Capítulo 5

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-Todo este tiempo tú has sido un rehén real

-¿Rehén real?

-Sí, el pueblo no hizo nada en contra de los españoles por miedo a que te mataran, tenían la esperanza de que cuando crecieras tú le pusieras fin a esto pero ha pasado tanto tiempo y tantas cosas que muchos ya han olvidado que tu existes

Después de escuchar eso todo lo que he vivido tenía sentido, ahora entendía porque mi padre me odiaba, por qué mi madre y mi nana reaccionaban tan raras cuando les preguntaba de los aztecas o de quien era Moctezuma, todos eso era demasiado así que salí corriendo y Santiago detrás de mí

-Erika, espera -grito Santiago

Pero no me detuve, seguí huyendo, cuando llegue a la puerta escuche a Acoalt

-Ya sabes dónde encontrarnos

Corrí y corrí hasta que me caí cerca del rio fue entonces que Santiago me levanto

-Tranquila, escúchame tienes que calmarte -dijo mientras tomaba mi cara entre sus manos

-Pero ese maldito mato a mi familia, la mato y ha hecho miserable toda mi vida -le decía llorando

Y antes de otra cosa él me beso, beso al cual yo correspondí y logro tranquilizarme, sus labios eran suaves y encajaban a la perfección con los míos y en ese beso me decía que el sentía algo por mí al igual que yo por él. Nos separamos y recargo su frente en la mía

-No puedo con esto, debo de enfrentarlo, pero tengo miedo, soy tan débil -le dije mientras lo miraba a lo ojos

-No te preocupes yo estaré contigo, siempre, no importa lo que pase, ¿me entiendes?

-Si, gracias

-Vámonos -dijo y cruzamos el rio

Al llegar hasta los caballos los soltó y nos subimos para ir a enfrentar a aquel monstro que se hacía llamar mi padre, el hombre despreciable que me había maltratado tanto, que me había separado de mi familia y los había matado, lo odiaba, estaba decidida a enfrentarlo hasta las últimas consecuencias aunque me costará la vida pero poco me imaginaba que la tragedia estaba por comenzar.

Cuando llegamos a la casa Santiago ayudo a bajarme del caballo y vimos que había mucho guardias dentro y fuera de la casa y escuchaba que mi mamá gritaba, eso me alarmo y entramos corriendo, vi que dos guardias la agarraba y ella lloraba pero estaba toda cubierta de sangre lo que me espanto aún más, fue entonces que les grite mientras llegaba hasta a ella

-¡Suéltenla! Es una orden, no pueden desobedecer soy hija de Cortés -trate de sonar lo mas firme que pude para que la soltaran

-No, lo siento señorita, es una prisionera -dijo uno de ellos

Me diriji a ella, para que me explicara que era lo que había pasado

-¿Qué paso mamá, porque estas llena de sangre?

-Yo no los mate, yo sería incapaz -decía pero su mirada al igual que su razón estaban pérdida-, debes creerme hija

-¿Matar, matar a quien, de que hablas?

-A tus hermanos -dijo mi padre desde las escaleras

-Eso no puede ser, ella sería incapaz, estas mintiendo -le grite-, mi madre jamás haría una atrocidad así

-Claro que no estoy mintiendo, ella estaba ahí sobre ellos cuando llegue, estaba llena de sangre y ellos muertos ¡por tal motivo esa maldita mujer debe morir por lo que ha hecho! -me grito

Al decir eso los soldados se le llevaron y yo les gritaba desesperada que la soltara, Santiago iba detrás mío y no se me separaba, llevaron a mi madre a la plaza principal y la ataron a un tronco, yo ya sabía lo que le esperaba, la quemarían viva por orden de Cortés.

-¡No puedes hacer esto! -le gritaba a Cortés-, es tu esposa

-¡Ella mato a tus hermanos, mis hijos, eso es lo que merece! Ese monstruo no es mi esposa -me grito

-¡Mamá! -le gritaba tratando de llegar a ella, pero los soldados no me dejaban-, quitense hijos de perra

-¡Yo no los maté debes creerme!

