Capítulo 15

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-Me alegra escuchar eso -dijo Alfonso con una sonrisa

Seguían platicando hasta que se acercó Mar y nos dio de comer, los platos y cucharas de madera eran una obra de arte. Las personas vivían humildemente pero todo era limpio y hermoso

-Muchas gracias –dije y le sonreí

-No hay de que

-Pues comamos antes de que se enfrié -dijo Alfonso

Mar se sentó a un lado de Alfonso, comía pero no dejaba de mirarme y sinceramente me sentí un poco incomoda. Supongo que mi incomodidad era notoria ya que Alfonso intervino

-Mar déjala comer en paz 

-Perdonen es que estoy muy emocionada, se parece tanto a su mamá que es como si estuviera aquí con nosotros de nuevo

Muchas de las personas que había conocido me decían que era muy parecida a mi padre y otras tantas a mi madre, así que no sabía con certeza a quien me parecía o si me parecía a los dos. Le sonreí a Mar y decidí hablar con ella sobre mi madre, era un tema bastante doloroso pero me arme de valor

-¿Entonces conocieron bien a mi madre?

-Vaya que si -dijo Mar

-¿Y cómo?

-Bueno ella era muy buena, visitaba el pueblo y convivía con las personas  como si fuéramos sus iguales, nunca tomo aires de superioridad con nadie, era bondadosa, amable, todos en el pueblo la apreciábamos mucho, fue la princesa en Tula más querida por el pueblo.

Ante lo que me contaba no pude evitar sonreír, me alegraba escuchar que a pesar de ya no estar aquí, mamá sigue teniendo un lugar especial en el corazón de su pueblo.

-Y también conocimos a tu padre- dijo Alfonso

-¿Enserio?

-Sí, yo estaba presente cuando tus padres se conocieron

-¿Y cómo fue? –dije acomodándome en la silla

Me empezó a llenar una felicidad que no entendía, no sé, simplemente me emocionaba el saber cómo se habían conocido mis padres

-Bueno un día tú papá llego para entrevistarse con tu abuelo, ya sabes cosas de negocios y eso, yo era guerrero de tu abuelo y él me había mandado a buscar a tu mamá pues toda la familia real iba a recibir al emperador Azteca

-¿Ya era emperador, cuantos años tenía?

-Tu padre se convirtió en emperador a los veinte años y tu madre solo era un año menor, así que tenía tu edad cuando se conocieron

-Entiendo, por favor continúe con su historia -pedí

-Claro –sonrió-, cuando llegamos tu abuelo los presento, claro tu papá al ver a tu mamá quedo encantado, trato de seducirla pero tu madre simplemente se resistió a sus encantos, creo que hasta mal le caía

Al escuchar eso me reí y volteé a ver a Santiago

-¿Qué pasa?- pregunto Alfonso

-Pues que cuando conocí a mi esposo también nos caíamos mal

-Sí, pero no se pudo resistir a mis encantos -dijo Santiago

Le dio un pequeño codazo y  todos nos reímos

-Perdón Alfonso, por favor continúa  –le dije

Santiago se recargo en mi hombro mientras Alfonso recordaba en que se había quedado

-A si, bueno después se trataron más y se enamoraron. Claro que después de eso se comenzó a planear la boda pero hubo un pequeño contratiempo pues el príncipe de Tlaxcala también quería que tu madre se casara con él y como era la costumbre tenían que pelear por su mano.

-¿A muerte? -pregunto Santiago sorprendido.

-No, simplemente era hasta que el oponente ya no pudiera luchar. Como ambos eran de la realeza luchar a muerte significaba una guerra, por eso no se acordó que fuera duelo a muerte.

-Entiendo - dijo Santiago antes de recargarse en mi de nuevo 

-¿Y qué paso? -pregunte sin quitarle la mirada de encima.

Él sonrió al ver mi interés, se acomodo mejor en la silla y continuó su relato

-Bueno tu madre estaba muy nerviosa no quería que hirieran a tu padre, pero él era un excelente guerrero, en parte por eso era empeorador a tan corta edad, demostraba que el era el mejor en lo que hacía y así fue como salió victorioso, como era de esperarse tu abuelo le concedió más que feliz la mano de tu madre, sabía que junto a él estaría bien, se casaron y bueno el resto ya lo sabes.

-Sí creo que si -dije agachando la mirada

La historia de mis padres fue hermosa hasta que el maldito de Cortés apareció en sus vidas 

-Es una increíble historia -dijo Santiago

-Lo es y la gran enseñanza que nos dejó su historia es que el amor lo puede todo -dijo Mar 

-Gracias por contarme la historia, como saben ni siquiera conocí a mis padres pero al escuchar esta historia ahora siento que los conozco más, de verdad se los agradezco

-No tienes nada de que agradecer princesa. Queríamos a tus padres y para nosotros es un placer el poderte tener aquí con nosotros.

-Gracias -sonreí

Acoalt y Alfonso siguieron hablando de los planes que teníamos mientras Santiago y yo estábamos tomados de la mano escuchándolos, en eso llego el nieto de Alfonso.

-Abuelito... Abuelito ya todos están en la pirámide -dijo con su voz agitada

-Bien es hora -dijo Alfonso mientras se levantaba

Todos nos levantamos y nos dirigimos a la pirámide, había mucha gente, más de la que había habido en los otros pueblos, solté a Santiago y camine hasta la base de la pirámide.

Respire profundo y puse  mi mano derecha sobre la pirámide, al tocarla el suelo comenzó a temblar, retrocedí para ver mejor lo que pasaba, todo era sorprendente, que a pesar de estar ahí viendo todo me parecía imposible, los Atlantes se estaban levantando, era como si fueran personas que habían estado dormidas durante mucho tiempo. Las piedras empezaron a rodar para reconstruir a los que estaba rotos y cuando estuvieron todos completos se formaron como soldados esperando la orden para empezar a pelear, al terminar de acomodarse se quedaron totalmente quietos.  Mi respiración estaba muy agitada no podía creer lo que había visto, cada que tocaba una pirámide se iluminaba o se presentaba algún sonido pero nada comparado con lo que había pasado en Tula, la gente se emocionó y cuando volteé a verlos todos se hincaron, incluidos Acoalt y Santiago. Me honraba lo que hacían pero no estaba acostumbrada a este trato, como "hija" de Cortés la gente me respetaba pero nada comparado a como lo hacen ahora y lo único que pasaba por mi mente era el si yo realmente podría convertirme en la persona que todos esperaban que fuera.

Después de tanto alboroto, nos dieron un cuarto en la pirámide, el cuarto de mis abuelos, cuando entre lo recorrí y observe a detalle cada cosa que había ahí, entonces me encontré con una pintura era una pareja y su hija.

-Es tu madre cuando tenía tu edad -dijo Acoalt

-Lo sé -dije con la voz cortada

-Es idéntica a ti mi amor -dijo Santiago mientras se acercaba a  la pintura

Era cierto, mi madre y yo éramos muy parecidas, lo único que cambiaba era el color de ojos y el de cabello, el de ella era un poco más claro que el mío.

-Lo es -dijo Acoalt-, bueno descansen, mañana iremos a Tlaxcala y no será fácil allá

La última princesa azteca Donde viven las historias. Descúbrelo ahora