Capítulo 26

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Las pesadillas se apoderaron de mi por completo, soñé la muerte de mi medre Marina, cuando mataron a mis padres y a mi hermano, y por supuesto todas las muertes que había presenciado el último año, cuando por fin desperté lo hice sentándome en la cama pero el dolor hizo que me volviera a acostar

-Tranquila, todo está bien -dijo Santiago para tranquilizarme

-¿Dónde estamos? -dije confundida al ver que estábamos en una elegante casa

-En un casa que consiguió Acoalt

-Aah… ¿cuánto tiempo estuve inconsciente?

-Como dos días -dijo y pude ver que en todo ese tiempo él no había dormido

-¿Y no has descansado nada verdad?

-Sí, un poco

-No me mientas

-Está bien, no he dormido -dijo poniendo los ojos en blanco

-Entonces ven a dormir -le dije mientras le hacía espacio en la cama

-No, dormiré aquí en el sillón

-No, duerme aquí conmigo -dije mientras le daba golpecitos al colchón, me sonrió y se levantó del sillón para acostarse-. Gracias

-¿Por qué?

-Por cuidarme

-Siempre lo voy a hacer, lo sabes ¿no?

-Sí, lo sé -me acurruque en su pecho y sentí que poco a poco se quedaba dormido

Después de un rato me dio hambre y decidí levantarme por algo de comer, en cuanto me enderece hice una expresión de dolor, al ponerme de pie trate de ver la herida pero estaba vendada así que no lo logre, empecé a recorrer la casa hasta que llegue a las escaleras, cuando llegue a la planta baja busque a Acoalt y como no lo encontré lo llame

-¿Acoalt?

-¡Princesa! -dijo mientras salía corriendo de la cocina-. ¿Qué haces levantada?

-Tenía hambre

-Debiste llamarme, sube al cuarto yo te llevare la comida

-No, Santiago está durmiendo y no ha descansado bien, comeré en la cocina o en la sala para no molestarlo -dije y el alzo la ceja sin estar muy seguro de dejarme comer abajo

-Lidia -grito

-¿Qué pasa? -contesto la mujer desde la cocina

-La princesa tiene hambre, prepárale algo

-Enseguida -contesto

-Bien, ven a sentarte -dijo mientras me tomaba del brazo y me conducía hasta la sala

Contemple mi entorno y decidí romper el silencio que había entre nosotros, ya no habíamos peleado pero aún no podíamos hablar normalmente como antes

-¿Y...como conseguiste esta casa?

-Fue fácil, ya no hay nadie

-¿Cómo que no hay nadie?

-Sí, todos los residentes se fueron

-¿Porque? -dije mientras me acomodaba bien en el sillón

-Nos tienen miedo y Cortés les prometió acilo y seguridad, así que se fueron, podremos avanzar sin preocupación

Lo que me decía Acoalt era realmente sospechoso, el echo de que tuviéramos pasó libre era bastante peligroso

-Al contrario Acoalt, si no hay residentes Cortés hará lo que sea para detenernos, hay que estar más alerta que nunca, esto se está volviendo más peligroso que nunca

La última princesa azteca Donde viven las historias. Descúbrelo ahora