Capítulo 23

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-Princesa...bueno la cosa es...es que en cuanto pasaste por la puerta de la pirámide dejaste de envejecer y nada en este mundo podrá matarte

-¿Qué? -dije atónita-, eso significa...

-Que ahora eres inmortal

-¡¿Qué?!  -dijimos Santiago y yo al mismo tiempo

-Como lo oíste, ahora eres inmortal

"Inmortal" la palabra retumbo en mis oídos provocando que una mezcla de coraje y desesperación se juntaran en mi pecho, no podía ser inmortal, no quería ser inmortal

-¿Qué, como que inmortal?  -le grite

-¡Eso no puede ser! -dijo Santiago con el ceño fruncido

-Pues lo es, de verdad lo siento mucho muchachos

El agachó la mirada, fue que me di cuenta, el sabia de todo esto, su plan siempre fue este, estaba realmente furiosa con él

-¿Tu sabias esto? -le pregunte y él agacho la más mirada-, siempre supiste que esto iba a pasar ¿verdad?

-Si - dijo a penas en un susurro

-¿Y porqué no me lo dijiste, porqué no me diste elección? yo no quiero ser inmortal -le grite

-Si te decía algo, no lo hubieras hecho

-Me importa una mierda eso, tenías que habérmelo dicho, tenía derecho a escoger mi destino, maldita sea Acoalt

-Fue una orden que me dieron los Dioses, no podía decirte nada

-¿Por eso no permitiste que Alma me dijera la verdad anoche?  -le grite pero él solo bajo la mirada de nuevo.

-No podía decirte, de verdad lo siento

-Me importa una mierda, ustedes no tienen ningún derecho sobre mi vida o mi muerte-, grite estaba de verdad furiosa-, una vida en soledad, un bello sinónimo para una vida inmortal

-No tuve elección.

-¿Al igual que ella? –grito Santiago molesto-, maldita sea Acoalt ambos confiamos en ti ciegamente y tu nos pagas con esto

-Lo siento pero no podía decirte nada, a ninguno de los dos

-Te odio -le grite y me fui corriendo a la casa en donde nos habíamos quedado a dormir la noche anterior

Entre al cuarto y destroce cuanta cosa se me puso enfrente tratando de que la rabia desapareciera, no podía concebir que fuera inmortal, no tenía a mis padres, ni a mis hermanos y tenía la esperanza de algún día reunirme con ellos en el más allá, pero ahora eso es imposible, además me empezó a brotar la idea de que cuando Santiago muriera yo me quedaría totalmente sola en este mundo hasta el final de los tiempos y yo sin él no podía vivir. Había accedido a hacer esto, quiero que mi pueblo sea libre pero no entiendo porque me han maldecido con esto, ser inmortal era el peor castigo para mi.

Me senté en la cama frustrada y me tape la cara con las manos para darle paso a las lágrimas, cuándo sentí que alguien se sentaba a mi lado, en cuanto me abrazo supe que era Santiago

-Amor no llores, todo estará bien

-¡No Santiago, no lo estará! -dije parándome de la cama y el solo me miro con tristeza-. Yo no quiero esto, no lo quiero

-Lo sé, yo estoy igual

-No puedo vivir sin ti, ¿de qué me sirve la vida inmortal si no puedo estar contigo? -dije llorando

Él se levantó y me abrazo

-No pienses en eso ahora, estoy aquí contigo y es lo único que importa

La última princesa azteca Donde viven las historias. Descúbrelo ahora