violó, —Marisa sorbió por la nariz su llanto, aquello le llegaba hasta el alma—. El malnacido de Adrián invitó a dos hombres más, uno de ellos era Josué, el chico que la había engañado, y el otro se llama Martín... Martín Arias.

Marisa abrió sus labios completamente sorprendida, su amiga hablaba sobre su profesor, el nuevo profesor.

—Entre los tres hombres la violaron y martirizaron, Alexa pedía ayuda, pero ninguno de esos tres hombres le ayudaron, ni ellos ni el cuarto que solo grababa. —Celeste se puso de pie y limpiando sus lágrimas continuó— Él pudo haberla ayudado pero no lo hizo, continuo grabando y llegado el momento también participó de aquella atrocidad, Eduardo Sandoval también participó.

Celeste se dejó caer derrotada en la orilla de la cama y lloró, lloró como si no hubiese mañana.

Marisa se sentó a su lado y la abrazó, era lo único que podía hacer por ella, ya que, por más que buscaba entre los más recónditos lugares de su mente, no encontraba nada, ni una palabra que pudiera fortalecer, o por lo menos consolar a su amiga.

Las lágrimas de Celeste empaparon el hombro de Marisa, y cuando está sintió el frío en su piel, algo dentro de ella también se quebró.

Marisa permaneció a su lado tratando de comprender cuan duro fue para Celeste mostrarse fuerte, como si nada y convivir con aquellos demonios que le habían robado una parte de su vida.

Y ahí, entre medio de una fría habitación de escuela, Marisa comprendió todo.

Comprendió que entre sus brazos consolaba a una asesina.

Las Nornas: La Diosa de la Noche ‖ Libro Primero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora