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D O R N E

277 d.C

Lihanda se encontraba de pie en medio de un campo de guerra, hombres muertos con el emblema del venado y del dragón, camino lentamente, el olor a muerte le revolvía el estómago, hasta que en un río lo vio, su cabello platinado lo distinguía de todos, corrió hasta él y se arrodilló ante él, estaba agonizando.

¡Rhaegar, mi amor resiste!— grito al príncipe que respiraba con dificultad, una gran herida abarcaba todo tu pecho y su armadura estaba hundida, se notaba que el golpe había sido brutal.

Lihanda.... esto... es.... mi culpa... te.... amo.—sus ojos perdieron todo el brillo.

¡NO! ¡MALDITA SEA NO ME HAGAS ESTO! ¡RHAEGAR! gritó, las lágrimas caían libremente.》

—¡NO!—despertó gritando y sentándose en la cama

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—¡NO!—despertó gritando y sentándose en la cama.

—Lihanda.— llamo el platino preocupado y acariciando sus hombros.

—¡Rhaegar, mi amor! Soñé que te perdía, yo no quiero perderte... no quiero eso.— busco los brazos de su amado, quien la recibió apretando su cuerpo contra el suyo.

—Shhh... tranquila, mi amor, estoy aquí y no me iré a ni un lado sin ti.—le dio pequeños besos en su cabeza para tranquilizar a la inconsolable rubia.

De a poco fueron acostándose en la cama, aquellos sueños mantenían perturbada a la platina, cada noche un sueño peor la despertaba llorando y siempre terminaba con Rhaegar dándole su calor, diciéndole que todo estaría bien, siempre terminaba encontrando sus brazos pero ¿qué pasaría cuando ya no los encuentre?

—Piensa en nuestro bebé, debes estar más tranquila, las emociones se las proyectas a él.—aquellas palabras hicieron que ella se toque su vientre involuntariamente, que ya se empezaba a notar.

De a poco empezó a caer rendida en el sueño, una vez más el príncipe dragón había alejado cualquier sueño malo.  Los rayos solares entraron lentamente en la alcoba de los enamorados, la luz provoco que Lihanda despertara primero, se encontraba de un costado con Rhaegar detrás de ella, el brazo del príncipe le servía de almohada y el otro brazo rodeaba su cintura, con una mano descansando en su vientre, una sonrisa se le escapó de los labios al recordar que una pequeña vida se formaba dentro de ella. Con mucho cuidado fue saliendo de la cama sin despertar a Rhaegar, tomo su bata dorada para ocultar su desnudez, admiro por largos minutos a su esposo que dormía pacíficamente, con los labios entre abiertos y la respiración lenta, aquel atroz sueño empezó a rondar en su mente nuevamente ¿Acaso perdería a su amado príncipe?

𝐄𝐥 𝐞𝐜𝐥𝐢𝐩𝐬𝐞 𝐝𝐞𝐥 𝐝𝐫𝐚𝐠𝐨́𝐧 𓄸 𝑟ℎ𝑎𝑒𝑔𝑎𝑟 𝑡𝑎𝑟𝑔𝑎𝑟𝑦𝑒𝑛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora