𝐄𝐋 𝐄𝐂𝐋𝐈𝐏𝐒𝐄 𝐃𝐄𝐋 𝐃𝐑𝐀𝐆𝐎𝐍 │ ❝Viviré por ti y al morir mi único pensamiento serás tú, mi eclipse de media noche.❞ - 𝑹𝒉𝒂𝒆𝒈𝒂𝒓 𝑻𝒂𝒓𝒈𝒂𝒓𝒚𝒆𝒏.
Novela escrita en el 2019 por mi, le tengo mucho cariño, por lo que decidi no cambiar...
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Los aplausos se hicieron presentes y más fuertes cuando Arthur le colocó una tiara de rosas rojas a Lihanda, junto con otras pequeñas para las gemelas, el corazón de la platina se recompuso de nuevo, ya no sentía aquel dolor, pero el temor de lo que podía pasar continuaba latente, entendió lo que hicieron ambos hombres, Rhaegar le dio una sonrisa, cabalgó hasta donde estaba ella, la joven se puso de pie y también se acercó, ambos unieron sus labios en un beso cargado de emoción, a todos les quedó claro que todo había sido parte del show, el príncipe dragón estaba completamente enamorado de su esposa, pero Robert Baratheon no quedó contento con aquel teatro, su ceño continuaba fruncido y la rabia crecía, quería aplastar a ese arrogante platinado.
Luego del torneo, Lihanda se encontraba en sus aposentos, cepillaba su cabello, la preocupación adornaban sus pensamientos, las cosas se podía complicar luego de aquel espectáculo, tenía que mantener a salvo a sus pequeños hijos, escucho entrar a Rhaegar, se dio la vuelta y lo vio sonriente como siempre, ella le dio una pequeña sonrisa, se acercó a él y le dio un beso en los labios.
—¿Estas bien? Te noto algo preocupada.— no podía mentirle a su esposo.
—Creo que el acto que hicieron Sir Arthur y tú va tener graves consecuencias.
—¿Por qué lo dices?
—Robert Baratheon no dejó de mirarte con enojo, sabes de lo que es capaz ese venado, Lyanna es su prometida, fue una completa falta de respeto.
—Es solo un hombre celoso, todo estará bien, aparte no lo considero una falta de respeto.
—¿Fue tu idea hacer aquello?
—Pensé que si hacia eso me iba ganar completamente la confianza de los Starks, necesito el Norte por completo, ya que ellos no están del todo convencidos de armar una rebelión contra mi padre.
—Ya tienes a los Renard que son los reyes, eso es más importante que los lobos de Invernalia.
—Pero los Starks son una casa fuerte, la necesito de mi lado, pensé que haciendo eso podría ganarme su confianza.
—Al parecer los ofendiste.
—Solo hago lo que me parece correcto por el reino, debo conseguir el trono, tengo que salvar a todos de mi padre, de su locura, quiero mantener el orden en el reino.
—Escúchame bien, Rhaegar Targaryen, no voy a permitir que arriesgues a nuestra familia de esa forma, deja de pensar en el reino y ponte a pensar en lo que verdaderamente quieres. Tus acciones me afectan a mí y a nuestros hijos, no solo a ti.— aquel comentario hizo que el platino se sentara en la cama con mirada perdida.
—Perdóname. Solo que aveces creo que hago lo que los demás esperan de mi, no estoy pensando en lo que yo quiero, eso hace que me sienta inconforme conmigo mismo. Perdón por actuar tan egoísta.— la joven se puso de rodillas ante su esposo apoyando sus manos en los muslos de él, sus miradas se encontraron.
—¿Y qué es lo que quieres? ¿Qué es lo que realmente anhelas?— pregunto.
—Quiero mantener a mi familia a salvo, no quiero que nada malo les ocurra, Lihanda, pensarás que soy un cobarde, pero tengo miedo.— por primera vez en los años de su matrimonio la platina veía a su esposo vulnerable, le acarició su mejilla despacio.
—Esta bien tener miedo de vez en cuando, mi amor, eso no te hace cobarde.— se puso de pie para sentarse en las piernas de Rhaegar, él la rodeo con sus brazos.
—Necesito ser fuerte por ti, por nuestros hijos, no deseo que les ocurra nada.
—Estoy aquí para darte mi fuerza, nunca voy a dejarte solo. Estaré contigo en todo conflicto, nunca voy a soltar tu mano, si tienes miedo te daré mi valor, si tienes tristeza te daré mi alegría, si te sientes perdido yo encontraré el camino por ti, porque te amo Rhaegar Targaryen.— aquello hizo que una sonrisa se le dibuje en el rostro al platinado quien beso dulcemente a su adorada esposa.
—Sabes que eres lo más preciado que tengo, sin ti las cosas no tienen sentido, mi dulce reina. Yo te daré más que una simple corona de flores, te daré algo digno de tu grandeza.— era imposible no ver cuán enamorado estaba de ella, sus ojos brillaban al mirar el rostro de su esposa, sus manos clamaban por tocar su piel, su boca pedía unirse a la suya y su cuerpo se moría por unirse al suyo, Rhaegar Targaryen estaba completamente enamorado de Lihanda Martell, no había poder humano que lo separe de ella.
—Te amo, Rhaegar, te seguiré hasta los confines del mundo.
—Yo también te amo, Lihanda, lucharé por mantener a nuestra familia a salvo de cualquier cosa.
—Hazme una promesa.— pidió la platina.
—Dime.
—Promete que no vas a irte nunca de mi lado, que no vas a morir como lo haces en mis sueños.
—Te prometo que nada malo me pasara, no te voy a dejar sola en este mundo, mi amada reina.
Ambos se besaron para sellar aquella promesa que quedó en manos del destino, Lihanda tenía certeza que se iba a cumplir, pero el peligro los estaba acechando, la codicia y el odio los rodeaba por completo, un movimiento en falso y perderían aquella promesa.
Luego de unirse, ambos esposos descansaban en su cama, Lihanda estaba apoyada en el torso de Rhaegar, mientras que este acariciaba su cabello platinado.
—Mañana partiremos a Rocadragón, Lyanna no va acompañarnos, Orión me informo que Robert pidió que ella se fuera a Bastión de Tormentas hasta la boda.
—Es lo mejor, ella se merece más, pero no podemos hacer nada, aveces nos enamoramos de personas que no están destinadas para nosotros.
—Arthur se puso furioso, no pude conversar con él porque se marchó, creo que mejor será dejarlo un rato solo.
—Sí, creo que será lo mejor, no puedes meterte en asuntos del corazón. El destino lo quiere así tal vez, es realmente triste.
—Lo sé, espero que lo comprenda.
Unos toques fuertes en la puerta hicieron levantarse a Rhaegar quien se puso de pie poniéndose lo más rápido su ropa, Lihanda se colocó una salida de cama. El platino abrió la puerta, era uno de sus soldados.
—Mi señor, Sir Arthur se ha ido, nos falta un caballo y no lo encontramos por ni una parte.
—No puede ser.— dijo Rhaegar saliendo rápidamente del dormitorio, Lihanda lo siguió.
La platina se dio cuenta que Lyanna no estaba en sus habitaciones, se habían escapado juntos, Rhaegar se subió en un caballo para buscarlos con la orden de que en la mañana a primera hora partan para Rocadragón, el peligro los acechaba. El destino comenzaba a tomar forma, comenzaba a formarse aquel camino que los llevaría a la tragedia, Lihanda lo sentía y solo podía decirse a sí misma en su mente "por favor, que no ocurra".