7. Seth

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- ¿Quieres acabar conmigo?

Anaïs, con las piernas abiertas de par en par y al filo de la cama, acaba de bajar del tercer orgasmo que le he producido con mi lengua. A su pesar, no me siento satisfecho de ella, de su sabor azucarado, y siento que podría pasarme lo que queda de la noche pegado a su sexo.

- Sí, eso es lo que quiero. - declaro. - Acabar contigo. Hacerte morir de amor.

Mi boca asciende regando besitos por todo su vientre hasta llegar a las dos pequeñas montañas que tiene como pechos, y al verlos a mi merced, no puedo más que morderlos y chuparlos como si cada parte de su cuerpo me perteneciera por derecho propio.

- Tonto. - dice buscando unir mi boca a la suya. - Llevas haciéndome el amor todo el día, Caleb. Tengo el cuerpo hecho papilla.

- No todo el día. - la corrijo. - Hemos pasado la tarde con nuestro pequeño. Y ya te aviso que no he terminado contigo.

- Santo dios... - clama al sentir mis pulgares en su clítoris. - Eres un monstruo sexual.

- Sí. Un monstruo sexual en celo. - recalco. Mis dedos descienden y se introducen en su interior. - ¿No te gusto así?

El teléfono en su mesilla empieza a vibrar empañando por completo todo el deseo en esta habitación.

- ¡Mierda! - la oigo bramar. - Caleb, es C. Es Cedryc.

Rompiendo todo hilo de amor entre los dos, aparto mi boca del monte de venus de mi mujer, y recibo el teléfono que me está entregando mientras ella toma una de las sábanas y cubre parte de su cuerpo desnudo.

- Qué pasa, C.

Presiono el botón del altavoz.

- Sputnik ha partido, hermanito. - le oigo decir. Aunque su voz se oye lejana. - Laika ya no quiere saber nada de mí.

- ¿Estás drogado o qué? - pregunto molesto. . Inmediatamente veo la expresión de angustia en el rostro de Anaïs. - Oye, dónde estás. Iré para allá.

- No. Sólo ocúpate de cuidar a Anaïs. - pronuncia con dificultad. - Yo puedo...ocuparme de mí mismo, ¿no? ¿O cuántos años tengo? Recuerdas la vez que el abuelo me persiguió por todo el jardín porque me encontró con el vestido de mamá puesto.

- Dime dónde estás, C.

- Sputnik ha partido, hermanito. - repite.

Vale.

Algo no marcha bien, no. Cedryc está hablando más incoherencias de lo normal. Así que, mientras Anaïs se ocupa de mantenerlo al teléfono y no perderle la pista, me aseo en el cuarto de baño y después acudo al armario en busca de un par de vaqueros y una camiseta que me permita llegar con decencia a la ciudad.

- Voy contigo, cariño. - dice poniéndose en pie. - Dame un par de minutos.

- No, Anaïs. Mejor quédate aquí. - mi mujer quiere replicar, pero yo la callo con un beso. - Volveré temprano a por Killian y a por ti, y nos marcharemos a casa. ¿De acuerdo?

- Puedo conducir por ti, Caleb. Por favor. - veo el temor en su ojos, y mi corazón no tarda en agitarse por su culpa. - No entiendes que no quiero perderte.

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