III

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279 d.C, Invernalia

Rhaegar se encontraba mirando por la ventana el desolado paisaje de Invernalia, extrañaba bastante a su esposa e hijo, pero debía cumplir su deber de hacer tratos con los reyes del Norte para derrocar a su padre del trono

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Rhaegar se encontraba mirando por la ventana el desolado paisaje de Invernalia, extrañaba bastante a su esposa e hijo, pero debía cumplir su deber de hacer tratos con los reyes del Norte para derrocar a su padre del trono. La familia Renard había gobernado desde tiempos de la Conquista, había ayudado a los Targaryen a conquistar todos los reinos, eran una familia muy poderosa y rica, lo habían recibido con mucha alegría y le habían dado la mejor habitación del palacio, aunque aquella habitación era tan fría y solitaria sin su adorada esposa.

Había dejado a Lihanda a cargo de Rocadragón y le costó mucho separarse de ella, ya que nunca habían estado lejos el uno del otro desde que se casaron, era la primera vez y última por parte del príncipe ya que odiaba estar lejos de ella y de su pequeño hijo.

Arthur Dayne estaba parado en la puerta mirando a su mejor amigo, sintiéndose algo culpable por el viaje ya que parte de los tratos con los Renard era llevarse a Lyanna Stark  como doncella para la princesa Lihanda y a Orión Renard como escudero.

—Me siento culpable por este viaje.— mencionó cortando el silencio sepulcral de la habitación.

—No te sientas culpable, gran parte de este viaje se hizo para ganar alianzas.

—Lo sé, pero te haz separado de tu esposa e hijo.

—Aveces tenemos que sacrificar ciertas cosas por el bien, sino gobierno los siete reinos lo antes posible, no tardarán en llegar rumores a mi padre de lo que mi esposa es capaz de hacer con sus manos e intentará dañar a mi familia y eso no lo puedo permitir.

El caballero sabía de lo que la hermosa princesa podía hacer, curar con sus manos, Lihanda le pidió a Rhaegar poder dedicarse a sanar a los enfermos, pero por obvias razones el príncipe se lo negó, fue la primera vez que le negó algo a su esposa y aún recordaba aquella discusión.

Recuerdo

Puedo curar, es un don que se me ha dado, debo hacer el bien con esto y ayudar a los campesinos.— dijo firmemente la joven.

No, soy tu esposo y mi deber es proteger tu bienestar y el de nuestro hijo.

¿En que haría daño esto?

Los rumores podrían llegar al Desembarco del rey y mi padre podría hacerte algo y no voy a permitir eso, debes esperar a que estemos a salvo de cualquier peligro y eso será cuando yo gobierne. Así que no insistas.

no me das órdenes.—una de las características de Lihanda que al príncipe le encantaba era su carácter fuerte e indomable, era una fiera y él era bastante calmado.

𝐄𝐥 𝐞𝐜𝐥𝐢𝐩𝐬𝐞 𝐝𝐞𝐥 𝐝𝐫𝐚𝐠𝐨́𝐧 𓄸 𝑟ℎ𝑎𝑒𝑔𝑎𝑟 𝑡𝑎𝑟𝑔𝑎𝑟𝑦𝑒𝑛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora