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Anaïs.-Anaïs y yo estamos casados.
Decirlo en voz alta no lo hace más real.
Tampoco lo hará la mirada asesina de mi hermano con la que pretende imponer por la fuerza el hecho de que me he convertido en fiel esposo y padre de una criatura de cuatro años, a pesar de que sería incapaz de reconocer a mi supuesta familia entre un millar de rostros en esta ciudad. Si calma y reposo era lo que quería, no estoy tan seguro que vaya a obtener alguna de esas dos cosas fuera del hospital. De haber sido más consciente de todo lo que me esperaba fuera no hubiera pedido el alta voluntaria. Poco importan ya las sugerencias del médico de que me tome con tranquilidad cualquier aspecto de mi vida, no cuando mi hermano se encuentra destapando heridas que no sabía que tenía, y que están haciéndome sentir aún más agotado tanto física como mentalmente.
-¿Qué tan difícil de creer te resulta?
-Si esto es una broma hace rato que dejó de tener gracia, hermanito. -le reprocho a sabiendas que su versión de la historia no ha cambiado desde mi segundo despertar, ni tampoco me ha sido posible encontrar explicación a la alianza de oro que ocupa mi dedo anular de la mano. -Sea cual sea la lección que pretendías darme, lo has conseguido. ¿Podemos cerrar el asunto de una vez?
-¿Crees que después de lo grave que ha sido tu accidente te haría una broma semejante?
Lo cierto es que si ahora mismo Cedryc admitiera que este asunto no es más que una broma pesada de su parte, que realmente no soy un hombre casado ni mucho menos el padre de un niño, entonces, yo sería capaz hasta de besarlo.
De manifestar mi alegría por todo lo alto y cuánto lo quiero.
-No lo sé. -respondo. Me acomodo mejor en el asiento intentando encontrar algo de sentido a esta situación, a este vacío tan extraño en mi pecho, pero la pregunta de mi hermano sólo consigue irritarme un poco más de la cuenta. -Dímelo tú. ¿Harías una broma tan estúpida en mi estado?
-¡Por supuesto que no! Ahora mismo sólo pienso en llevarte a casa para que descanses y te permitas recuperar la memoria con calma. -me confiesa. La tensión de sus brazos al volante ha desaparecido por completo, por lo que, la calma en su voz me envuelve rápidamente. -Además, estoy seguro de que más pronto que tarde volverán tus recuerdos, y todos seremos felices y comeremos perdices.
-Eso suena bien.
Cedryc libera su brazo derecho de esa tensión para a levantar el volumen de la radio desde dónde Nancy Wilson nos deleita con su mejor versión de *Tonight may have last me all my life*, y que, sin exagerar, parezco conocer a la perfección tras encontrarme tarareando la canción como si tuviera un lugar especial entre mis recuerdos.
-Oye, ¿qué demonios estoy haciendo?
-Cantando la canción favorita de Anaïs. -responde Cedryc dibujando esa sonrisa en su boca que podría echar abajo un par de gobiernos. -Este es vuestro monovolumen. -me explica. -Supongo que la añadió a la lista de reproducción para vuestros viajes en carretera.
-Odio el jazz.
Esa mujer y él no tenían nada en común.
-Anäis ama el jazz. -recalca. Sabiendo que toda la vida he pensado que el jazz es música extinta, y de gente aburrida. -No me mires así. Esa mujer es lo mejor que te ha podido pasar.
-En serio, ¡dónde está la maldita cámara! -le reclamo mientras busco algún dispositivo oculto en el salpicadero. -Oye, ¿no será que Anaïs se equivocó de mellizo? No sería la primera vez que una de tus conquistas se lanza a mis brazos al confundirme contigo. -alego. Cedryc se echa a reír, a mi costa, y sigue con su atención puesta en la carretera. -Créeme que el golpe no ha sido lo suficientemente fuerte como para querer usurpar tu vida, hermanito.
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No me olvides🌾
RomanceAnaïs Coleman tenía la vida que siempre había deseado, con un marido al que amaba y al cuál consideraba el amor de su vida. Caleb era un sueño hecho realidad. Así que, cuando el pequeño fruto de su amor empezó a crecer en el interior de su vientre...