II

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276 d.C , Dorne

Estaba en un lago de rubíes, ella estaba impresionada por la cantidad de aquella piedra preciosa que había en aquel lago, entonces sintió la presencia de alguien, miró y vio a un hermoso joven mirándola, sus orbes violetas y su cabello platinado i...

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Estaba en un lago de rubíes, ella estaba impresionada por la cantidad de aquella piedra preciosa que había en aquel lago, entonces sintió la presencia de alguien, miró y vio a un hermoso joven mirándola, sus orbes violetas y su cabello platinado igual al de ella, este le sonrió y tomó de sus manos haciendo que se ponga de pie.

-Mi dulce reina.- dijo con una voz que haría temblar de amor a cualquiera.

-¿Quién eres?- pregunto la joven.

-Pronto nos encontraremos, estamos destinados a estar juntos, eres mía y yo tuyo, nuestros lazos son fuertes, jamás nos podremos separar aunque huyas de mi, siempre volveremos a unirnos.- dicho esto se acercó a ella y besó sus labios de una forma delicada.

Entonces se encontró volando en un dragón blanco, las nubes le besaban el rostro junto con el viento, sentía libertad y la adrenalina corría por sus venas, el cielo se oscureció y ella pudo ver que empezaba un eclipse.

《Eres la hija del Sol y la Luna, nacida en un eclipse, nacida para dominar un dragón, nacida para unir tu vida a un dragón, nacida para gobernar en paz》- escucho una voz.

La joven se encontró hundida en el lago de rubíes, su cuerpo estaba sin ni una prenda, sus cabellos parecían brillar y de su pecho en donde estaba su corazón salía un hilo de plata que la unía al joven que se encontraba desnudo flotando junto a ella.

《Destinados al poder y la gracia, destinados a la prosperidad en un mundo nuevo》- se escucho nuevamente aquella voz.

Lihanda despertó asustada, gotas de sudor bajaban por sus sienes, a su lado se encontraba Oberyn, quien se metió en su cuarto a hurtadillas para poder dormir con ella como todas las noches, sintió a su hermana levantarse de la cama y abrió los ojos para encontrarse a la menor con su camisón de seda mirando a la ventana, era un verdadero sueño verla de aquella forma.

—Li ¿sucede algo?— pregunto poniéndose de pie y caminando hacia ella.

—No, no pasa nada, últimamente he tenido sueños extraños.— la rubia miro a su hermano y acaricio su mejilla.

Su corazón siempre le había pertenecido a él, desde que era pequeña fue aquel amor fraternal, pero con el tiempo asimiló que aquel amor se volvía más pasional y prohibido, pero ¿qué pasaba cuando soñaba con otro hombre que no era su hermano? Sus sueños le decían que estaba destinada a otro y también su realidad.

—Te conozco tan bien que sé cuando algo te preocupa.—dijo el moreno, cerrando los ojos por aquel tacto y sensaciones que provocaba la rubia.

—Me preocupan tantas cosas.— dicho esto abrazo al mayor y cerro los ojos escuchando su latir.

—Estoy para ti, mi sol.

Llegada al Desembarco del Rey


El estómago de Lihanda daba vueltas, como los remolinos de arena que aveces se creaban en su hogar, su llegada al Desembarco del Rey estaba próxima, sus doncellas trataban de tranquilizarla, pero ella simplemente no podía pasar más tiempo encerrada en esa carroza, quería estar afuera con su hermano, a quien no había visto desde la mañana.

El carruaje se detuvo anunciando la llegada al nido de los dragones, la rubia quería salir corriendo de allí y verificar por sus propios ojos si aquel lugar era tan terrible como había escuchado. El clima presentaba el calor intenso que producía el sol en todo su esplendor, pero estaba acostumbrada a eso.

El castillo se alzaba imponente, era bastante hermoso, pero la ciudad no presentaba un buen clima de convivencia, se empezaba a notar la hambruna y la pobreza.

Ni bien llegaron se les solicitó su presencia en el gran salón, para presentarse al rey, la rubia estaba asustada ya que se decía que el rey verdaderamente estaba presentando síntomas de locura, Oberyn le tomó la mano y besó sus nudillos dándole las fuerzas que necesitaba.

Ambos se soltaron las manos cuando ingresaron al gran salón donde habían cráneos de dragones colgando y al fondo se encontraba el rey erguido en su trono de hierro, la joven pensaba que el trono era más grande e imponente, pero al parecer no era así, el rey la miraba con mucha curiosidad y la rubia sentía nervios, su esposa la reina, era muy preciosa y se encontraba encinta, un pequeño niño se encontraba al lado de ella y la analizaba con mucha sorpresa en su mirar.

Entonces lo vio a él, el príncipe dragón, el hombre que estuvo en sus sueños durante dos semanas, estaba de pie vestido con una camisa de color vino que hacía resaltar más su hermosas facciones Targaryen, aquellos orbes violetas la miraban impresionados y su cabello platino igual al de ella, alto y delicado, precioso a su vez, un sueño de hombre y príncipe.

—Mi señora.—dijo besando sus nudillos, su voz era música para sus oídos, todo lo que Rhaegar representaba era puro y hermoso, como en sus sueños.

—Mi príncipe.— dijo ella, mirando con más detalle al joven dragón quien había sido el principal protagonista en sus noches, aquel joven a quien le entregaría todo, según esas profecías que soñaba.

Las presentaciones fueron rápidas, el rey miraba curioso sobre la apariencia de la menor de los Martell, había solicitado el matrimonio con su hijo ya que ella era la más cercana a las características de los Targaryen siendo que no llevaba la sangre de dragón, en verdad Lihanda Nymeros Martell, era una verdadera belleza, desde que ingresó al salón llamo la atención de todos, su aura era mágica y sus hermosos ojos soñadores anaranjados llamaban la atención de cualquiera. Los rumores eran ciertos, era un verdadero milagro andante y digna de enlazar su vida junto a su primogénito, había hecho una buena elección.

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¡Hola! Aquí va el segundo capítulo

𝐄𝐥 𝐞𝐜𝐥𝐢𝐩𝐬𝐞 𝐝𝐞𝐥 𝐝𝐫𝐚𝐠𝐨́𝐧 𓄸 𝑟ℎ𝑎𝑒𝑔𝑎𝑟 𝑡𝑎𝑟𝑔𝑎𝑟𝑦𝑒𝑛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora