Capítulo 24

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- ¿Caleb? - pregunto al abrir la puerta. - ¿Estás en casa?


Las persianas de las ventanas están completamente bajadas. No hay más que pura oscuridad en el salón. Y la única pizca de luz que penetra es la de las farolas de la calle, y se deba a que he sido yo quien ha osado entrar en esta caverna. Dejo las llaves sobre la mesilla del recibidor, enciendo la luz del pasillo, y echo un vistazo a mi alrededor. La casa está prácticamente como la dejé. Ordenada. Limpia. Creo que Caleb se ocupa todos los días de ella con la esperanza de que Killian y yo regresamos a casa pronto. O eso me ha dejado saber en los mensajes de voz, y durante las visitas a nuestro hijo.

- Caleb, soy Anaïs.

Subo las escaleras lentamente para dirigirme a la habitación principal, pues es allí dónde parecen provenir las voces de lo que creo que es el presentador del telenoticias de las ocho.

- Anaïs... - oigo murmurar a una voz.

La de Caleb.

- ¿Por qué está todo tan desordenado aquí? - le pregunto al encontrar la habitación patas arriba. - Parece que hubiera entrado el FBI ha registrarlo todo.

- Has venido... - dice como si estuviera presenciando una aparición. - Morena, dime que te quedarás. ¿Dónde está Killian?

- He venido a recoger un par de cosas suyas. - le hago saber antes de abandonar la habitación para ir a la de mi hijo.

Al instante, lo oigo abandonar la cama a toda prisa y seguir mis pasos por el pasillo hasta reunirse conmigo en la habitación.

- Killian quiere un par de juguetes. Y necesita más ropa. - comento queriendo evitar todo contacto visual con él. - No me quedaré mucho tiempo. Enseguida me voy.

- Nadie te está echando, morena. - aclara, y siento su corazón alicaído. - ¿Sabes cuánto te echo de menos?

- No quiero hacer esto difícil para los dos, C. - replico no queriendo caer en sus juegos. - Y si he venido es porque Leah no quiso hacerme el favor de venir en mi lugar.

- Me odia. - responde él con una sonrisita absurda, pero noto que la noticia le ha dolido.

- Si te odiara, ya estaría divorciada de ti. - le hago saber, y no pensé que se lo tomaría tan a pecho. - Lo que quiero decir es que si le cayeras tan mal como piensas, me hubiese obligado a pedirte los papeles del divorcio.

E incluso ya me estaría organizando una cita con Grimes.

- Y ese tal Grimes encantado de llevarte el papeleo - comenta apoyado contra el marco de la puerta. Descalzo, y con el torso desnudo, se pasea con unos pantalones de tela de estar por casa. - ¿Por qué estamos hablando de divorcio?

- ¿Por qué estás hablando tú sobre Grimes?

- Porque le gustas demasiado, y no soportaría la idea de que esté cerca de ti en este momento. Anaïs. - señala con el dedo. - Dime que no es lo que estoy pensando.

Abro la mochila que he traído conmigo y empiezo a guardar todo aquello por lo que he venido, ignorando el cuestionario absurdo que está llevando a cabo conmigo. Necesito marcharme de aquí y dejar de poner a prueba mi capacidad de guardar las distancias con él, porque cómo siga insistiendo acabaré cediendo y regresaré a su lado. Puede no parecerlo, pero para mí estos días han sido un auténtico martirio. Despertar y acostarme sin él a mi lado. Vivir sin sus besos. Sin sus caricias diarias. Y esto sólo ha conseguido que viva como una yonqui que no consume la dosis que le hace falta para seguir.

No me olvides🌾Donde viven las historias. Descúbrelo ahora