10. No Vas A Vivir Sin Mí, Morena

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Siento mucho la tardanza, pero aquí tenéis un nuevo capítulo.

Espero que lo disfrutéis.

Y si os gusta no dudéis en comentar o votar🌹

- ¿Anaïs?

Esa voz hace que despierte de mi sueño, me ponga en pie y me acerque a la camilla donde, hasta hace un momento, Caleb descansaba plácidamente a causa del sedante que una de las enfermeras le suministró.

- Cariño, ¿estás bien? ¿Te duele algo? - digo acariciando su mejilla. - ¿Llamo al médico?

- Estoy bien. - responde aún algo adormilado. - ¿Qué ocurrió? Y por qué tengo esta cosa clavada otra vez en mis venas. ¡La detesto, Anaïs!

- Te subió la presión, Caleb. Y te desmayaste. - le recuerdo intentando que se calme. - Ya no quiero que vuelvas a darme estos sustos, por favor. Tranquilízate.

- Vámonos a casa. - dice intentando arrancarse la aguja de la mano, al menos, hasta que se lo impido al apoderarme de su muñeca. - ¿Qué? Odio los hospitales, Anaïs. Y no pienso pasar un minuto más en este lugar.

- Eh, eh C. Vuelve a recostarte. - Cedryc entra en la habitación con el par de cafés que le pedí que trajera. - Debes estar loco si crees que te levantarás de esa cama sin permiso del médico.

- ¡Que no! - exclama molesto. - Que quiero irme de aquí.

Lo que no esperábamos es que estuviera tan decidido que él mismo se arrancara la vía de la mano y dejara que su sangre se desparramara por encima de la sábanas blancas. En principio, deseo gritar y obligarle a que se tranquilice, pero todas estas emociones reprimidas no consiguen más que de mis ojos broten puras lágrimas.

Unas a las cuales no puedo controlar, y por eso, acabo cayendo al suelo mientras lloro como una condenada.

- ¡Ya la has hecho llorar! - le reprocha Cedryc a su hermano mientras se acerca a consolarme. - Tranquila, cuñada. Ya no llores, por favor.

- Anaïs... - pronuncia Caleb. - Tranquilízate. Estoy bien, ya podemos irnos a casa.

- Como te levantes de esa cama, Caleb Coleman... - le amenazo con el dedo. - ...Killian y yo nos marcharemos a vivir al rancho para siempre. Y cerca de tú sabes quien.

- No te atreverás. - responde. - Promételo, Anaïs.

- Santo dios, qué ha hecho.

Una de las enfermeras corre rápidamente hacia Caleb con la intención de calmar la sangre que se desborda innecesariamente de sus venas.

- Señor Coleman, ha de estarse quieto. - le llama la atención la enfermera. - Es usted peor que un niño.

- Quizás debería darle otro calmante... - susurra Cedryc por lo bajo.

- ¡Que te jodan!

La enferma al instante reacciona ofendida ante la lengua malhablada de Caleb Coleman.

- ¡Compórtate, Caleb! - le regaño. - ¡Y tú también, C!

Los hermanos inmediatamente se muestran cabizbajos y guardan silencio para sorpresa de la enfermera, quien aprovecha que Caleb está calmado para terminar de limpiar la sangría que él mismo se ha provocado.

- Si se porta bien, señor Coleman, no creo que el médico tarde en darle el alta. - le informa tras revisar sus signos vitales. - Pero recuerde, sólo si se porta bien.

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