IV

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279  d.C

《El olor a sangre en el ambiente volvía a invadir sus fosas nasales, se encontraba de rodillas junto a su amado esposo que de a poco se le iba la vida de aquellos hermosos ojos violetas que la habían mirado con amor, aún en su lecho de muerte Rhae...

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《El olor a sangre en el ambiente volvía a invadir sus fosas nasales, se encontraba de rodillas junto a su amado esposo que de a poco se le iba la vida de aquellos hermosos ojos violetas que la habían mirado con amor, aún en su lecho de muerte Rhaegar intentaba decirle que la amaba, ella estaba quebrada por dentro.

No, Rhaegar.... te llevas mi corazón, no podré soportarlo.... por favor quédate...sollozaba, sentía como el mundo se le caía junto en los hombros.》

Despertó llorando, su pequeño hijo le tomó la mano y la hizo saber que estaba ahí, que Rhaegar aún vivía, que aún respiraba y que ella podía cambiar tal futuro aterrador.

—No llores, mami, papi volverá.

La joven envolvió en sus brazos a su pequeño primogénito y le dio un beso en la cabeza, la calma se la daba su hijo y la idea de que su esposo seguía con vida aún, que podría cambiar aquel trágico destino.

Los días pasaban lentamente para Lihanda, sentía lentamente aquel cambio en su cuerpo que anunciaba su estado, las palabras que Rhaegar le dijo aquella noche habían surtido efecto y se encontraba encinta, lo confirmó con el maestre, pero no quiso enviarle un cuervo al platinado, porque sabía que ni bien sabido esto volvería a Rocadragón por ella, debía concentrarse en sus tratos con los Renard, así que decidió no avisarle. Su pequeño vientre se empezaba a notar y no lo logró ocultar del ojo curioso de su hermano.

Oberyn miraba con mucha atención el cuerpo de Lihanda, que estaba cubierto por un delgado camisón, sus cabellos sueltos brillaban con la luz de la Luna que entraba por la ventana, su vista bajaba lentamente mientras la escuchaba hablar sobre el don que había descubierto, grata fue su sorpresa cuando se encontró con un pequeño vientre abultado.

—Estas encinta.— mencionó interrumpiendo a la platinada que se detuvo en seco.

—Sí, lo estoy, me enteré hace algunos días.— comento tocando su vientre.

—¿Lo sabe? ¿le enviaste un cuervo? Es importante su apoyo.

—No, él está muy ocupado haciendo tratos importantes con los Renard, si se entera se vendría directo aquí y deseo que logre su cometido en el Norte.

—Debe estar contigo para el nacimiento, Lihanda, su familia es más importante que un simple trato con los reyes del Norte.

—Lo estará, pero mientras tanto no deseo que se entere.

El moreno se levantó de la cama, camino hasta su hermana y le acarició la mejilla con mucha delicadeza, la miró con tanta devoción que sintió que de nuevo saldría con el corazón roto como hace tiempo atrás. Bajo su mano y la pozo en su vientre, se había perdido el maravilloso momento en que tuvo a su pequeño primogénito, ahora que estaba allí con ella debia apoyarla y juró que siempre la protegería, beso su frente igual que en aquellos tiempos cuando le hacía notar que la adoraba, apoyo su frente contra la de ella.

—Voy a cuidarte, hasta que decidas decirle a tu esposo tu estado, yo siempre te amaré, aunque tus hijos no sean míos ni tu corazón. No olvides eso, ahora debes descansar, tienes unas ojeras notorias y debes estar bien en estos meses, cuidar de ti, ya que no eres solamente tú, estas cargando con otra vida.—el moreno se quedó aquella noche y las siguientes sentado en una silla vigilando el sueño de su amada, ya que varias noches despertaba llorando, comentario que le dio su pequeño sobrino.

