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276 d.C, Desembarco del Rey

Cuando la capa rojo sangre con el emblema del dragón tricefalo rodeó sus hombros, sabía que iniciaba una nueva vida, la ceremonia culminó con un beso apasionado por parte de Rhaegar, los gritos de felicidad se escucharon por todas partes, Dorne y ...

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Cuando la capa rojo sangre con el emblema del dragón tricefalo rodeó sus hombros, sabía que iniciaba una nueva vida, la ceremonia culminó con un beso apasionado por parte de Rhaegar, los gritos de felicidad se escucharon por todas partes, Dorne y el Poniente se habían unido, ambos platinos salieron tomados de las manos y regalando sonrisas, un gran banquete los esperaba, todo el reino se había unido para celebrar a los novios.

Lihanda llevaba puesto un hermoso vestido color perla, con piedras preciosas, su escote dejaba ver sus hombros y su gran collar de un Sol atravesado por una lanza, su cabello estaba suelto adornado con unas trenzas que llevaban perlas preciosas,  Rhaegar vestían muy elegante, un jubon de color rojo que tenía el emblema de su casa, el resto de su vestimenta era de color negro. El día transcurrió con alegría, Rhaegar y Lihanda se encontraban bailando, como dos enamorados ajenos al mundo, a su alrededor, ambos estaban siendo admirados desde lejos por Arthur Dayne, quien veía con felicidad a su mejor amigo.

—¿Disfruta la fiesta Ser?— pregunto una voz femenina, el castaño volcó su mirada y choco con unos hermosos ojos grises, la loba invernal, Lyanna, le estaba hablando.

—La disfruto ¿y usted, mi señora?

—Tuve que escapar de la mesa de mi familia, el hombre con el que me van a comprometer se emborrachó de nuevo.

—Si desea podemos ir a los jardines, para que tome aire fresco.—ofrecio el hombre, una dulce sonrisa se le escapó de los labios a la loba.

—Me encantaría.

Ambos caminaron juntos hasta los jardines, la castaña corrió hasta la fuente de agua y dio una vuelta haciendo que su vestido era azul marino se mueva con elegancia, aquel color  hacía resaltar su hermosa piel de nieve, Arthur jamás había visto mujer tan hermosa a sus ojos, la joven le sonrió y caminó hasta él, que se veía muy serio.

—¿No disfruta la libertad?—pregunto la joven loba.

—Claro que lo disfruto.

—Eres de pocas palabras ¿no?

—No suelo hablar mucho.

La joven miró al cielo, estaba estrellado.— Aveces quisiera huir de aquí, quisiera ser libre y no tener que casarme con un hombre tan salvaje como Robert, quisiera enamorarme, así como los príncipes.—se sentó a la orilla de la fuente, el caballero hizo lo mismo.

—Usted será libre, mi señora, ya lo verá.—la miro a los ojos y se perdió en ellos.

Había llegado la hora de que los novios vayan a consumar su matrimonio, no iban a tener el ritual del encamamiento a pedido del príncipe, le tomo la mano a su ya esposa y la condujo por los pasillos, el estómago de la platina daba vueltas, estaba nerviosa, la habían preparado para este momento, pero aún así estaba nerviosa, ambos caminaron hasta las habitaciones de Rhaegar, quien abrió la puerta y la invito a pasar, la joven entro temerosa, admirando aquella habitación, la cama era grande y con sábanas de color vino, la puerta se cerró y sintió las manos del príncipe por su cintura y un beso húmedo en sus hombros. Con las manos ágiles que tenía el vestido cayó a sus pies, dejando ver la desnudez de la joven dorniense, los ojos del príncipe estaban negros de deseo, admiro cada detalle de su cuerpo y se acercó como un dragón a su presa, beso sus delicados labios y la apego más a él, acariciaba cada parte de ella con ternura y pasión, pronto las ropas de él también desaparecieron, el príncipe la tomó de la mano para guiarla a la cama ella se acostó para esperar, con delicadeza  se puso encima de ella haciendo peso en sus codos para no aplastarla y continuó esparciendo besos por todo su cuerpo sacándole gemidos a la joven, se posicionó entre sus piernas y la miró otra vez.

—No dejes de mirarme.—pidió, se fue introduciendo lentamente entre las profundidades de su ser, ella arqueo la espalda ya que estaba sintiendo un dolor agudo, el príncipe iba despacio. Aquellos hermosos ojos naranjas sacaban algunas lágrimas.

—¿Te hice daño?—pregunto con la voz baja.

—Duele... un poco.

—Tranquila...- dijo apoyando su frente con la suya, cuando estuvo adentro dejó que la platina se acostumbre, luego empezó el vaivén de las caderas, el dolor fue sustituido por el placer, ambos tenían las emociones a flor de piel, Rhaegar la besaba apasionadamente y ella solo podía decir su nombre mientras sentía las estocadas, ambos sintieron aquel recorrido en sus cuerpos y luego el príncipe derramó su semilla en su interior.

La pareja quedó agotada, envuelta en las sábanas, la platina se acostó en el pecho del príncipe, ambos se sentían felices, por fin eran esposos y comenzaban una nueva vida juntos.

—Te amo, Lihanda.

—Yo también te amo, Rhaegar.— aquella confesión le saco una sonrisa de los labios al platino, quien beso la coronilla de su acompañante.

Todo estaba bien, todo había culminado bien para los esposos, pero no muy lejos de ahí el corazón de Oberyn se partía en dos, él sabía que la iba amar hasta los confines del mundo, agradecía que recibiera amor y que este feliz aunque no sea con él, pero era inevitable sentir el dolor que estaba sintiendo. Lo perseguiría tal vez por una eternidad.

-F I N   D E
LA  P R I M E R A  P A R TE-



𝐄𝐥 𝐞𝐜𝐥𝐢𝐩𝐬𝐞 𝐝𝐞𝐥 𝐝𝐫𝐚𝐠𝐨́𝐧 𓄸 𝑟ℎ𝑎𝑒𝑔𝑎𝑟 𝑡𝑎𝑟𝑔𝑎𝑟𝑦𝑒𝑛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora