VII

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281 d.C, Harrenhall

La habitación que le habían dado a la pareja eran muy acogedoras, Lihanda miraba atentamente por la ventana, había despertado temprano, podía sentir todas las cosas que habían sucedido en aquella fortaleza, el linaje Targaryen había estado aquí ci...

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La habitación que le habían dado a la pareja eran muy acogedoras, Lihanda miraba atentamente por la ventana, había despertado temprano, podía sentir todas las cosas que habían sucedido en aquella fortaleza, el linaje Targaryen había estado aquí cientos de veces, tantas muerte terribles, dragones, romances y secretos, sus pensamientos fueron interrumpidos por los labios de su esposo en su cuello, una sonrisa se le escapó.

—¿Cómo despertó mi dulce reina?— pregunto el platino haciendo que lo mire a los ojos.

—Muy bien, este día será bastante largo ¿no crees?— dijo la joven abrazando al príncipe.

—Sí, pero será un día bueno, ya llegaron todos los señores, aprovecharé de convocar a una reunión.

—Ten cuidado ¿si?

—No te preocupes, estaremos bien, ahora deberías darme ciertos ánimos para el torneo.

El platino de un movimiento la colocó debajo de él.—Rhaegar debemos ir a prepararnos para el día.

—¿En verdad deseas eso?— los besos húmedos de su esposo recorrieron su cuello hasta llegar a sus labios.— Si deseas eso, dejaré de hacer lo que estoy haciendo.

La joven a duras penas dijo que no, siempre se terminaba entregando a su esposo como la primera vez, en cuerpo y alma, las mismas sensaciones, el mismo sentimiento, Rhaegar la hacia sentir de muchas formas, su cuerpo temblaba aún al verlo y se erizaba su piel cuando él la tocaba o la besaba, él era su más grande debilidad. Lo mismo le pasaba al príncipe, Lihanda era todo para él, su más grande amor, su reina, la madre de sus hijos y su fiel compañera, la amaba con locura y sabia que ella despertaba en él cosas nunca había sentido.

El día continuo siendo muy ajetreado, Lihanda se encontraba caminando por los pasillos seguida de Arthur, la joven loba no los acompañaba ya que la platina le dio permiso de ir con su familia, Jaehaerys iba tomado de su mano, mientras que las gemelas iban de la mano de Arthur, este se había encariñado mucho con las pequeñas y ellas le daban el mismo cariño, se le colgaban de las piernas y escuchaban atentamente sus historias, el castaño las mimaba bastante, siempre llegaba con algún obsequio para ellas.

El príncipe dragón se encontraba en asuntos que Lihanda desconocía ya que por lo que sabía ya había tenido la reunión con los señores importantes para armar una rebelión contra su padre, quería estar relajada no desconfiaba del paradero se su esposo, seguramente se estaba preparando para el torneo, tenía mucho miedo de lo que podía llegar a suceder, tenía una sensación de que algo malo iba ocurrir aquel día y eso la hacía poner más nerviosa.

—Mi señora, el torneo empezará en breve, la dejaré a salvo con su hermano, para luego retirarme para alistarme.

—No te preocupes en acompañarme, dile a Rhaegar que venga antes de participar, que deseo verlo, ve a alistarte.—el castaño asintió, pero antes se puso a la altura de las gemelas y las miro sonriente.

—¿Me dan un beso de la suerte?—las platinas sonrieron y ambas le dieron en beso al mismo tiempo en sus mejillas. Luego de hacer eso el castaño se marchó.

Oberyn la estaba esperando, él se iba a sentar a su lado, sus pequeños hijos iban al lado derecho, los platinos miraban atentamente el lugar, la ojinaranja divisó a su esposo, estaba de pie buscándola con la mirada, ella se levantó pidiéndole a Oberyn que vigilara a sus hijos en lo que ella volvía, camino hasta donde se encontraba el dragón, él la miró para luego envolverla en sus brazos y darle un beso en sus labios, apoyo su frente contra la de ella y la miro con esos preciosos ojos violetas.

—¿Sucede algo? Noto preocupación en tu mirada.—dijo acariciando su mejilla.

—No, no es nada, pero quería verte antes del torneo para desearte suerte.

—Creo que ya soy un hombre con bastante suerte, tengo tres preciosos hijos y una esposa maravillosa.

—Rhaegar....

—Disfruta el torneo ¿si? Nada malo pasara.

—Eso es lo que no puedo hacer, siento algo en mi interior.

—Amor mío, tranquila, debes estar preocupada por tantas cosas, todo saldrá bien, perdona por causarte esto, pero ya verás que todo irá de acuerdo a lo planeado, nada malo nos va a pasar, cuidaré a mi familia, lo más importante para mi.— aquellas palabras no dejaron totalmente tranquila a Lihanda, quién presenció como su adorado príncipe se alejó de ella con una sonrisa en el rostro, dejándola sola, con aquella sensación fría que sentía cuando él se alejaba de su lado. Volvió donde estaba su hermano quien la miraba con curiosidad, Oberyn la conocía tan bien que podía adivinar sus pensamientos con solo mirar su rostro.

—Lihanda, habla ahora, no puedes soportar tú sola las preocupaciones.— el moreno ya sabía de los sueños que tenía su hermana, del presagio de muerte del príncipe dragón, de la sangre que sería derramada en el Poniente.

—Siento que va pasar algo este día que va marcar el destino de Rhaegar.

—Relájate, disfruta el torneo, él tiene todo planificado y no se va equivocar, solo tranquilízate, estaré aquí, pero quiero que sepas que si algo malo sucede, sabes que haré todo lo posible para que mis sobrinos y tú estén a salvo.

Lihanda asintió, miró alrededor suyo, pudo ver a Lyanna a lo lejos con su familia, los Starks vinieron en representación de los reyes Renard, el único de la familia real del Norte era Orión, el torneo empezó, el cuerpo de la joven se fue relajando mientras miraba a sus hijos, las pequeñas jugaban con Oberyn quien las hacía reír por las cosquillas, mientras que su pequeño hijo descansaba en su regazo, ya que se había dormido por las caricias que le daba su madre en su cabecita.

Todo el mundo aplaudía a Rhaegar y a Arthur, quienes habían sido los más notables en todo el Torneo, ambos ahora se enfrentaban cara a cara, Lihanda miraba atentamente a su esposo con su armadura de color negro y sus rubíes, recuerdos se le venían a la mente, de aquellos sueños que veía como la vida se le iba lentamente de sus ojos a su adorado dragón, el príncipe dragón fue el ganador, él coronaria a la Reina del Amor y la Belleza, todos estaban aplaudiendo, la tiara era de rosas azules, unas muy bellas, los aplausos continuaban, la platina esperaba ser coronada, era más que obvio que Rhaegar la escogería a ella, pero el caballo de su esposo pasó de largo, deteniéndose delante de Lyanna Stark, la platina miró confundida la escena y los aplausos cesaron y la loba invernal fue coronada por el príncipe, Oberyn apretó los puños que formaron sus manos y Lihanda pudo escuchar como su corazón se rompía lentamente, aquel fue el error que estaba marcando el destino de su adorado príncipe.

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𝐄𝐥 𝐞𝐜𝐥𝐢𝐩𝐬𝐞 𝐝𝐞𝐥 𝐝𝐫𝐚𝐠𝐨́𝐧 𓄸 𝑟ℎ𝑎𝑒𝑔𝑎𝑟 𝑡𝑎𝑟𝑔𝑎𝑟𝑦𝑒𝑛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora