11. ¿No Me Recuerdas?

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- ¿Estáis los dos a salvo? - les pregunto a Anaïs y a Killian. - ¿Cabeza, brazos y piernas en su sitio?

Mi pequeño me mira con esos ojos verdes algo desconcertado, incapaz de entender a causa de su edad, la ironía en mi voz.

- No sigas por ahí, Caleb Coleman. - suelta mi mujer amenazante mientras desabrocha su cinturón de seguridad. - Y si he cedido es porque conoces demasiado bien mis debilidades. ¡Eres insoportable!

- Dime que no lo has dicho en serio. - digo reteniéndola del brazo. - No me gusta que me hables así, Anais.

- Ni a mí que me tomes el pelo. - alega a la defensiva. - Pero hay cosas que simplemente no pueden ser. Como, por ejemplo, tu falta de tacto.

Anais abre la puerta, se baja del auto y acude al asiento trasero en busca de Killian. Nuestro pequeño se ha pasado todo el trayecto de casa al supermercado embobado en uno de sus capítulos favoritos de los Pijamask, y a consecuencia de esto, mi morena está haciendo frente a uno de los mayores berrinches del año.

- Eh, grumete. - digo llamando su atención. - Debes acompañarnos. Los niños no pueden quedarse solos en los coches.

- ¡Sí que puedo! - exclama para mi sorpresa. - Yo espero aquí con los Pijamask. ¡Ellos me protegen!

- Es tan terco como tú. - suelta Anaïs. - ...y como yo.

- ¿Podríamos dejar de pelear, morena?

Algo en la expresión de Anais se nubla, lo que me hace saber que no va a tardar en ceder, y apartar a un lado ese carácter sobreprotector con la que de la noche a la mañana ha empezado a envolverme.

- Mi intención no es pelear...- dice una vez que Killian ha accedido a bajar. - es sólo que tengo miedo. Sigo teniendo miedo.

- No va a pasarme nada, Anaïs. - respondo colocando un mechón de su cabello tras su oreja. - Hierba mala nunca muere.

Esta mañana, su cabello se rindió a la naturaleza, y desperté en la cama con una morena llena de rizos por toda la cara. Situación que me hizo adorarla al amanecer y, durante una hora completa, estuve contando los lunares de su cuerpo en absoluto silencio.

- No hables así, cariño. - dice algo más relajada. - Mejor id a coger un carrito. Los dos. No quiero que se nos haga de noche.

Killian y yo nos miramos entre risas, y tras recibir la orden, le echo una carrera a mi hijo hasta donde se encuentran los carritos de la compra. Mi hijo. Aun suena raro en mi mente, más al decirlo en voz alta, pero si cada vez que lo miro siento el corazón querer explotarme, no puedo dudar que lo amo más de lo que en la vida pensé llegar a amar.

- Necesitamos leche para Killian, cereales, yogures de soja, aceite, filetes de pollo, salchichas, huevos, una tarta de chocolate... - comenta Anaïs mirando su larga lista de productos. - ¿Una tarta de chocolate?

No me olvides🌾Donde viven las historias. Descúbrelo ahora