Capítulo 14

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-Bueno princesa ha llegado la hora

Respire profundo, solté a Santiago y empecé a caminar al pie de la pirámide, antes de tocarla volteé a ver a toda la gente reunida ahí, ellos me miraban con esperanza lo que hizo que me pusiera más nerviosa pues empezaba a sentir que tenía que proteger a todas esas personas, volteé de nuevo hacia la pirámide la vi bien, me acerque hasta a ella y la toque, en ese momento el sol destello justamente en la punta de la pirámide, seguido de eso llegaron mucho Quetzales se posaron en la pirámide y el los árboles de los alrededores y empezaron a cantar, las personas y yo mirábamos atónitos aquel espectáculo, entonces todos los presentes empezaron a brincar y a dar gritos de alegría, les había comprobado que yo era la persona que los liberaría del poder español.

-Lo hiciste muy bien -dijo Acoalt

-Gracias -dije mientras me dirigía a Santiago para abrazarlo

-Eso fue sorprendente -dijo y pude notar que los ojos le brillaban

-Sí, pero ya vámonos -dije mientras le tomaba la mano y regresábamos a la habitación en donde habíamos dormido

En el camino la gente me sonreía, me hacían reverencia y me tocaban del hombro, cuando llegamos a el cuarto me tire en la cama y tape mi cara con las manos

-¿Qué pasa amor? -dijo Santiago mientras se sentaba a mi lado

-¿Cómo voy a proteger a todas esa personas Santiago? -dije destapándome la cara

-No tienes que hacerlo -me dijo mientras ponía un mechón de cabello tras mi oreja-.  Ellos te han elegido, quieren luchar para liberarse de la tiranía de Cortés, si ellos no quisieran ser libres a pesar de enseñarles que eres la elegida ellos no lucharían, así que tranquila, todo saldrá bien

-Eso espero -dije suspirando

-Créeme, así será amor -me dijo y se agacho a darme un beso

Esa misma noche partimos de Yucatán hacia el siguiente pueblo, llegábamos y nos recibían de la misma manera, yo tocaba las pirámides y en cada lugar pasaba algo distinto, la gente se empezó a juntar y estaba dispuesta a luchar por la libertad.
Los meses pasaban, a caballo tardábamos varios días en ir de un pueblo a otro. Acoalt llevaba el conteo de cuánto tiempo tardábamos en nuestro viaje

-Mañana partiremos hacia Tula -dijo Acoalt

-¿A Tula? –pregunte

-Sí, vamos al hogar de tu madre

-Si ya lo sé Acoalt -dije mirando mis manos

-Bueno los dejo descansar

-Gracias -dijo Santiago

Acoalt se fue y al poco rato Santiago y yo nos dormimos. A la mañana siguiente nos levantamos muy temprano, desayunamos y nos dieron provisiones para el viaje, al terminar nos dispusimos a viajar hacia tula.

Tardamos seis días en llegar, empezaba a amanecer cuando  llagamos a la pirámide de Tula, era impresionante el lugar, la pirámide tenía en la parte de arriba estatuas enormes echas de piedra los llamaban "Los Atlantes de Tula" algunos estaban de pie y otros estaban tirados o rotos a causa de los españoles, la gente se empezó a juntar en la pirámide.

-Sean bienvenidos -dijo un hombre ya mayor

Tenía el pelo y la barba ya de un color blanco y un poco encorvado pero siempre buscaba la manera de enderezarse, supongo que para tratar de aparentar ser más joven

-Buenos días Alfonso -lo saludo Acoalt

Me baje del caballo y Santiago se puso a mi lado

-Princesa, él es Alfonso un gran guerrero, sirvió a la familia de tu madre durante muchos años -dijo Acoalt

-Es un placer -dije mientras estrechaba mi mano con la de Alfonso

-Me alegra que este aquí princesa, la hemos estado esperando desde hace mucho tiempo

-Gracias -, fue lo único que pude contestarle-.  Él es mi esposo -, dije mientras tomaba a Santiago del brazo

-Emperador -dijo Alfonso mientras le hacía una reverencia

-Por favor solo llámeme Santiago, es un placer conocerle -le dijo mientras estrechaba su mano

-Claro - sonrió. - Bueno hay que avisarle a todo el pueblo que han llegado

Asentimos con la cabeza y el llamo a un niño

-¿Qué pasa abuelo? -dijo

-Necesito que avises que la princesa ha llegado -el niño me miro y sonrió-. Recuerda ningún español debe darse cuenta

-Si abuelo –dijo y se echó a correr

-Síganme -dijo Alfonso

Nos dijo donde podíamos dejar nuestros caballos para que descansaran, luego nos llevó a su casa, era sencilla pero muy bonita, una mujer estaba afuera cocinando

-Hola cariño- la saludo Alfonso

-Hola- dijo y se enderezo para mirarlo y al vernos ahí se quedó sin habla y solo sonrió

-Mar te presento a la Princesa Erika y a su esposo Santiago

-No puedo creer que estés aquí -dijo la mujer y se acercó hasta a mí para verme mejor, yo solo le sonreí

-¿Y a mí no me saludas Mar? -dijo Acoalt

-Hola Acoalt, cuanto tiempo -dijo y lo abrazo

-Sí, ya ha pasado un rato

Alfonso salió con unas sillas y nos las dio

-Bueno les preparare algo de comer -dijo Mar

-Gracias, es usted muy amable  –le dije y ella al oír mi voz sonrió

-Qué barbaridad hasta en la voz se parece a su mamá

-Lo se cariño -le contesto Alfonso con una sonrisa

Ella sonrió y se metió a su casa, Santiago tomo mi mano y me sonrió también, era increíble cómo me conocía sabía que estar en el hogar de mi madre me daba mucha nostalgia

-¿Y cómo les ha ido en el viaje? -pregunto Alfonso 

-Bien, no hemos tenido ningún percance -dijo Santiago

-Me alegra escuchar eso, ¿y cuantos pueblos se unirán?

-Hasta lo que sabemos dos

-En realidad cuatro -corrigió Acoalt a Santiago-. Y si sigue esparciendo la noticia al norte

-¿Irán al norte?

-Es muy riesgoso ahora, Cortés está explorando terrenos, técnicamente sus tropas más fuertes están en el norte, nos ha dado ventaja y sería algo tonto llevarla, pero la noticia se esparce y tenemos muchas probabilidades de que se unan

-Me alegra escuchar eso -dijo Alfonso con una sonrisa

La última princesa azteca Donde viven las historias. Descúbrelo ahora