-Te creo mamá, te creo, sé cuánto los amabas -le dije llorando

-Te amo hija

-Y yo a ti mamá

Un soldado se acercó y me tomó de un brazo para no dejarme pasar

-Aléjese señorita

-No. Suéltenla por favor se los suplico

-No podemos hacer nada, lo siento señorita

Mire a mi madre y ella estaba llorando pero resignada, había aceptado morir a ella

-¡MAMÁ!

-Por favor perdoname princesa, jamas quise que sufrieras, todo lo que hice lo hice por amor. Y ahora voy a pagar por eso

-No tengo nada de que perdonarte

-Eres un ángel -sonrió -, gracias por ser mi hija

Después de decirle eso dos soldados me quitaron de ahí mientras otro prendía fuego a la leña sobre la que estaba mi mamá, yo les gritaba que no lo hicieran e incluso golpe a unos cuantos de ellos pero no me hacían caso, entonces me dirigí a Cortés

-¡Eres un bastardo, maldito, no le puedes hacer eso!

El solo me abofeteo

-Llévatela de aquí - le dijo a Santiago

-Ven levántate -me decía mientras me agarraba de los brazos

-No suéltame -le dije mientras trataba de liberarme de él, los gritos de mi madre que estaba siendo quemada viva hacían que me desquiciara mas

Me logre liberar de Santiago y me acerque a aquella lumbrada para tratar de salvar a mi madre sin percatarme que yo también me estaba quemando las manos

-¡Mamá! -gritaba una y otra vez

El vestido se me empezó a incendiar también y fue cuando Santiago me jalo y me tapo con una chamarra, pero poco me importaba, estaba viendo a mi madre morir y lo único que quería era salvarla, perdí todas las fuerza en mis piernas y caí de rodillas con Santiago, él no dejaba de abrazarme y yo de llorar, me negué a seguir viendo esa horrible escena así que me voltee y escondí mi cara en el pecho de Santiago, aferrando mis puños en su ropa.

Después de un rato los gritos de mi madre cesaron y escuche como los soldados empezaban a apagar el fuego, me levante con ayuda de Santiago, una parte de mi quería salir corriendo pero una nueva surgió, una parte que me obligaría a no huir nunca más de mis problemas, así que gire lentamente en dirección de aquella hoguera y lo que vi es algo que hasta la fecha quiero borrar de mi mente, los soldados bajaban el cuerpo totalmente quemado, los restos de la que había sido mi madre, me acerque hasta ella, el olor a piel, carne y cabello quemado era nauseabundo, tome la cara de mi madre entre mis manos, no podía ni siquiera reconocerla, sentía volverme loca.

-¿Mamá?, ¡mamá! -le hablaba hasta que me puse a llorar y pegue su cabeza a mi pecho

Grite tan fuerte que toda la gente que había ido a ver tan cruel espectáculo regreso a ver qué era lo que pasaba, recorría su cara con mis manos pero ni así podía reaccionar, entender que ella había muerto y de la peor manera posible.

-Sigue adelante princesa -escuche un susurro

En eso alce la vista encontrándome con la mirada de ese maldito hombre y todo ese dolor que sentía se convirtió en odio contra Cortés, baje con cuidado el cuerpo de mi madre, me levante, seque mis lágrimas y lo mire fijamente, él hizo lo mismo pero después de un rato solo se rio y se fue.

Había varios soldados ahí, algunos conmocionados por lo que había pasado, los mire fijamente y ellos se asustaron ante mí mirada, supongo que ya no era de una niña inocente, tenía cara de ser el mismísimo demonio

-Lleven el cuerpo de mi madre a mi casa -le ordebe a unos de los guardias

-S... Si señorita -dijeron

La tomaron con mucho cuidado, incluso uno de ellos llevó una sabana blanca para cubrirla, la recostaron en una tabla, la taparon y se la llevaron

La última princesa azteca Donde viven las historias. Descúbrelo ahora