Los días iban pasando muy rápido, el moreno desayunaba con su hermana y  el pequeño Jaehaerys, era tan educado que parecía un pequeño señor, Oberyn sonreía cuando lo miraba, en sus genes estaba la grandeza, la personalidad de Rhaegar y la mística apariencia de su madre, le gustaba la lectura, las espadas y recitar poemas que derretian de amor a su progenitora. Estaba seguro que sería un gran rey.

Así pasaron siete meses, el vientre de la platina estaba bastante grande, el maestre estaba suponiendo que no era un solo bebé, sino dos, aquella noticia le dio mucha felicidad a la platina, ya que aquel sueño que tuvo se cumplía, sabía que serían dos niñas. Oberyn estaba bastante preocupado, el maestre le había comentado que el embarazo doble implicaba bastante riesgo y que le preocupaba que le ocurriera algo a la joven princesa, agradecía haberle enviado aquel cuervo a Rhaegar.

Cuando Lihanda se quedaba en sus habitaciones, el moreno pasaba tiempo con su sobrino, le contaba historias antiguas de Dorne.

—¿Entonces mi papá y mi mamá son de casas enemigas?—pregunto el pequeño mirando.

—Sí, pero hace muchísimo tiempo atrás, ahora ambas casas se unificaron con el matrimonio de tus padres y tu nacimiento.

—Quisiera algún día conocer Dorne.

—Claro que lo harás, yo te llevaré allí y verás lo hermoso que es.

Mientras tanto el príncipe Rhaegar se paseaba por el palacio en Invernalia, se encontraba con Orión, el heredero al trono, un muchacho pelirrojo bastante agradable.

—¿Extrañas mucho a tu esposa?— pregunto el joven.

—Sí, siempre está en mi mente, en mis sueños, es la luz de mi vida.

—Es admirable ver que tu matrimonio es muy fuerte.

El maestre Lyon vino e interrumpió la conversación  de los jóvenes, entregándole un sobre al príncipe dragón que venía de Rocadragón. El platino abrió la carta y empezó a leer atentamente, el pelirrojo vio como sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.

—¿Qué sucede, Rhaegar?

—Mi esposa está encinta, debo volver a Rocadragón.— la felicidad del platino era mucha y estaba decidido a que su regreso se adelantara.

El nuevo año comenzaba el 280 d.C y en la torre más alta de Rocadragón, los gritos de una mujer se escuchaban, Lihanda Nymerios Martell estaba dando luz, aquel parto le estaba costando más que el primero, lágrimas de dolor salían de sus hermosos ojos anaranjados, sus sienes estaban bañadas de sudor.

Rhaegar llegaba al castillo, Oberyn estaba en la puerta esperándolo, cuando el moreno le dijo en donde se encontraba su esposa, el platinado fue corriendo hacia el lugar donde se escuchaban los gritos, entró a la habitación donde se olía a sangre y hierbas. Las matronas estaban calmando a la joven que continuaba gritando, el platinado fue directo a la mano de su esposa.

Un fuerte llanto se hizo presente en la habitación, la matrona avisó que había otro bebé, el príncipe estaba bastante emocionado, aunque no podía soltar la mano de su esposa, luego de otros minutos, otro llanto inundó la sala, eran dos hermosas princesas, cuando el dolor seso, la platina miró a su esposo, se debilitaba poco a poco.

—¡Príncipe, su esposa está perdiendo mucha sangre!—grito el maestre.

—Lihanda, por favor, escúchame no te vayas, no me dejes.— dijo el príncipe desesperado, acariciando a la joven.

La voz del príncipe dragón se escuchaba lejana para ella, sus ojos se iban cerrando y de un momento a otro la oscuridad la invadió.

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¡Hola! Volví, bueno si hay horrores ortográficos, perdonen. Espero que les guste el capítulo.

𝐄𝐥 𝐞𝐜𝐥𝐢𝐩𝐬𝐞 𝐝𝐞𝐥 𝐝𝐫𝐚𝐠𝐨́𝐧 𓄸 𝑟ℎ𝑎𝑒𝑔𝑎𝑟 𝑡𝑎𝑟𝑔𝑎𝑟𝑦𝑒𝑛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora