Capítulo 19

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Aquella misma noche...

El teléfono empieza a vibrar a mi costado, así que rompiendo mi sueño, contesto a la llamada con la esperanza de que Anaïs haya encontrado a mi gemelo sin problema alguno. Aunque se supone que al ser prácticamente idéntico a mí, yo debería conocer sus emociones y pensamientos, sin importar la distancia que nos separa. Pero en este momento no es así, me siento tan asqueado y deprimido, que no podría averiguar dónde empiezan mis sentimientos y dónde terminan los suyos.

- Hola, morena. ¿Lo encontraste?

- Soy yo, Caleb. - responden al otro lado. - Jada.

El corazón se me detiene al instante, y no puedo más que incorporarme sobre la cama para recuperar el aire perdido.

- ¿Qué ocurre, Jada?

- Wade se ha marchado. - comenta para mi extrañeza. - No quiere saber nada de mí, C. ¿Qué voy a hacer?

- Oye, tranquilízate. Ya se le pasará. - respondo no queriendo intervenir en su problema. - Sólo descansa y dale tiempo.

- Tú me has dejado. Él también. - añade con la voz ronca. - No lo voy a poder soportar, C. Os necesito. Te necesito a ti. Necesito que vuelvas a ser el Caleb de antes. El que me deseaba.

Tengo que morderme la lengua para no responder lo que realmente estoy pensando, y terminar desestabilizando por completo a una mujer que dudo esté en sus cavales.

- Yo no te he dejado, Jada. - respondo bastante tenso. - Ni te he deseado de ninguna manera. Por favor, no me vuelvas a llamar.

- Yo sé que me echas de menos, C. - asegura sin reparar en lo que le he dicho. - Es sólo que esa perra de Anaïs es una egoísta. Te quiere sólo para ella. Pero yo sé que tú quieres ser mío, o no me hubieras correspondido aquella noche.

- ¿Qué noche? Voy a colgar, Jada. - le grito molesto. - No te atrevas a dirigirte a mi mujer de esa manera.

- Cuélgame y me mato, C. - me amenaza. - Si tan sólo no te hubieras accidentado por el camino hubieras llegado a mis brazos.

Termino por cortar la llamada no queriendo caer en su trampa morbosa. Porque está claro que esta mujer ha perdido toda conexión con la realidad, y que ahora navega a la deriva sin intención alguna de recuperar la cordura. Sólo hasta que recuerdo el terrible historial de Jada, y de su frágil salud mental, y me veo obligado a saltar de la cama y vestirme con lo primero que encuentro en el armario.

- Eh, eh cuñado. ¿A dónde vas? - pregunta Leah al verme cruzar el porche a toda velocidad. Estaba fumando en una esquina. - ¿Le ha pasado algo a C?

- No lo sé. Yo tengo que ir a otro sitio. - respondo alterado. - Llamaré a Anaïs. Pero si no consigo contactarme con ella, dile que estoy bien. Que no se preocupe por mí.

No le doy tiempo a Leah a reaccionar, cuando ya estoy en el interior del auto abandonando mi casa a toda velocidad. ¡Maldita amnesia! Ni siquiera sé a dónde estoy yendo. No recuerdo dónde viven. Y por eso, en el primer semáforo, le envío un mensaje a Val preguntándole por la dirección del apartamento de Wade y Jada, y agradezco que sin preguntas, mi asistente envíe la dirección al móvil al instante.

- ¡Jada! - grito golpeando la puerta. - ¡Jada!

Las luces del salón están apagadas, no parece haber ni rastro de vida en el interior de la casa, pero al observar con mayor perspectiva descubro la tenue luz de una lámpara proceder de lo que parece el dormitorio. Al instante, se me ocurre dar una vuelta en busca de alguna ventana o puerta mal cerrada, y no tardo en descubrir la puerta trasera que da directa a la cocina sin seguro.

No me olvides🌾Donde viven las historias. Descúbrelo ahora